CAPÍTULO 44. ABSOLUCIÓN

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—Tome asiento, mi estimado fundador —su entonación destilaba toxicidad en cada sílaba.

La sonrisa que revelaba la faz ensombrecida del pelinegro era escalofriante, y tan afilada como el shuriken envenenado que sujetaba entre los dedos.

Recargando su antebrazo en el respaldo de la silla, aguardó a que Agoni obedeciera su mandato. Y por desgracia, no tenía alternativa. Seis miembros del clan al que Sónico pertenecía se las habían arreglado para infiltrarse y, aprovechando la momentánea escasez de seguridad, habían conseguido tenderle una emboscada.

Tres de ellos le apuntaban al rostro con unos fukiya, prestos a lanzar cuantos dardos hicieran falta. Y los otros tres, intercalados en media luna, portaban una reluciente kusarigama de gruesa cadena y acerada hoz.

—¿Por qué no intentas tranquilizarte un poco y discutimos este asunto como dos hombres civilizados? —su mirada se mantenía comprensiva y afable, a pesar del desasosiego que elevaba su presión arterial y le mantenía firmemente sujeto al reposabrazos de la silla.

Los surcos delineando su rostro envejecido, transmitían ternura e inspiraban una compasión irremediable. Pero no para la mente turbada de Sónico, quien rodeó la silla, y subió a la mesa con agilidad y vanidosa elegancia.

—Estoy terriblemente relajado —masculló con una mueca de disgusto.

—Especulo... que si quisieras matarme, ya lo habrías hecho —su sonrisa fue débil.

—Si agota mi paciencia, lo haré. No se confíe —peligrosamente, acercó la estrella de metal a sus propios labios, presionándolos además con rotundo desdén.

Por supuesto que Agoni temía por su vida, pero la preocupación que albergaba respecto a lo que dicha intromisión podría significar para la asociación de superhéroes, era incomparablemente mayor. "Tus ojos rezuman un odio insaciable, y me parece lamentable. Si ya redimiste los crímenes del pasado con una invaluable contribución para el mundo, ¿por qué rechazas la luz y te entregas a la ruina?".

—Sinceramente me importa un bledo quién fue el primero en mancillar su integridad —calibraba el influjo de sus palabras y, efectivamente, su sentencia descolocó al fundador—. Pero la reputación que presume, pende del mismo hilo que su ridícula vida.

Agoni comenzaba a entender el giro de tales insinuaciones, pero apenas abrió la boca para defenderse, Sónico apostilló:

—Metal Knight no era el único rebelde con ideas excéntricas y retorcidas.

Ahora estaba claro lo que ansiaba recriminarle.

—Sónico... He cometido muchos errores.

—No, no, que financie a locos de mierda incluso me parece divertido, lo digo en serio. Y reitero que me tiene sin cuidado —su lengua recorrió la comisura como quien degusta un jugoso aperitivo—. Simplemente vengo a arrebatarle su pequeña mina de oro.

—¿Los fondos de la asociación? —tenía los ojos puestos en el arma blanca, ya que Sónico la colocó a escasos centímetros de su garganta con una floritura improvisada—. ¿Para dárselo a tu clan? ¿En serio piensas que voy a malversar los ingresos que sustentan la seguridad de la ciudadanía? Perdón, pero no desperdiciaría tantos años de esfuerzo en viles mercenarios.

—¿Ah, no? ¿Tal como ya ocurrió con el héroe de metal, y probablemente esté haciendo ahora con ese irritante peliazul? No veo mucha diferencia en las intenciones de Sweet Mask, sabe.

ENCUENTRO INUSITADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora