Parte 15

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Arqueé las cejas.

―Tenía la esperanza de tener una conversación sarcástica esta noche.

―Está mi hermano allí. Lindo vestido, por cierto. Recuerda llamar a tu conductor al salir.

―Lo tengo considerado, mamá.

Rió.

―¿Participaste en las citas subastadas?

―Mi nombre está ahí, no sabía lo que era ―reí.

―Ah, no estuve ahí para advertirte. Prepárate, puede comprarte cualquier persona.

―Vamos, será divertido.

―Gran parte del evento es la subasta de citas, ¿Sabías?

―No vengo mucho a esta clase de eventos, sólo estoy ayudando a mi mamá.

―Pásatela bien, Bancroft, disfruta tu cena con un viejo verde.

―Lo haré.

―No lo decía enserio.

Le corté.
Ya estaban sirviendo el plato de fondo.

―Llenen las copas vacías ―le dije a la gente del bar. Quienes sacaron un carro con distintos vinos.

Recibí un llamado de mamá.

―¿Todo bien?

―Todo está excelente, me gusta.

―Me encontré con Danny aquí. Vaya sorpresa.

―¿Qué tal todo por allá?

―De maravillas. Dime que no te inscribiste en la subasta de citas.

―Lo hice, no me dijiste que era y que habría ―me quejé.

Rió.

―¿Vas con la espalda descubierta aún?

―Sí, hace un calor terrible aquí.

―Apuesto a que sacarás bastante dinero.

―Gracias por advertirme.

―No es tan malo.

―Te veo luego, ma, tengo que revisar los postres.

―Bien. Adiós, querida.

Rato después, subió aquella vieja mujer al escenario. Comenzó a tocar un pianista.
Me acerqué al lugar donde ella me indicó. Había cinco chicas allí.
Todas eran muy bonitas. Todas eran rubias.

―Queremos agradecer a estas bellas señoritas, quienes se ofrecieron esta noche para subastar una maravillosa cita, auspiciada por el hotel Garden Inn. El piso para llevarse el valioso tiempo de estas hermosas damas es de mil doscientas libras esterlinas. Les recuerdo a todos ustedes que no existen topes y que el mejor postor debe presentarse con un regalo a la cita.

Mil doscientas libras es mucho dinero.
Me senté en la silla que tenía mi nombre.
Estaba nerviosa. Yo no tenía mucha gracia.

―La primera bella dama que nos acompaña esta noche se llama Stacey Forkes, tiene veinticinco años y estudia arte en Cambridge. Stacey gusta de viajes al extranjero, obras de arte moderno y caminatas tranquilas por la tarde.

Fue realmente aturdidor ver que se subastó en treinta y un mil libras esterlinas.
Rita, quien seguía después de Stacey, se subastó por treinta mil.
Jenny, se subastó por cuarenta y cinco mil.
Gwen, por otros cuarenta mil.
Elizabeth, se subastó por cincuenta.
Todas eran chicas muy habilidosas y hermosas. Todas eran mayores que yo. Todas estudiaban algo relacionado con cultura.
Llegó mi turno.

―Esta chica que viene ahora es representante de la productora de eventos Monique Bancroft. Su nombre es Grey Sky Bancroft, tiene veintiún años y estudia Ingeniería Civil en la universidad de Oxford. Grey gusta de los animales, las series televisivas de ciencia ficción y suspenso y del café intenso por la mañana.

Lo que escribí acerca de mí no se parecía a lo de las otras chicas.
Iba a ser un desastre.

―Cuarenta mil ―dijo un tipo, levantando la paleta.

―Cincuenta mil ―dijo otro.

―Cincuenta y cinco mil ―dijo otro.

―Sesenta mil ―dijo el primero.

―Sesenta y cinco mil.

Estaba asustándome.

―Ochenta mil ―dijo un chico de mi edad, levantando su paleta.

―Ochenta y cinco  mil ―dijo el primer tipo que habló.

―Noventa mil ―dijo de nuevo el chico de mi edad.

―Noventa y cinco mil ―dijo de nuevo el primer tipo.

―Cien mil ―dijo de nuevo el chico de mi edad.

No entendía lo que estaba ocurriendo.
Miré a las chicas que se habían subastado, nadie entendía.

―Doscientos mil ―dijo alguien, entrando al salón.

Era Danny.
El chico de mi edad sonrió al mirarlo.

―Trescientos mil ―dijo.

―Cuatroscientos mil.

Sonreían entre ellos. Era su hermano con quien competía Danny.

―Cuatroscientos cincuenta mil ―dijo.

―Quinientos mil ―dijo Danny.

Me sentía muy incómoda.
Danny se sentó junto a su hermano, quien dijo otra cifra.

―Quinientos cincuenta mil.

―Seiscientos mil.

De pronto, jugaron 'piedra papel o tijeras'. Ganó el hermano de Danny.

―Setecientos mil.

Danny no discutió más.

Miré a la mujer.

―Setecientos mil entonces, a las una... a las dos... a las tres. Vendida al señor de la paleta ciento uno.

Ni ella entendía lo que acababa de pasar.
Bajé del escenario con cuidado. Intenté no mirar a nadie.

―Por favor, quienes se hayan adjudicado las citas, acercarse a la caja que se encuentra junto a la entrada.

Se oía confundida.

―Mientras, las chicas participantes, esperen en esta zona mientras tomamos sus datos y luego se encontrarán con sus acreedores para coordinar la cita.

Me pidieron varios datos. Mi número de identificación, mi dirección, mis datos de contacto, mi número de cuenta bancaria y me pidieron firmar una forma.
La subasta había incomodado a todo el mundo.
Los que compraron se acercaron a donde estábamos todas.

―Hola, soy Andy.

―Soy Grey.

―Lo sé. ¿Quieres beber algo?

―No, estoy trabajando.

―¿Qué te parece la cita en viernes? ―preguntó.

―Claro.

―¿Querías que ganara mi hermano?

―¿Qué es lo que acaba de ocurrir?

Rió.

―Secretamente donamos más en este evento anual ―dijo―, no te angusties. Danny insistía en comprar tu tiempo, pero creo que también me interesa.

Novios Falsos 1: Nunca dices lo que sientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora