24.✡

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Un año después.

-¡Y corte! -gritó el director.

Lali se fue a limpiarse todo mi semen que tenía en su abdomen y a mí me pasaron una bata de baño. 

Ya era más que experto en las escenas sexuales. Ya me había memorizado cómo empezar y cómo acabar. Lo último que tenía era pudor, pues ya había experimentado con mujeres, hombres, tríos, orgías, de todo un poco. Inclusive, el sadomasoquismo. Ya estaba pervertido de pies a cabeza y ¿qué creen? Nada me importaba. No como antes.

Estaba eternamente agradecido con el trabajo, pues gracias a la paga en exageración, mi hermano pudo aliviarse con los tratamientos más costosos. Fue un proceso leeento, pero graicas a Dios, ya estaba dado de alta y empezaría a trabajar en unos meses más. Aunque le dije que no debía trabajar, él tercamente optó por conseguirse un trabajo y pagarnos a mi papá, mi otro hermano y a mí todo nuestro esfuerzo. Decidimos dejarlo hacer lo que él quisiera.

Mi relación con Melody iba mejorando favorablemente. Desde que nos mudamos juntos, nuestra relación se hizo más fuerte. Todavía me faltaba un poco para caer completamente enamorado de ella, pero por ahí iba. Y ni se diga del sexo que teníamos que de pura maravilla, no había quedado embarazada. Lo que verdaderamente me gustó de ella fue que tanto ella como yo, no nos queríamos casar. Así que básicamente estábamos en unión libre y nos encantaba, pues no había compromisos legales pero sí emocionales. Bueno, ni tanto porque ella seguía follando al igual que yo. Era parte de nuestro trabajo y de nuestra vida.

 La verdad era que no quería casarme... antes sí pero aquella chica que ya la veía solo en mis más borrosos recuerdos y que fue la única que me motivó a casarme en la iglesia, ya no estaba. Se fue con mis ganas de estar sujeto a alguien para siempre y por ende, Melody y yo decidimos nunca casarnos. Solo sexo y quizá un hijo perro.

Por último, yo entré a la universidad y opté por la carrera para ser entrenador de gimnasio. Amaba el ejercicio pues sin él, no tendría nada de lo que tenía ahora. Así que decidí meterme a una escuela en la cual, no estaba Melody;  pero el tiempo que no nos veíamos en la mañana, lo compensábamos bastante bien en la noche.

-Osito -Melody se acercó una vez que tenía puestos mis jeans de mezclilla negra -Te presento a Dayana. La conocí en la tienda de lencería. Ella me ha ayudado a comprar toooda la ropa interior que tanto te encanta.

Mi miembro se endureció al acordarme de Melody en lencería negra de encaje. La chica tenía unos ojos verdes increíbles. Su delineado era exageradamente negro y grueso al igual que todo su maquillaje. Solo le faltaba el cabello de color exuberante para poder ser la típica chica rebeldona.

-Pues déjame decirte, Dayana, que has hecho un trabajo excelente -sonreí de un lado.

-¡Lo sé! Soy excelente en eso. De hecho, a eso vine, a promocionar nueva lencería para las estrellas porno -explicó.

Mientras ellas hablaban, yo opté por tapar mi desnudo torso con una camiseta negra de tirantes. Me encantaban esas camisetas porque revelaban mis músculos que cada día crecían más y más.

-Oye, osito -Melody me habló una vez que Dayana se fue a ofrecer sus piezas a las estrellas porno -¿crees que me podrías hacer un favorsote? 

Sus pucheros siempre lograban convencerme y por eso, los usó en ese instante. Eso significaba peligro, pues ella solo los usaba en un caso de emergencia.

-¿De qué trata? -pregunté poniéndome unos calcetines.

-Pues... en la escuela, hay una chica que se llama... ni me acuerdo de su nombre, pero le decimos la virgen Guadalupe. Es una chica virgen que literal, se viste como si estuviéramos en un instituto de monjas. Quiero que vea a este semental que irradia sexo ¿síiii? -usó otra vez esos pucheros.

De virgen A eróticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora