㉙ Infiltrada

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La dos veces que vine a casa de Angélica, fue cuando la ayudé en su cita con Nathan y luego para una noche de películas con Jonathan. Recuerdo que ese día había salido incomodada porque la cosa se puso caliente entre ellos...

Eso ya no importaba ahora, ja. Estaba volviendo por otra situación, una urgente. Una que marcaría el inicio de una nueva etapa para Abney... o el fin.

Uf, pero que dramática estaba siendo.

— Le avisaste a mi madre, ¿verdad?

— ¿Por qué debería de hacerlo?

— ¿Por qué? —pregunté alarmada— ¡Porque son las ocho de la noche y cree que estoy en tu casa, cuando la realidad es que estoy frente a la puerta de la posible mano derecha de Lucifer!

—La veo más como la mano derecha de Lilith... —comentó Charleen, quien estaba a mi otro costado.

—¿Eso debería ser peor?

—Deja de preocuparte en que vas a morir. —Cameron me tomó por lo hombros. —¿Estas segura que está en casa? Las luces están apagadas.

Estábamos a una cuadra de su casa para no llamar la atención, solo Nathan y Cameron pasaron por ahí para chequear si es que en verdad Angélica estaba dentro. Y aunque no lo pareciera, estaba segurísima de que lo estaba, porque, ¿A dónde más iría?

—Cuando alguien tiene el corazón roto solo ve películas, come helado y comienza a superarlo. —me encogí de hombros.

—¿Es lo que tú hiciste? —preguntó Kim.

—No. —respondí inmediatamente—. Lloré por un día, tomé jarabes y luego fui a un karaoke.

—Cada uno lidia a su manera...—susurró Jamie.

—Si, eso no importa ahora. —nos cortó Charleen—. Ella tiene el libro, y Courtney tiene que buscarlo.

—Y también consolarla... —hice un puchero.

—Ve de una vez, antes que sea más tarde y te diga para quedarte a dormir. —se mofó Jamie.

Volví a protestar, porque a pesar de que me entusiasmaba la idea de por fin liberarme por todo lo que hizo, primero tendría que acompañarla por un buen rato en sus lloriqueos...además de escabullirme y buscar el libro.

Jamie y Kim me empujaron a la pista para que fuera hasta la puerta. Ellos se quedarían entre los arbustos para esperar por alguna señal de mi parte. Incluso se vistieron de negro para poder camuflarse. La único negro que destacaba de mi era mi polo, el cual otra vez tenía cuello de tortuga.

Le había agarrado el gusto por las ultimas ventiscas heladas que recorrían la ciudad.

—¿Qué tienes con los cuellos de tortuga? —me preguntó Cameron mientras cruzábamos hacia la casa de Angélica.

—¿Por qué? ¿No te gustan? —instintivamente me toqué la zona de mi cuello alto.

—Al contrario —dijo, retirando mis manos para acomodármelo. —. Te quedan muy bien.

—Estas tratando de calmarme, ¿no?

—Si —me empujó para quedar frente a la puerta—. Estaremos a la vuelta.

—No tan lejos... —susurré.

Dirigí mi mirada al timbre de la casa, y lo toqué. Pasaron unos segundos mientras esperaba y miré hacia la esquina: los cinco estaban escondidos detrás de un arbusto gigante. Dejé de mirarlos una vez que sentí pasos acercarse a la puerta. Aclaré mi garganta para preparar mi tono de voz.

Cuando Ella LlegóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora