CAPÍTULO 36. CASUALIDAD O PROPÓSITO

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—Luce como una salamandra con cresta —murmuró una heroína Clase B desde una posición rezagada, a la espera de una orden.

—Pero, ¿qué son todos esos colores brillantes en su piel? —cuestionó un compañero suyo, admirado por el contraste en la oscuridad de la noche—. ¿Es mi impresión o cambian cada vez que...?

«¡Primer contingente, flanco izquierdo! ¡Segundo contingente, ataquen a la cabeza!», instruyó el encargado de la operación, Sweet Mask, con garbo imperioso.

La quimera-anfibio poseía una lengua gelatinosa en forma de aguijón, y con ella perforaba a sus víctimas para luego enroscarlas y engullirlas. Procedía a una velocidad espeluznante, pero los superhéroes encomendados a eliminarle habían sido suficientemente cautelosos. Casi ninguno daba un paso en falso, porque a aquellos que cometían el más mínimo fallo les esperaba una muerte segura.

«¡Elementos especiales de refuerzo, ya saben qué hacer!».

—Vaya que esa cosa es gigantesca —declaró Metal Bat, demostrando admiración.

—Ya sabes en qué momento debemos atacarle —le recordó el Chico Emperador.

—¿Lo dices porque temes que te deje atrás? Soy envidiablemente rápido —bromeó presuntuoso.

La señal era un cambio de color a tonos fríos que brotó como un salpullido de manchas muy tenues al principio, pero que en poco tiempo afianzó en un fulgor iridiscente.

El Chico Emperador fue el primero de los dos en moverse, acertando con su tentáculo metálico a una diana amarillenta alrededor del cuello del anfibio.

—¡Mierda! ¡No funciona! —exclamó Metal Bat luego de un ataque sucesivo que al parecer no surtía ningún efecto.

—Es porque no efectúa más de una función interna y le da tiempo a protegerse antes de contraatacar.

—¿Cómo?

—¿Acaso no viste la gama completa de sucesión de colores? Es más que obvio.

Metal Bat lo tomó como un agravio malintencionado a su inteligencia, pero antes de que pudiera reclamar cualquier cosa, el niño agregó:

—A pesar de su tamaño tiene un estómago muy débil. Por ello se asegura de matar a sus presas primero, atravesando sus órganos vitales. Necesitamos que se trague algo vivo, algo que luche y le cueste digerir. Así, cuando cambie de color... —se vio obligado a evadir unas burbujas de plasma, seguidas por una serie de llamaradas en el fuego incandescente que anunciaba el cambio drástico de color a unos tintes cálidos y terrosos.

Una buena parte de las plantas al alcance de las llamas se vieron seriamente afectadas, sin importar que se hiciera todo lo posible por evitarlo.

—Lánzale todo tu arsenal de artefactos raros que guardas en la mochila, de seguro sufre una buena indigestión —golpeó con su bate la lengua, que se había soltado en un raudo latigazo en dirección a su cintura, y era extremadamente delgada en la punta. Sólo un metro de grosor no tenía comparación con el resto.

Había faltado muy poco para que le atinara a un punto vital, con esa increíble precisión, pese a la altura del ávido monstruo.

—No seas tonto, no se tragaría nada de esto ni ofreciéndoselo. Tendría que lanzarme yo mismo a esa cavidad maloliente, y te apuesto a que me digiere tan rápido como a una hormiguita.

El silbido del viento fue lo único que anunció la presencia del pelinegro que se interpuso entre ambos superhéroes, plantándose con grácil ligereza, mientras observaba a la quimera con especial atención.

ENCUENTRO INUSITADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora