⑫ Intrusas

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Viernes. Por fin llegó otro viernes.

Siempre aprovechaba este día al máximo. A excepción de la semana pasada, donde amanecí con la terrible resaca en casa de los mellizos. Pero este era diferente. Podía ser mi último día pisando tierra, ya que lo más probable, era que sea cremada o puesta bajo tierra al día siguiente.

¿Por qué?

Yo también me hacía esa pregunta.

¿Por qué tuve que pedirle a Cameron Woodgate una chaqueta? ¿Una maldita chaqueta? Hubiera preferido morirme frío en ese pequeño top del viernes pasado que a ponerme esa chaqueta.

Acababa de escribir mi propia muerte.

Lo más difícil de la situación no era entregar la chaqueta, nada que ver; el problema sería ver su reacción al darse cuenta que está descolorida y con manchas blancas. El día de ayer, mientras estaba en la escuela, mamá había dejado en la lavadora la chaqueta, para que en la tarde llegara y la sacara, lista para devolverla hoy, pero no se dio cuenta que había mezclado la chaqueta con toda mi ropa blanca.

Le pedí una muy buena explicación sobre porque no se dio cuenta de que estaba metiendo exactamente TODA mi ropa blanca con una simple chaqueta negra, y mamá respondió que había estado hablando por teléfono con alguien importante y se distrajo. Más tarde descubrí que la persona con la que habló era su abogado, y estaban discutiendo algún asunto que me involucraba.

¿Adivinan? La custodia.

¡Sophie, baja a desayunar!

Una cosa más sobre mi madre: desde que me castigó ha estado llamándome con mi segundo nombre, Sophie.

—¡Voy, ma!

Mientras bajaba las escaleras comencé a peinarme con una cola baja. A veces quería cortarme el cabello, pero mamá insistía en que lo largo me quedaba bien y se rehusaba a llevarme a una peluquería. Además, había salido sol, a comparación con lo nublado de ayer. ¿Cuándo llegaría el invierno?

No tenía muchos ánimos de desayunar con mis padres; como mencioné antes, mamá había estado en llamada con su abogado, lo que significaba que papá también lo estuvo, y estaban discutiendo el mismo tema.

Solo tomé la chaqueta de la lavandería, la cual examiné una vez más —cerré los ojos y le dediqué un minuto de silencio—, agarré mi desayuno y lo coloqué en una bolsa de papel. Me despedí de mis padres, y me fui de la casa.

Me iría a la estación de buses para escaparme de la ciudad.

Mentira, iría a la escuela en bus, porque no me arriesgaba a ir caminando y cruzarme con el mellizo.


***


—¿Porque no solo le entregas la chaqueta y ya?

—¿Cómo? ¿La has visto? ¡Esta descolorida! Me va a hacer la vida imposible hasta la graduación si es que la ve en ese estado.

Jamie rodó los ojos.

—Courtney, vale la pena intentarlo.

—¡No vale la pena!

—¡Si!

—No... —me tapé la cara.

—¿Y si...? —se quedó pensando unos minutos, mientras que me aseguraba que la chaqueta estuviera bien guardada en mi mochila...no quería que ningún chismoso la viera y me preguntara sobre ella— ¿Y si la metes a escondidas en su casillero?

Cuando Ella LlegóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora