Les tuve que decir la verdad a mis padres en cuanto vieron una de las vendas en mis rodillas. Se asustaron tanto que decidieron llevarme a la escuela a partir de la siguiente semana. No me quejé, de verdad tampoco tenía muchas ganas de salir sola por la calle por temor a que me ocurriera lo mismo, o a que volviera a sentir la sensación que era seguida.
Por otro lado, después de ese suceso cuando regresaba a casa, Cameron no se volvió a acercar a mí al día siguiente, ni al siguiente del siguiente. Me borró de la existencia, igual que su hermana, quien solo me miró una última vez para recibir mi parte del trabajo de literatura.
Adiós a mi pase VIP por ser salvada.
—¿No te gustaría una fiesta de disfraces? —preguntó Elena. Estábamos sentadas en el sofá de la sala, ella veía su serie favorita mientras me recordaba que mi cumpleaños se acercaba, y estaba obligada a escucharla.
—No. Prefiero una fiesta neón, todo oscuro y solo nuestras pinturas diferenciándonos. Mira. —busqué rápidamente una imagen que Angélica me había pasado el día de ayer en mí teléfono, cuando estábamos conversando sobre el tema.
—Está bien... —murmuró luego de ver la imagen referencial— ¿Sigues queriendo que siga siendo el mismo día? Es domingo, por cierto.
No lo había pensado antes, pero hacerla un domingo era complicado. Principalmente, porque al día siguiente había que ir a Abney, claro, y la resaca que tendríamos que soportar. Aun así, seguía con la idea de hacerla un domingo, solo por el capricho de celebrar mi cumpleaños, exactamente, en mi cumpleaños. Sin adelantarlo o retrasarlo.
—Insistiré en que sea un domingo.
—Ojalá todos tus invitados puedan asistir. Por cierto, no quiero que sea como esas fiestas locas a las que vas, habrá un máximo de personas.
—¿Y el número es...?
—Solo tu grado.
—Somos veinte, Elena. Creo que deberíamos invitar a más, conozco a más personas... de otros grados...
—Si tú lo dices... —achinó los ojos, examinándome. Siempre creía que estaba mintiendo.
Tal vez era ella la que lo hacía.
Lo siento, seguía enfadada con ella.
—¿Sabes si papá va a comprar un pastel en mi pastelería favorita?
—Oh, le dije que no lo haga. —comunicó. Giré automáticamente a verla. —. Conseguí a alguien mejor que la puede personalizar. Si mal no recuerdo, es la madre de uno de tus compañeros.
—La verdad, me conformaba con uno simple.
—Son tus dieciséis, Sophie, hagamos la excepción.
No contradije a Elena, para evitar enojarla. Aunque no estuve de acuerdo con su decisión.
—Cierto, hoy coordiné en reunirme con ella para hablar sobre el pastel, ¿quieres acompañarme?
—Es sábado... —protesté. Lo único qué hacia los sábados, aparte de reunirme con Angélica, era quedarme en cama.
—La que va a coordinar las cosas con ella soy yo, no tu. Pero podrías colaborar, es para tu cumpleaños después de todo.
—Bien —asentí, levantándome del sofá. —. Haré unas cosas arriba, no demoraré mucho, bajo en 10 minutos.
—Aquí estaré —murmuró y luego añadió—. También te podrías cambiar por algo más decente...
Se refería a que me quitara la pijama. Desde la mañana había estado paseando por toda la casa, jugando en mi teléfono o haciendo videollamada con Angélica, y no me molesté en cambiarme, creyendo que no saldría en todo el día.
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Cuando Ella Llegó
Novela JuvenilLos estudiantes de la preparatoria Abney High son completamente normales. Sin los estereotipos que caracterizan cada historia; como el mujeriego, la zorra, la sagrada profecía de la nerd y los grupos en la cafetería. Sin embargo, en este nuevo año...