㉞ Sorpresa

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Jamie estuvo muy borracha para manejar.

Así que tuvimos que llamar a su madre, para que recogiera el auto, y a nosotras incluido. No entendí como Jamie pudo recobrar sus cinco sentidos minutos antes de que llegara para decirle «Hola, mamá» más nuestras direcciones.

Durante el camino no dijimos ni una sola palabra para no levantar sospechas por nuestras lenguas sueltas. Kim estuvo a punto de volver a parlotear sobre lo bueno que estuvo la edición de ron, sino fuera porque Charleen le metió la manga de su abrigo en la boca. Solté unas cuantas risitas bajas cuando lo hizo.

—Gracias por traerme. — le agradecí a Jamie y a su madre, mientras obligaba a mi cerebro a no ser tonto, para bajar bien del auto y no trastabillando (como Kim).

—No hay... de qué —me sonrió dulcemente desde su ventana. Tenía los ojos caídos por el sueño. —Nos vemos uno de estos días, para... ya sabes, eh, salir.

—Si, por supuesto. —solté una risa y caminé al interior de mi casa.

Estaba por sacar mis llaves cuando mamá salió apresurada de la casa. Lucía formal, al igual que yo, como si estuviera a punto de salir a una fiesta. Pero eran las doce de la noche, ¿a qué fiesta iría?

—¿A dónde vas?

Se sobresaltó al escucharme. No me había visto.

—Has llegado temprano.

—Toda una cenicienta. —sonreí, haciendo una reverencia.

—Estaba a punto de salir con... ya sabes.

Si, su novio secreto. No lo había vuelto a ver desde la primera vez, y la verdad, quería entrar rápido a casa para no tener que cruzarme con él en la calle.

—¿Papá sabe de qué estas saliendo? —suspiré, colocándome al lado de la puerta.

—No... pero creo que sospecha así. —juntó su dedo índice y pulgar, dejando un pequeño espacio entre ellos.

Solté una risa—: Diviértete, ma. No llegues después de las seis.

—Ni siquiera me sentirás entrar en la madrugada.

—Uy, que rebelde. —me burlé. —¿No debería ser al revés?

—¡Oh, menos mal no lo es! —rio y se acercó a darme un beso en la mejilla. —Nos vemos más tarde.

Bajó los escalones y se fue corriendo para mantenerse caliente. A estas horas el frío era insoportable si no tenías una calefacción a tu lado.

Entré rápidamente a la casa y me quité los tacones para subir las escaleras. Estaba agotada. Había perdido la cuenta de cuantas veces bailé junto a las chicas y Cameron. También bailé con Nathan y Giovanny en algunas ocasiones, incluso hubo un momento en que todos los presentes se colocaron en círculo y estuvieron siguiendo una coreografía dictada por Nathan. Oh, ese momento había sido... perfecto. Ya no recordaba la coreografía.

Cuando llegué a mi habitación solo quería tirarme sobre mi cama, pero no pude por todas las cosas desparramadas por el suelo. Fruncí el ceño, porque no dejé así mi habitación antes de salir. Enfoqué mi mirada a lo que estaba tirado y me sorprendí que fueran todas las cosas que justo antes de salir había guardado en su lugar. Mi mochila y libros de la escuela también estaban tirados del escritorio... era como si un huracán hubiese pasado.

No, no un huracán.

Una persona.

Inmediatamente recuperé mis cinco sentidos y recogí todo lo que pude, buscando entre ellos ese objeto. Por último, tuve que meterme debajo de mi cama y palpar con mi mano para sentir la contextura de lo que buscaba, más no lo encontré.

Cuando Ella LlegóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora