Melody Woolf. La cruel, vil y maldita Melody... ¿quién diría que esa horrible mujer antes era una dulce niña?
Laura Williams mantenía a la familia Woolf, pagando todos los gastos y cumpliendo los caprichos de sus hijos y de su propio marido. Bueno, aunque le costaba bastante comprarle cosas a la pequeña y aplicada Melody, quien era alabada por todas las personas por su gran inteligencia y su don de siempre sacar dieces y estar en cuadro de honor aún estando en una escuela de paga en donde los estudios eran superiores y avanzados a los de otras. Su letra, sus apuntes, sus exámenes, sus libros, todo estaba perfectamente ordenado y con una letra que parecía impresa de lo hermosa que era y la paga de ello eran medallas con reconocimiento.
Lauraó, incapaz de soportar un momento más a la famosa y adorada Melody, huy con Carlos, el hermano menor de Melody cuando ella tenía simplemente diez años. Laura siempre le tuvo envidia a Melody. La odiaba. No la podía ver y los golpes que le daba eran la prueba de ello. Todos los chicos querían a Melody, le mandaban cartas perfumadas, rosas, peluches y una variedad bárbara de dulces. Laura no pudo soportar tener una hija más querida que ella y menos que su esposo cuidaba y defendía a Melody con uñas y dientes. Así que se largó de la casa llevándose a Carlos con ella. Melody se sentía tan mal, tan culpable y más cuando veía a su papá llorar todas las noches, las mañanas y las tardes por su esposa Laura. Ella lloraba con él y aunque él le juraba que todo estaría bien, supo que era el principio de los problemas.
John Woolf era más pobre que los indigentes. Trabajaba en un pequeño puesto donde arreglaban zapatos. Así era: él era el que trapeaba y mantenía todo limpio. Se maldecía todos los días por haber dependido del dinero de Laura desde que eran novios. Él juraba ser eternamente millonario, pues Laura provenía de la alta sociedad. Cómo cambiaban las cosas, se decía una y otra vez mientras trapeaba los sucios pisos.
Melody en cambio, quería ayudar a su padre de la forma que fuera. Cuando Laura se fue de su casa, ella sabía que papá no sabía hacer nada. Ella quería ayudarlo y ayudarse, así que comenzó a salir con chicos ricos, aprovechando toda su belleza natural. Cuando su papá le anunció que no podría seguir pagando el colegio, ella supo que sus ligues multimillonarios se habían acabado y más si se encontraba en una escuela gratuita.
Pero se equivocó.
Comenzó a salir con los maestros. Se convirtió en una experta coqueteando con personas mayores; tan seductora se había convertido que llegó a gustarle al mismo director, Marcos. Él ayudó bastante a su padre, dándole un trabajo en la escuela en donde simplemente tenía que dar informes acerca de la escuela. Le pagaban el doble a como le pagaban en el horrible y claustrofóbico puesto de zapatos y padre e hija se vieron demasiado gratificados con Marcos. Más Melody, que le pagaba dándole unos cuantos besos con sabor a fresa por su brillo de labios.
Por fin podían pagar la luz y el agua y el gas. Pero aun así, no pudieron seguir en la casota en la que vivían. Tuvieron que venderla... ah pero claro, el dinero se fue para la señorita Laura Williams. Ni un centavo cayó en los dedos de John. Melody lloraba todos los días en la escuela y cuando el director Marcos se enteró que su pequeña y bonita Melody estaba llorando nuevamente por la economía, él le dio un cheque de cien millones de dólares.
Eso bastó para que la dulce e ingenua Melody creyera que estaba perdidamente enamorada de Marcos. Sentía maripositas en el estómago cada vez que lo veía y su boca se secaba. Sentía sus palmas de la mano sudar y tenía la extraña sensación de querer esconderse. Estaba enamorada y no le importaba la edad, le importaba el gran corazón que él tenía para poder ayudar a su papá.
Pero su corazón joven sufrió el peor de sus rompeduras al saber que Marcos estaba casado y tenía otra novia. Melody era la tercera en la lista... no era nadie. Se pasó los próximos meses llorando, dejando de comer y vomitando pura bilis. Odiaba sentirse así de poco querida...justamente como con Laura.
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De virgen A erótico
Fiksi RemajaÉl era lindo, callado, cariñoso y único en su especie. Él, era la imagen perfecta de la ternura, inocencia e incredulidad. Él, no le hacía daño ni siquiera al polvo que volaba entre los aires. Su único amigo era el televisor y sus mejores amigos, lo...