—Gracias por traerme de nuevo.
—Ten un buen día.
—Nos vemos, pa —salí del auto, y tal como las semanas pasadas, no me moví de mi lugar hasta que lo vi desaparecer por la calle.
Me había vuelto una estudiante puntual desde que empezaba a traerme a la escuela. También disfrutaba nuestros viajes en las mañanas, ya que no tenía que cruzarme por la calle con Jamie y los Woodgate. Estaba evitando a los tres, aunque no tenía que preocuparme por las dos chicas, que no tenían ni una intención de verme, a diferencia del tercero. No me refería a que Cameron me estuviera buscando o algo por estilo, sino porque desde esa noche en las afueras del supermercado, mi mente (o corazón) había entrado en un trance y a él parecía divertirle.
Si, estaba planteando la vieja teoría de Jamie y Angélica sobre que Cameron me gustaba. ¡Lo cual era horrible! Por suerte, tenía a Julián de coqueto conmigo, así que podía olvidarme de ese asuntillo siguiéndole la corriente a la diva.
Desde que Angélica y yo nos arreglamos, habíamos estado conversando a todas horas, y no había un solo día en que nos separásemos. En las mañanas nos sentábamos juntas en clases—excepto las que no compartíamos, donde me sentaba con Julián—, y en las tardes nos reuníamos en mi casa junto a Elena para ir ideando los detalles para mi fiesta de cumpleaños, la cual estaba cada vez más cerca. Era este fin de semana, para ser exactos, y no aguantaba las ganas de celebrarlo. Habíamos vuelto a ir con mamá a casa de los Woodgate, para ver un modelo prueba de mi pastel, y quedamos fascinadas con el talento de Camille (aka, la tía de los mellizos).
Y añadiendo, el día de ayer Carola, Ticiana, Angélica y yo habíamos ido al centro comercial a comprar los vestidos que usaríamos el domingo. Elena nos había llevado, y en el camino colamos a Julián, quien se animó a acompañarnos y aconsejarnos, o como dijo Angélica, solo para estar cerca de mí. Estuvimos buscando en todas las tiendas, sin poder decidir el vestido perfecto cada una. Finalmente, todas terminamos comprando los primeros vestidos que habíamos visto, siendo un desperdicio de tiempo el haber entrado a las demás tiendas. También con su ayuda habíamos empezado a hacer una limpieza total a mi casa, lo cual entristeció a papá, quien era el encargado de hacerlo los fin de semana. Aunque también estuvo agradecido ya que le ahorramos trabajo.
Estaba caminando por la acera, hacia la entrada de Abney, cuando no me fijé que una bicicleta vintage me iba a atropellar hasta que Julián gritó desesperadamente mi nombre. Me empujó contra su cuerpo y caímos a la áspera acera. Esperé no haberme hecho ningún rasguño, porque no quería usar un vestido con banditas alrededor el día de mi cumpleaños.
—¡Hey, ten cuidado! —gritó Julián furioso al conductor de la bicicleta.
Era Kim. Y también se había caído por evitar chocarse conmigo. Me levanté despacio y traté de ir a ayudarla, pero Julián me detuvo.
—Iba a tocar mi campana, lo siento... —decía Kim desde el suelo, levantando su bicicleta.
—¡Unas disculpas no va arreglar que casi le haces daño!
—Julián, no le grites. —pedí tocándole el hombro, pero con un movimiento brusco hizo que retirara mi mano.
—¡Si la has salvado! No le ha pasado nada. —replicó Kim.
—¡Exacto, la salvé! —exclamó mi compañero—. ¿Qué pasaba si yo no llegaba? Ibas a atropellarla así sin más, y eso si hubiese sido tu culpa.
Kim estaba reprimiendo la lágrimas en sus ojos. ¿Qué mierda le ocurría a Julián? Había sido solo un incidente, y estaba ilesa.
—Discul-
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Cuando Ella Llegó
Teen FictionLos estudiantes de la preparatoria Abney High son completamente normales. Sin los estereotipos que caracterizan cada historia; como el mujeriego, la zorra, la sagrada profecía de la nerd y los grupos en la cafetería. Sin embargo, en este nuevo año...