CAPÍTULO 30. OPERATIVO EN MARCHA

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La aparición de un kaijin presupone una amenaza a la humanidad, en mayor o en menor escala, pero el protocolo por excelencia siempre ha sido su erradicación inmediata. Rara vez se procede a un confinamiento, dado los riesgos que supone albergar a un ser carente de juicio y moral. Por tanto, es bien sabido por los ciudadanos que la edificación destinada al encarcelamiento de los delincuentes alberga únicamente seres humanos, clasificados y distribuidos de acuerdo a la gravedad del delito que cometieron, así como su posición jerárquica y capacidades físicas o psíquicas en particular.

La superheroína Clase S rango 2, registrada con el pseudónimo "Tornado del Terror" fue encerrada en la mazmorra de rótulo 34Q en prisión. Una de las celdas especiales modificada por el mismo Metal Knight, capaz de inhibir el influjo psíquico de una esper.

—¡Sácame de aquí, maldita escoria! —vociferó la chica tras los barrotes—. ¡¿Cómo te atreves a burlarte de mí?!

—Te lo preguntaré una vez más —la voz mecánica del imponente robot de poco más de dos metros vibró con gravedad—. ¿Para qué quieres los fragmentos?

—¡Ya te lo dije!, ¡¿eres idiota o qué?! ¡Pensaba investigarlos igual que tú! —sus mofletes se inflaban en cada rabieta—. ¡Sólo que tú eres demasiado tonto como para saber por dónde empezar! ¡Nunca haces nada bien!

Su cuerpo irradiaba el verdor refulgente de los poderes telequinéticos, desperdiciados en un vano intento por materializar algún ataque.

—Mientes. Pensabas arrebatármelos para proteger al héroe indestructible.

—No digas tonterías.

—¿Cuánto tiempo más pensabas seguir engañándome?

—Si estás tan seguro de que soy una traidora, ya deberías haberme matado ¿no crees? —sonrió confiada—. Adelante, ¿qué esperas? Cava tu propia tumba, tarado.

El robot no emitió contestación después de eso, dándole a Tatsumaki plena confianza de su falta de agallas para asesinarla sin la autorización de Agoni. Y por tanto, ella se mantenía firme, renuente a mostrar el más mínimo vestigio de miedo. Nunca, bajo ninguna circunstancia, sería una cobarde.

Los segundos transcurrían sin ningún cambio más que un ligero y extraño movimiento del robot, una especie de fallo en la programación que desembocó en un imperceptible espasmo, así como en el parpadeo del indicador de energía localizado a un costado. Pronto la heroína descubriría que el silencio del prototipo no había sido más que una reacción involuntaria por algo más, algo fuera de su control.

Las diminutas luces esféricas agrupadas en su rostro se fueron opacando paulatinamente hasta apagarse. Y finalmente, el robusto molde de metal se precipitó contra los barrotes, provocando que los nervios de Tatsumaki se crisparan mientras la disonancia del chirrido hacía eco en las paredes de la celda.

Dominada por la incertidumbre, esperó cualquier señal que le indicara qué había ocurrido. Su mente barajaba las posibilidades tan rápido como podía, pero no lo suficiente para llegar a comprender por qué de pronto el sistema del androide había colapsado.

En pocos segundos volvió a reestablecerse. Observó cómo se incorporaba sin la mayor dificultad, y por primera vez le fue imposible disimular su desconcierto, ansiando el resurgir de la voz mecánica. Algo que no sucedió.

—...Le hace falta aceite a tu chatarra. —El fulgor de las luces rojas parecían escanearla—. Está tan oxidada que apuesto a que podría destrozarla de una patada.

ENCUENTRO INUSITADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora