CAPÍTULO 10. ESCAPE

72 8 9
                                    


—Y yo que creí que vendrían a rescatarnos —se quejó el ninja, jaloneándose inútilmente—. ¡¿De qué están hechos estos lazos?!

—Si sigues moviéndote así sólo conseguirás que absorban tu energía más rápido— puntualizó Genos—. Irradian esa luz porque son catalizadores.

—Pues tampoco veo muy útil quedarnos aquí sin hacer nada —odiaba estar atado a su enemigo jurado, quien por si fuera poco estaba inconsciente. Si lo tuviera de frente por lo menos le habría escupido y dado una buena mordida con sus afilados dientes.

El alienígena que había adoptado la apariencia física de Genos estaba a unos cuantos metros de distancia, observándoles de reojo mientras su compañero se encargaba de vigilar la entrada de la cueva y los alrededores. Debían asegurarse de que no había más humanos en el perímetro.

—El tiempo se nos acaba, maldición —masculló Sónico.

—¿Quieres callarte por un segundo? —Stinger realmente estaba perdiendo la paciencia. Había intentado cooperar con el cyborg para desatarse pues se encontraban unidos por el mismo lazo luminoso, pero era inútil. Cada vez se sentía más débil y las quejas de Sónico sólo lograban marearlo.

Por su parte, Genos estaba muy pensativo. Ninguno habría podido adivinar lo que su ocupada mente maquinaba.

—Tenemos que despertarlo —dijo por fin, acallando la riña de los pelinegros al instante—. Sónico, no importa si tienes que golpear su cabeza contra la pared. Tienes que hacer que despierte.

El ninja arqueó una ceja, y luego esbozó su peculiar sonrisa maquiavélica.

—Será un placer.

Recargado en la pared de la cueva, el alienígena estaba atento a los sonidos del exterior y a la comunicación psíquica con su compañero. Muy de vez en cuando se asomaba a los caminos del laberinto más próximos, y la mayor parte del tiempo observaba a los rehenes así como a las tres cápsulas espaciales predispuestas en el centro del lugar.

Escuchaba todo lo que decían, por lo que presenció el momento en que el ninja gastó la poca energía que le quedaba en azotar al héroe contra la pared. Sí que le causaba mucha gracia esa escena. "Creo que uno morirá pronto", le avisó a su compañero y éste le respondió que más le valía esperarlo. "Te avisaré si muere. Pero si no regresas a tiempo, no prometo quedarme", le advirtió como si realmente creyera que algo así pudiera suceder. Por supuesto que no permitiría que su futuro juguete sexual le fuera arrebatado.

"¿Con que no, eh?". El falso Stinger no esperaría a su señal. Además, estaba seguro de que no había nadie en el perímetro a excepción de ese tigre dientes de sable. Le había parecido una excelente idea acabar con él por si acaso, pero desistió por el hecho de no ser capaz de absorber su energía. Era una lástima que sólo funcionara con humanos. Así que llegó a la conclusión de que enfrentarsea ese mamífero quimérico supondría cierta desventaja y sobre todo pérdida de tiempo. Detestaba las complicaciones. Quizás por eso era el mejor de los tres en mantenerse con vida, aunque claro, siempre a la sombra del superdotado intelectual.

—No te di ninguna señal —puntualizó el falso Genos al ver a su compañero arribar a la cueva.

—Dijiste que volviera en cuanto estuviera seguro de que no había más sujetos afuera, y eso hice —justificó tajante—. Acabemos con esto de una vez.

El estar atados y débiles era impedimento para una pelea mucho más entretenida entre los rehenes, pero no parecía que ninguno quisiera rendirse a pesar de ello.

ENCUENTRO INUSITADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora