Esa noche, luego de que la familia de Nathan, Jonathan y Cameron me dejaran en casa, papá se enteró de la aventura de mamá. No se lo tomó bien, estuvo decepcionado porque Elena no tuvo la suficiente confianza en él para contárselo, pero finalmente lo aceptó y la perdonó. Quedé pasmada en lo rápido que ocurrió, y más aún cuando los vi irse a la oficina de papá para hablar con más privacidad que ocurriría conmigo. No tenía idea si ahora estaría más complicado o no el tema de mi custodia; sin embargo, como otras veces, no quise saber sobre eso.
Más tarde, cuando ya estaba en mi habitación, Elena ingresó y se echó conmigo. Le pedí disculpas por haberle faltado el respeto, y ella por no reaccionar adecuadamente. Aunque si le dije que no lo volviera a traer a la casa, no tenía intenciones de conocerlo aún. En los próximos meses tendría que elegir con quien de los dos estaría viviendo, para que ningún juez lo hiciera por mí.
Aquella semana definitivamente no fue la mejor para mí, y el domingo dormí con la esperanza que al día siguiente empezara con buenas vibras.
Que gran ilusa fui.
Jamie y yo al principio, en la escuela, nos mirábamos desde lejos, y el lunes me atreví a acercarme para pedirle un lápiz. Julián había roto el mío por probar su fuerza y la otra compañera conocida de esa clase era, para variar, ella. Tampoco es que tuve otra opción. Jamie me lo dio y nunca lo aceptó de vuelta, así que me lo quedé.
Ahora así de miserable era.
Por otro lado, tenía un zancudito que me perseguía apenas iniciaban las clases. Era Angélica. Ya sea antes o después de una clase, ella estaba ahí, esperándome para pedirme hablar a solas. La ignoraba lo más que podía, pero incluso Julián me recomendaba que hablara con ella, aunque sea para que dejara de insistirme tanto. Obviamente no le hacía caso, porque él también se había hecho amigo de Angélica.
Y así, llegamos a un miércoles en la cafetería. Como no tenía opciones en donde sentarme, Julián me arrastró hasta la mesa—denominada por Jonathan— de los populares. No quería, obviamente, pero era aguantar a Angélica y Walter o a ser botada a patadas por Charleen cuando fuera a sentarme con Jonathan, Cameron y Kim. Oh, y Jamie.
Además, a esta mesa se habían unido dos nuevas integrantes: Carola y Ticiana. Con Carola conversaba sobre algunas cosas mínimas, en cambio, Ticiana era otro caso.
—¿Prefieres los libros o películas, Angélica? —le preguntó.
—Películas.
—Hay una función de una película romántica este sábado, tal quisieras ir.
—No —respondió ella—. Odio las películas románticas.
—¿No habías visto con Nathan una película romántica en su primera cita? —me metí a la conversación, solo para fastidiarla (si es que lo lograba)
—Sí, pero él la escogió.
—Qué raro, saliste llorando esa noche...
—Entonces si te gustan las románticas, Angélica —Carola le guiñó el ojo.
—¡No!
Me miró molesta, y sonreí, disfrutando haberla puesto en descubierto, por más mínimo que haya sido.
La mesa donde se encontraban Jonathan y Kim estalló a carcajadas, ocasionando que todos en la cafetería miráramos hacia allí. Al parecer todos se estaban burlando de alguien, y ese era Cameron. También se estaba riendo, pero no tanto como sus amigos, lo que significaba que era de él quien se hacían burla. Quise estar ahí para también reírme.
—Me dijeron que ellos te trataban mal. —dijo Julián de repente.
—¿Qué?
—Los mellizos. A ellos no les agradas, y por eso no te trataban bien.
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Cuando Ella Llegó
Teen FictionLos estudiantes de la preparatoria Abney High son completamente normales. Sin los estereotipos que caracterizan cada historia; como el mujeriego, la zorra, la sagrada profecía de la nerd y los grupos en la cafetería. Sin embargo, en este nuevo año...