CAPÍTULO 8. ABDUCCIÓN FALLIDA

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Sinceramente no podía quejarse. Había sido una batalla muy reñida al inicio. Aquel habilidoso androide analizaba los movimientos de su oponente y parecía desarrollar una técnica a prueba de errores casi infalible. Si no fuera por la evidente ventaja de su especie, estaría acabado.

Para desgracia de Genos, su cuerpo no era una máquina al cien por ciento y sólo era cuestión de tiempo para que su fuerza cediera. Quizás su oponente no fuera lo bastante listo como para entenderlo, pero todo se centraba en las terminaciones nerviosas conectadas al mecanismo. Irremediablemente, causaría fallos en esa conexión imprescindible.

—¿Qué ocurre? ¿Te quedaste sin combustible? —se burló con malicia al ver que detenía el puño del contrario sin mucho esfuerzo—. Vaya, es como luchar con una muñequita de porcelana. Y yo que pensé que me darías una lección.

Genos no comprendía por qué de pronto parecía tener tantas fallas. Pensó que la copia barata de Saitama se las había ingeniado para estropear su cañón incinerador y nada más, pues no se imaginaba que fuera capaz de hacer mucho más que sólo una avería. Ahora se arrepentía de haberse detenido a escuchar su "propuesta". Ni siquiera dijo algo coherente, sólo buscó un poco de tiempo para librarse de las ataduras.

Típico que te jactas de estar bien armado y resulta que no tienes municiones, y peor aún, que ni siquiera el combate cuerpo a cuerpo es una opción viable.

—¿Qué dem...? —cayó de bruces por una simple llave, su pierna hacía palanca en una postura dolorosa y no dejaba de recibir puñetazos en las costillas.

—Debo admitir que así ya no es tan divertido —el falso Saitama no paraba de reírse entre dientes. Decidió soltarlo y contemplar su mullido ser tendido en el pasto. Después de patearle el costado, le pisoteó la cara reiteradas veces, tal como haría con un bicho cualquiera—. Te ves tan indefenso. Me encantaría torturarte un poco más, pero ¿por qué no gritas? Eres tan aburrido.

El androide sólo podía pensar en lo repugnante que era escucharle decir todo eso con la voz y apariencia de su maestro. Y ahora que más quería partirle la cara y hacerlo trizas, le era imposible. Su asqueroso semblante reflejaba un inmenso deleite y no podía hacer nada.

       Como es bien sabido, el exceso de confianza suele ser el pecado de quienes presumen astucia, y si no fuera por ese nimio defecto no habría bajado la guardia antes de tiempo

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Como es bien sabido, el exceso de confianza suele ser el pecado de quienes presumen astucia, y si no fuera por ese nimio defecto no habría bajado la guardia antes de tiempo. El Genos falso no contaba con que llegaría un avispado tigre dientes de sable como refuerzo. Una cortante ráfaga de viento fue sólo el anuncio de su llegada.

La imponente bestia actuó precavida y sagaz, por lo que en primera instancia golpeó el costado del agresor para separar a Saitama y en un ademán característico, obligarle a subir a su lomo. Por supuesto que no fue suficiente para derribar al farsante o causarle gran daño, pero al menos usó toda la fuerza de sus extremidades para llevarse a su amo de inmediato. Éste no entendía por qué había hecho eso. Sin embargo, la rapidez con que emprendió la huida lo obligó a aferrarse al pelaje de Silver mientras le reprendía por su mal comportamiento.

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