CAPÍTULO 38. SANTUARIO GLACIAL (PARTE 1)

11 1 0
                                    


—Y pensar que incluso perdieron su instinto de permanecer en la zona —comentó la chica peliverde durante el pronunciado y nada agradable descenso hacia las profundidades del océano, junto a Saitama.

La velocidad con la que iniciaron era diez veces mayor a la que habría podido alcanzar el nadador humano más diestro.

Tatsumaki no necesitaba hacer ningún esfuerzo extra para seguir los cambios de ritmo de Saitama porque iba firmemente sujeta por él. Así era más sencillo para el héroe acelerar según conviniera, sólo que obviamente, conforme a las órdenes de la pequeña mandona.

A pesar de hallarse inmersos en una desagradable e interminable negrura, no podrían haber adivinado los cambios drásticos en cuanto a consistencia o efectos colaterales de la impredecible sustancia. No obstante, gracias a una barrera de poder psíquico concedido por la esper no tenían de qué preocuparse —sobre todo ella— al adentrarse en aquella especie de fosa séptica marina.

El entorno se hallaba plagado de peces, crustáceos, diversos organismos bentónicos difíciles de clasificar, gusanos de mar, y un sinnúmero de seres acuáticos multiformes con piel traslúcida y apariencia esquelética vagando sin rumbo a la espera de un buen aperitivo por engullir.

—Pudiste habernos dicho desde el principio —reclamó Saitama de pronto—. Advertirnos sobre la zona experimental, y dejarnos en claro tus intenciones.

—No, no podía —le contradijo sin demora—. No es tan simple. Metal Knight se habría dado cuenta.

—Me tenían a mí para detenerlo, tarada —refunfuñó—. Nos habríamos ahorrado todo esto. Es tu culpa que perdiera mis poderes por subestimar a ese loco, a los alienígenas, y a mí también. Tú y el resto de Clase S complicaron todo.

—Eres muuuy idiota —apretó los dientes y rodó los ojos, exasperada.

—¡Repite eso y te suelto! No tengo por qué estarte cargando, ¡odiosa tonta!

—I-d-i-o-t-a —remarcó cansinamente, y agregó sin tardanza—: Si me sueltas, eres tan idiota que probablemente tú mismo hagas explotar el núcleo. Y créeme, no habrías podido vencer a Metal Knight, lo único que hubieras conseguido es ponerlo a la defensiva y adelantar su plan. Se nos habría ido de las manos, peor que ahora. ¿Qué no ves que te habría confinado y debilitado de todas formas? Y si su famosa toxina no hubiera resultado justo como autorizó Agoni, gracias a mis sugerencias por cierto, habrías muerto. Me aseguré de que no lo consiguiera, ¿sabes? Deberías estar muy agradecido por todo lo que he logrado para que estés aquí, ingrato. Pero eres idiota.

—¡Suficiente!, ¡puedo hacer esto solo! —recalcó enfurruñado y con una vena sobresaliente en la sien. Era imposible que su acostumbrada insolencia no le colmara la poca paciencia que tenía.

—¿Ah, sí? Pues hazlo —sonrió ampliamente—. Si sólo persigues a la Epicadus heterogaster y luego le sueltas uno de tus golpes ridículamente potentes, harás que el planeta explote. ¿Es lo que quieres?, ¿matarnos a todos?

Saitama se quedó callado.

—Eso pensé.

A medida que avanzaban, el agua se tornaba más densa y corrosiva, y eso sin mencionar el desquiciante aumento de presión en las profundidades.

—¿Qué forma tiene?

—Ya lo dije, es muy similar a una Epicadus, sólo que ésta es parte quiróptera y semi-invertebrada.

—...Ajá.

—No tienes ni idea de lo que es, ¿verdad? Y dices que no eres idiota —citó la última frase apenas disimulando una risita maliciosa—. Como sea, ¿quieres darte prisa? ¡Vamos muy lento!

ENCUENTRO INUSITADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora