CAPÍTULO 12. UBICACIÓN

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—Me extraña que lo escogieras a él. Pensé que no querrías separarte de tu nueva adquisición. Aunque supongo que de todas formas lo desecharás pronto.

El rubio guardó silencio, atento al camino impuesto por el tigre albino.

—¿Su nueva adquisición?

—Nadie te dijo que podías hablar —atajó el falso Stinger en un timbre de voz idéntico al original—. Suficiente tengo con tratar de hacerte avanzar más rápido.

—Caminaría más rápido si me desataran.

—Olvídalo.

—Entonces no pienso callarme. Para la próxima asegúrate de cerrarle la boca a tus rehenes con una mordaza. ¿O por qué no dejarme inconsciente? ¿Crees que no intentaré escapar?

—¡Voy a cerrarte la boca a golpes!

—El tigre nos lleva hacia el campamento —intervino el falso Genos, captando la atención de su compañero—. Deja de distraerte con tu amiguito, necesito que estés atento.

—¿Cómo dices? Éste no es para nada el camino hacia su campamento. No que yo recuerde.

El rubio se detuvo, e ignorando al felino siguió el camino más recto rumbo al punto de llegada estimado. Sonrió al escuchar un gruñido reticente—. ¿Te descubrí? Estoy harto de dar vueltas. Y créeme que detesto que me hagan perder el tiempo. No quieres agotar mi paciencia, ¿verdad?

Ambos sostuvieron la misma mirada fiera e impasible. Muy a su pesar, el tigre debía ceder y continuar por el camino corto ya que el enemigo se empecinaba en hacer las cosas a su manera. No podría detenerlo él solo, aunque había hecho su parte y confiaba en que la suerte estaría de su lado.

Hasta el momento, el falso Stinger era quien más lamentaba el desvío forzado del trayecto, pues luego de haber cruzado la ciénaga y aun cuando se libró de un rinoceronte con dentadura de acero, le resultó incluso peor caer en el depósito de una sustancia azabache muy parecida al petróleo. La superficie cercana a la orilla donde tuvo su ligero desliz estaba caliente, pero fue afortunado, ya que las quemaduras pudieron ser más graves de ser arrastrado a la parte central. Allí el yacimiento en constante ebullición le habría dificultado con creces el proceso regenerativo. El escozor de una herida jamás sería equiparable a la pérdida total de una extremidad.

Su ropa no estaba rasgada pero sí terminó hecha jirones. Después del desafortunado incidente, tuvo un molesto encuentro con una jauría y posteriormente un enjambre de extraños insectos voladores se las había arreglado para hacer del aceite una mezcla mucho más elaborada y desagradable.

—Según veo te fastidia cualquier complicación, y encima de que eres torpe ni siquiera te diste cuenta de la mitad de las trampas que dejan los insectos de esta zona. Estás lleno de porquería hasta las orejas. Qué bueno que para salvarte el pellejo, según tú —enfatizó burlesco—, me dejaste tirado en el camino. Si no, me habría hundido contigo y terminado así. Qué asco.

—Hubiera aprovechado el pozo hirviendo para fundirte vivo.

—Idiota —murmuró casi inaudible.

—¡¿Qué dijiste?!

—Que eres un idiota —terció su aliado en voz alta, dándole la razón al rehén—. Sólo intenta distraerte y sacarte de quicio. Lo cual está logrando magistralmente. ¿Olvidas que es tu supuesto boleto de partida?

—¡No está logrando nada! ¡Y no soy un idiota!

—Entonces suelta su cabello.

ENCUENTRO INUSITADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora