CAPÍTULO 5. SILVER FANG

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No podían odiar a Genos, a pesar de que el encierro involuntario en el vagón había sido una pesadilla por la falta de oxígeno y más después de la desagradable experiencia en el interior de la nave espacial. Gracias al androide ahora tenían el estómago lleno, y estaban listos para inspeccionar los alrededores.

—¿Por qué eligieron este sitio? —preguntó Stinger, siguiendo el afluente de un angosto río que iba ensanchándose a medida que avanzaban.

—Por eso —Saitama señaló un ave gigantesca que volaba en el aire y desaparecía en la lejanía tras una cadena de montañas.

—Parecía un pterodáctilo. ¿Acaso es un prototipo de Metal Knight?

—No. Más bien es un experimento genético de la asociación. Hay muchos en esta selva.

—Son seres vivos, no máquinas —terció el androide—. Y sólo los superhéroes tenemos permitido entrar a esta zona restringida. Desde que cruzamos la línea divisoria, nos identificaron.

—¿Aparecemos en su registro de visitantes? —preguntó en tono burlón.

—Digamos que sí.

Saitama se había adelantado para atrapar algunos peces que se agruparon cerca de la cascada. Los había de muchos tamaños y colores. Algunos poseían una dentadura puntiaguda parecida a la de un tiburón y sus escamas eran tan filosas como navajas.

—Genos, ¿crees que éstos también sean comestibles?

—Habrá que averiguarlo.

El pelinegro observó boquiabierto cómo su lanza no podía atravesar la piel de aquellos vertebrados, cosa que no parecía ser un problema para el mayor. Incluso su aprendiz tuvo serias dificultades para conseguir peces.

Más tarde subieron a un montículo con el propósito de echar un vistazo general, recolectaron algunas bayas y frutos, y de regreso en el vehículo se dividieron las tareas para los días subsecuentes. Genos planeó cuidadosamente el itinerario de la semana, siendo asesorado por su maestro mientras que Stinger se encargaba de cocer los pescados en las brasas.

—¿Los prefieren casi fritos o término medio?

Los tres coincidieron en comerlos bien cocidos. El día había transcurrido muy rápido, y pensar que ya era hora de cenar y salivaban por el creciente antojo. Stinger tuvo especial cuidado en cocer los especímenes transgénicos, pues con el simple contacto de las brasas sus escamas salían disparadas cual balas en todas direcciones.

—Sólo espero que no nos provoquen una seria indigestión —por si las dudas esperaría a que los otros dos comieran primero. Si sobrevivían a una más que probable intoxicación mortífera, probaría bocado.

Para su mala suerte, ninguno tuvo tiempo de tocar su comida. Justo detrás de los arbustos apareció un tigre dientes de sable. Su pelaje era frondoso y blanco como la nieve. Se aproximó lentamente, triturando las plantas y pequeñas rocas que se interponían en su camino. Los tres se quedaron quietos, escuchando aquel gruñido peculiar que profería y observando fijamente sus ojos carmesí.

Saitama fue el único que sonrió al verlo, aunque cambió de parecer al advertir que el tigre albino abría sus fauces y arrasaba con toda la carne que habían preparado.

—¡No lo maten! —exclamó, provocando que el felino le soltara un par de zarpazos a Stinger cuando éste se disponía a atacarlo y se detuvo exabrupto.

ENCUENTRO INUSITADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora