—Ese sujeto trabaja a una velocidad impresionante.
—Sólo fue una prótesis —la chica comprobaba que las falanges artificiales tuvieran la motricidad adecuada, doblando y estirando cada uno de los dedos, por separado y en conjunto, además de girar la muñeca ligeramente entumecida.
—Como digas...
El Chico Emperador fue quien se encargó de pilotar un jet rumbo al Santuario Glacial, guiado por las coordenadas que Tatsumaki le proporcionaba.
El único percance a mitad del vuelo había sido una bandada de aves rapaces. Nada fuera de lo esperado, ya que reconocían perfectamente su peculiar plumaje ocre brillante con manchas parduscas. Sabían cómo evadirlas, y aunque causaron severas abolladuras al fuselaje y hendiduras en un ala, resultaban inofensivas para dos superhéroes experimentados.
"Es una suerte que esos especímenes se salvaran de evolucionar", pensó el niño.
—Sujétate fuerte.
—Espera.
El pequeño estuvo a punto de trazar una curva pronunciada, pero mantuvo los apéndices metálicos fijos en el mando.
—¿Por qué?, ¿qué pasa?
—Eso es... ¡¡cuidado!!
No había ningún objeto interponiéndose en su camino, nada contra lo que pudieran colisionar, por lo que la advertencia le tomó por sorpresa. Imaginó que las aves rapaces habían conseguido seguirlos. "Pero es imposible a esta altura".
Una fuerza invisible desmanteló el blindaje y, sucesivamente, el motor estalló junto con el resto del jet. El contacto con aquella extraña resistencia invisible redujo la aeronave a miles de esquirlas que salieron disparadas en todas direcciones, iluminando la noche teñida de un intenso escarlata, con fuegos artificiales.
—No logro verlos —el humano de mirada felina se movía en círculos cada vez más reducidos, llevado por la elegante quimera alada que buscaba a su creadora, solícitamente.
La barrera de protección psíquica de la heroína se atenuó de forma gradual. Y se disipó una vez que el Chico Emperador y ella descendieron sobre la espalda del dragón.
—Eso estuvo cerca —frunció el ceño, sacudiéndose la ropa y sacando un caramelo de su pantalón.
La peliverde siseó una maldición y se cruzó de brazos.
—¿Vienen a enfrentar al obelisco?
—Así es —la chica alzó el mentón con orgullo, pero arrugó la nariz—. ¿Y tú qué diantres haces aquí?
El antiguo Rider se habría sentido dolido por no recibir ningún agradecimiento de su parte, y sería cauteloso ante la rudeza de sus palabras.
—Sabíamos que vendrían —entrelazaba los dedos en el pelaje del tigre, acicalándole—. Pero morirán si se enfrentan a ese androide.
—Sí, bueno. No pedí tu opinión.
—Mhh... —el pequeño enarcó una ceja, atento a los dos, y se zampó el dulce.
—¿Dónde está Saitama? —su tono había perdido todo vestigio de gentileza, siendo más bien exigente.
Aunado a ello, el tigre la observaba desde arriba, carente de benevolencia.
Se colocó a escasos centímetros de la chica, emitiendo un sonido gutural, mientras mostraba sus encías con un gesto intimidante.
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ENCUENTRO INUSITADO
FanficSaitama planeó una excursión de entrenamiento especial en una zona restringida, y Genos decide acompañarlo. Lo que el rubio no sabe es que su maestro ansiaba un tiempo a solas, lejos de él para despejar su mente de los pensamientos que le atosigan...