Capítulo 4

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Pasé los siguiente tres días en mi cama sola y triste, pensando en mis problemas y en como los iba a solucionar, de el señor desastre no había escuchado ni una sola palabra, total ¿qué le importaba yo?

Al tercer día me levanté dispuesta a trabajar, me dolía la espalda. Tomé un par de analgésicos y partí al trabajo, tuve que pedir prestado a Betty unos dólares para pagar el taxi, había dejado mi camioneta en el estacionamiento del set.

Llegué dispuesta a darlo todo y a sacar algo de propinas para compensar lo que debía, mi jefe me recibió contento y me dejó trabajar en el mismo hangar, a nadie pareció importarle que yo hubiera vuelto, las cosas seguían al ritmo frenético de siempre y me concentré en trabajar.

De pronto un hombre más bien pequeño, delgado y de cabello oscuro, joven y bien parecido me saludaba ¡hola cariño!

Yo lo miré desconcertada ¡me saludaba como si me conociera de toda la vida!

Yo acostumbrada a saludar a todos, le devolví el saludo, preguntándole atenta si deseaba tomar café.

El hombre hablaba con voz amanerada, a todas luces era gay, muy simpático y parlanchín, después de observarme acuciosamente -me dijo- ¡Yo no tomo café! ¡Tomo solo té! ¡Tú sabes por los antioxidantes!

El hombre me pareció agradable y simpático-le contesté que hacía muy bien-

Me miraba como queriendo decirme algo y me observaba dándome la vuelta -me decía - ¡Eres muy bonita! ¡Ahora entiendo!

Le di las gracias por el piropo, aunque estaba confundida por sus comentarios.

Él hombre prosiguió- ¡quería conocerte y ver si estabas bien!

Lo miré intrigada ¿A mí? ¿Conocerme? -Le dije curiosa-

El hombre desconcertado me decía, como si yo tuviera que saber esa información ¡Soy amigo de Mat! ¡El del accidente!

Esa información me aclaró el panorama y lo miré recelosa, había olvidado que tendría que toparme con él en alguna ocasión, trabajábamos bajo el mismo techo.

De pronto, el pequeño hombre levantó mi blusa dejando al descubierto el gran moretón que llegaba hasta mis glúteos -exclamando- ¡Por dios! ¡Pero que bestia! ¡Es que es tan grande y tan fuerte!

Me sorprendí por su actitud, nunca pensé que un extraño se sintiera con la libertad de levantar mi blusa y mirar debajo de ella y soltándome le di un tirón

-diciéndole molesta - ¡no me gusta las libertades que se está tomando!

Incomoda bajé mi blusa y el notó que yo estaba perturbada y se disculpó

–Diciendo- ¡disculpa princesa! Solo quería ver el daño, pero no te molestes, solo quería ver.

Como puedes ver yo soy una de ustedes y me giñaba un ojo.

Sonreí sin ganas, no quería recordar nada del famoso accidente, el hombre no dejaba de parlotear -diciéndome- te he venido a buscar ¡ven conmigo! ¡Tengo algo para ti! y sin esperar respuesta me tomó de la mano y me llevó hasta un conteiner que pertenecía a las estrellas.

Yo estaba intrigada ¿qué cosa quería darme?

Me pareció divertido, así que me dejé llevar.

El conteiner era el más grande y espacioso de todos los que estaban en el hangar, entramos y me fijé que por dentro estaba arreglado como una casa, todo era muy bonito y agradable, muy femenino, lleno de detalles, cojines, cortinas y cosas por el estilo, salvo el lado derecho de la habitación, se notaba que pertenecía a alguien más. Estaba un poco desordenado, pero a todas luces era más masculino.

Café  EstrelladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora