㉕ Dieciséis

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Oficialmente era una adolescente de dieciséis años. Aunque no lo recibí de la manera adecuada. Recapitulemos: me explotó el pastel en la cara, y todo Abney lo vio.

¿Adivinan que pasaría después? Sería la portada de Abney News, que salía ese mismo lunes.

Así que no, no me pasé el resto de la noche llorándole a mi almohada perdida por mi desgracia. Tampoco me sumí a la bebida para continuar celebrando lo que quedaba de mi fiesta. Menos fui a encarar a los mellizos.

Hice todo lo contrario a lo que cualquiera esperaría de mí: nada.

Me cambié de vestido, lavé mi rosto y un poco de mi cabello, y volví a bajar radiantemente las escaleras. Me uní a Angélica, Walter y Julián en la pista de baile y continuamos por el resto de la noche bailando y esperando a que se me fuera un poco la ebriedad. No creería las palabras de Cameron; Julián me había pedido una oportunidad para conocernos mutuamente y se la daría, aunque poco a poco. Acababa de salir de una relación y no quería meterme a otra abruptamente, además que no le correspondía del todo.

La fiesta acabó oficialmente a las tres y media de la mañana, pues algunos de los invitados consideraban las 3:33 una hora sobrenatural, y no querían regresarse por sus cuentas a esa hora a sus casas. Así que, apenas el reloj marcó esos minutos, el ultimo invitado se retiraba de mi casa, y caía rendida a uno de mis sofás junto a las chicas.

— Dormiste, ¿verdad? —preguntó papá, cuando llegó a las seis de la mañana en punto. Se había tomado unos momentos en procesar el desastre que era la casa luego de la fiesta.

—Si... —respondí, dándole un sorbo a una taza de café que Carola preparó.

Lo cierto era que no. No dormí para nada. Cuando dije que caí rendida en una sofá junto a las chicas, no me refería a dormir, sino a empezar a planificar mi contraataque. Ticiana, Carola y Angélica se habían ido una hora después que la fiesta acabara, pero para ese entonces ya habíamos terminado de organizar el plan. Había cabeceado por unas horas; sin embargo, cinco tazas de café después ya estaba como nueva. Esperaba que papá no notara que le faltaba.

— ¿Quieres que te lleve a la escuela? ¿O prefieres quedarte a descansar?

—Iré a la escuela, no te preocupes. —respondí. —También quiero ir por mi cuenta, no es necesario que me lleves.

—De acuerdo... evita dormirte en clases.

—No lo haré. —solté una risita. —. También llamé a un servicio de limpieza, no quiero que estés limpiando el desmadre.

—Lo importante es que lo disfrutaste. —sonrió y me dio un beso en la frente.

—Aunque no estuvieras ahí...

—¡Lo siento! —canturreó. —. Estoy seguro que todos estaban borrachos, y si algo pasaba no quería hacerme cargo.

—Injustificable. —respondí. —. Nos vemos más tarde.

—¡Ve con cuidado!

—Por cierto —volví a hablar, antes de irme. —¿Sabes dónde está mamá?

—Ah, si... —se rascó la nuca. — Esta con... eh... eso.

—Si, ya entendí. —asentí. —¡Buen día!

Que dijera «eso», significaba que Elena había pasado la noche con su nueva pareja, a la que no conocía y no tenía intenciones de hacerlo. Desde que se dignó a hablar de él no hemos vuelto a tocar el tema, probablemente porque no sabemos a qué va a dirigir esa conversación.

Salí una hora antes que empezaran las clases, especialmente para no encontrarme en el camino con ya-ustedes-saben-quienes y Jamie. Tenía que hacer algo antes de llegar a Abney, y no quería que supieran que fui la responsable.

Cuando Ella LlegóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora