㉟ Abney

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— ¿De qué está hablando? —preguntó Giovanny.

Todos nos mirábamos confundidos. ¿Primeros juegos de Abney? ¿Qué era esto? ¿Los juegos del hambre? ¿Tenía que sacar mi flecha y arco para dispararle? Casi suelto una carcajada en cuanto lo dijo, pero verla tan convencida de lo que acababa de decir hizo que me lo tomara en serio.

— ¿Se animan? —volvió a insistir.

—Solo entrega los libros, no hagas tanto drama. —repliqué, sonando desinteresada.

—No puedo hacer eso —sonrió—. Si no juegan, me veré obligada a que toooodas las páginas sean reveladas.

—Ni te molestes, Angélica ya lo hizo. — Kim rodó los ojos.

—Tienes que admitir que tu descripción era buena. —Angélica le guiñó el ojo.

¿Le estaba coqueteando?

—¿No se han preguntado cómo supo todo? Ella solita no consiguió los secretos de más de cien estudiantes. —dijo Victoria—. Recibió mi ayuda, lo que significa que sé más secretos de lo que le dije.

—¡Con razón faltaban chicas! —exclamó Angélica.

—Bien, vamos a jugar. —Charleen espetó a regañadientes.

Ninguno de nosotros puso objeción, porque sabíamos que también aceptaríamos.

— ¡Muy bien! —aplaudió efusivamente —. Ahora, esto es lo que harán: en pareja o cada uno por su cuenta, buscarán los diarios que escondí por la escuela.

—Tienes uno en tu mano. —señaló Jamie.

—Ah, ¿esto? —giró el libro en sus manos y reveló que solo era un cuaderno al que le había pegado la pasta de El sigilo de Clara—. ¡Sorpresa!

» No intenten venir a por mí, estaré observándolos por todas partes.

Volvió a apagar las luces, y supuse que eso era su salida, y que los «juegos» habían empezado.

—Entonces... ¿no nos matamos entre nosotros? —preguntó Cameron.

—Si encontramos todos juntos los dos libros, ganamos. —dijo Charleen.

—Creo que sería mejor separarnos.

—¿Es que no ven películas de terror? Uno por uno va muriendo hasta que solo quede el principal, y en este caso será Courtney. —susurró Kim.

—No creo que Victoria tenga una sierra eléctrica encendida y lista para cortarnos. —dijo Nathan.

—Será mejor que te calles porque podrá escucharte. —murmuró Angélica.

—Solos son películas... —llamé la atención de los demás. —. Tenemos que separarnos para encontrar más rápido los libros.

» ¿Alguien tiene mis tacones?

Charleen y Cameron me los lanzaron entre la oscuridad.

—Ya. —dije en cuanto terminé de ponérmelos. —¿Quién va con quién?

Nadie respondió. Todos se habían ido.

—¿Por dónde empezamos?

Rodé los ojos. No todos: Angélica se quedó a esperarme.

Fuimos a caminar por los pasillos, buscando algún salón de clases con las luces prendidas, libros tirados, o casilleros abiertos. No nos cruzamos con ninguno de amigos, al parecer habían escogido otros caminos o habían subido a otros pisos, para acelerar la búsqueda.

Cuando Ella LlegóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora