Irrumpir en la tienda de campaña para asesinar al alienígena debía ser una tarea fácil y rápida. Segundos antes de precipitarse, el ninja formó una imagen mental de los puntos clave donde sus armas atravesarían al incauto. No podía desaprovechar la insuperable ventaja de un ataque sorpresa, pues si el alien imitaba el cuerpo de un humano entonces también conservaría algunas de sus debilidades. "Velocidad y puntería", fueron las simples palabras en su mente que dieron rienda suelta al proceder casi a ciegas de su imprudente osadía.
Consiguió que la oscura silueta de su enemigo fuera parcialmente iluminada al hacer un corte en diagonal en el telar de la tienda. La primera estrella de metal debía traspasar la yugular, mientras que las siguientes servirían para frenar cualquier ataque antes de comenzar una lucha física en la que su capacidad languidecería sin remedio. Confiaba en Stinger como refuerzo. No obstante, y para su enorme sorpresa, éste se interpuso entre su objetivo y el shuriken que ya había sido lanzado.
—¡Mierda! —blasfemó al recibir el impacto en su pecho.
—¡¿Qué demonios...?! —arremetió contra su amante, desquitando la ira por el susto que le había dado, y éste esquivó el puñetazo que por poco y le destroza la mandíbula.
El agredido arrancó la estrella de un tirón y notó que, además del molesto hilo de sangre, le había quedado una mancha verdusca con tintes amoratados.
—Eso me pasa por no advertírtelo —habló acuciante, sin pausa, mientras ejercía presión en su herida, usando la polera que no le había dado ni tiempo de ponerse encima—. No podemos matarlo o tendremos serios problemas, hay muchas cosas que necesito explicarte.
—Agradece que no atinara a uno de tus puntos vitales, idiota.
El falso Stinger sonrió. No dejaba de pensar que Sónico era encantador, hasta con esa impaciencia cargada de explosividad. Primero que nada, le reveló la habilidad telepática que tenían los de su especie, matizando algunas mentiras con verdades a medias. Le aseguró que si el —supuesto— alien no despertaba para comunicarse con su aliado, tendrían que vérselas con el peor y definitivamente más temible de los tres.
—Lo dices como si realmente pudieran acabar con nosotros —argumentó, confiado ante la obvia ventaja que tenían—. Ya sólo son dos contra cinco. Saitama y el tigre seguramente vencieron al otro loco, y nosotros estamos aquí perdiendo el tiempo.
—Lo dudo. Escuché que iría por Genos y se lo llevaría a un escondite en el sur. Sólo sé que Saitama se debilitará en cuanto llegue, aunque no tenga contacto con el alien. Tampoco hay catalizadores, pero no dijeron nada más al respecto, así que no tengo la menor idea de cómo funciona.
—¿Eso es posible? ¿Qué hay en el sur?
—Un desierto.
Sónico torció la boca con desagrado. Cada vez entendía menos y sentía que las oportunidades se le escurrían entre las manos cual líquido incontenible. Eso le irritaba.
—El somnífero lo mantendrá dormido lo suficiente para movernos —continuó el impostor, clavando la mirada en el verdadero Stinger—, debemos regresar a lo que quedó de la nave y conseguir los fragmentos que tanto les interesan.
—¿Qué? No sé de qué estás hablando—atajó—. ¿Fragmentos? ¿Qué fragmentos?
—Por eso querían recuperar la nave. No les interesa como vehículo para regresar al espacio. Tenían ocultos unos fragmentos de otras galaxias —frunció el ceño, recordando que lo que estaba a punto de decir era información reciente incluso para él, ya que se enteró esa misma noche, justo antes de poner en marcha el plan. Estar en el mismo bando nunca fue garantía de confianza total, aunque tampoco podía quejarse ya que suponía una ventaja indiscutible tener a alguien que se devanara los sesos ideando estrategias.
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ENCUENTRO INUSITADO
Hayran KurguSaitama planeó una excursión de entrenamiento especial en una zona restringida, y Genos decide acompañarlo. Lo que el rubio no sabe es que su maestro ansiaba un tiempo a solas, lejos de él para despejar su mente de los pensamientos que le atosigan...