3.✡

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Intenté relajarme mientras el pastor de la iglesia hablaba sin parar. No era que no me interesara...de hecho, desde que me di cuenta de que Sarahí está totalmente interesada en el tema de la Biblia, yo también me comencé a interesar. Pero vamos que hablar de "perdonar a otros" es algo que siempre me habían dicho en mi crecimiento y que por tanto, me parece algo aburrido. Si fuera poco, la ansiedad y los nervios, me estaban comiendo vivo.

-¿A qué hora llegarán a la casa?- Preguntó mi papá, despejándome un poco de mis pensamientos agitados.

-Como a las...no sé, la verdad- Afirmé.

-Para preparar todo. Tienes que darle una buena impresión- Me guiñó un ojo y centró su vista nuevamente hacia el frente, donde el aburrido pastor hablaba sin parar.

-Solo somos amigos...-Dije casi sin fuerzas.

-Como amigos se empieza- Contestó y sonrió.

Estaba a punto de reclamarle...pero no había razón. Había algo en mí que sabía que no quería que solamente fuésemos amigos...es más, me hubiera encantado poder ser más que solamente amigos.

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La prediación, después de un millón de años, por fin acabó. Me levanté en velocidad inhumana y salí corriendo a salir rápido del atrio. Esperé ahí como un minuto (que pareció una eternidad, casi tanto como la predicación) y en eso, salió Sarahí. Estaba deslumbrante con un vestido que de seguro, hubiera enseñado de más de no ser por unos pantalones blancos que llevaba por debajo. Me quedé embelesado por su presencia y sentía como las manos me sudaban frío.  Tragué saliva varias veces y por más que le ordené a mis ojos despegar la vista de ella, no aceptaron y me quedé mirándola, probablemente como un maldito enfermo.

-Te vez bastante linda...-Dije sin pensar y me ruboricé como por millonésima vez en su presencia. Gracias a Dios, ella no sentía que yo era un maldito acosador o algo parecido.

-Muchas gracias, que lindo- Sonrió.

Obviamente no me iba a decir que yo también me veía bien...seamos honestos, me vestía horrendo. Llevaba una asquerosa gorra para ocultar mi cabello grasiento, unos tenis que tenía desde que tengo memoria, unos pantalones manchados y la misma maldita camisa del domingo pasado, ya que era lo más elegante que tenía. Estaba abochornado. Muy abochornado.

Estábamos listos para empezar la cita...si, me atreví a pensar que era una cita como el enfermo, soltero y virgen que era. La llevé a mi carro y me di tremenda golpiza mentalmente por no haber recogido nada. Todo se veía espantoso...horrendo. Me dio tanta pena, que intenté quitar algunas cosas y lanzarlas para los asientos traseros. No sirvió de nada, pues seguía viéndose como un típico desastre masculino. Sarahí...Sara, pareció no importarle, pues ni un gesto de asco hizo. Se quedó sonriendo y cuando volteé a verla, se mordió el labio...¿Qué significará que se mordiera el labio? ¿Ella sabría que lo hace?

Arranqué el auto y comenzamos a ir rumbo a mi casa. En el camino, comenzamos a hablar sobre algunas cosas deprimentes de mi familia y algo que me interesó mucho más: noviazgo. No podía creer lo monja que era ésa chica. Ella no quería tener novio ni nada parecido, pues creía que esas eran "impurezas" y que solamente estaba interesada en un noviazgo para prepararse al matrimonio. Yo tuve que decir que estaba de acuerdo con su forma de pensar, ya que no quería decirle la triste realidad de que yo era el repelente vivo de mujeres y que no tenía ninguna relación porque ninguna fémina se me acercaba. Entre chiste y chiste, llegamos a un tema de conversación bastante interesante...la virginidad. Ella (como era de suponer) era virgen y me dijo que hasta el matrimonio. Pensé por un momento si se atrevería a perderla aun estando casada. Noté como trataba de cambiar de tema y me gustó que la virginidad y cualquier cosa relacionada con el sexo o amor en general, la pusiera tan tensa e incómoda. Ya no se encontraban chicas así de inocentes mentalmente.

De virgen A eróticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora