Parte 25

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―Sabes que no. 

―¿Por qué aceptaría esto entonces?

―¿Accederías a tener sexo si te digo que sí? ―dijo, haciendo una mueca.

Negué.

―Entonces, puedes tener una dulce noche en el hotel, tener un desayuno maravilloso, y volver a casa por la mañana.

―¿Qué hay de nuestra cita? ―le pregunté.

―No lo sé, tengo que inventar algo. 

Miró hacia arriba disimuladamente. Susane miraba desde la mesa en donde estaba él antes, arriba.

―Sí está mirando. 

Miré, ya no estaba. De pronto, la vi bajar las escaleras metálicas desde el tercer piso.

―Viene hacia acá ―le susurré. 

Entonces me besó.

―Debes hacer algo convincente ―logré decirle.

Entonces bajó al cuello, mientras ponía su mano en mi cintura.

Me dio algo inmediato, no por el cuello, si no que la cintura era algo sensible para mí. No estaba acostumbrada a ese contacto.
Gemí despacio.
Me miró. Lo miré en ese mismo momento.
Sonrió.
Siguió besando hasta llegar al hombro, y la vi llegar al primer piso. Estaba direccionada hacia nosotros.

―Cariño, vamos a la habitación ―dije, sonriendo.

Él se levantó, y me levantó después. Me abrazó por la espalda, y me besó de nuevo en el cuello. Le tomé la mano, y lo llevé camino al hall central del hotel. Cuando vi a Susane, dije:

―Hola, Su, un gusto de verte, nos vemos.

Pude ver su cara de odio. Llegamos al ascensor. Ella estaba acercándose a nosotros. Salvo el tipo de la recepción, no había nadie más allí que nosotros tres.
De pronto me puso contra el muro, y me besó. Comencé a subir mis manos hasta su hombro, las detuvo y me inmovilizó contra el muro como en el auto. 

―Me estoy enamorando de ti ―dijo, deteniéndose.

Susane se detuvo al oír eso.
El ascensor llegó, me tomó en brazos y me subió hasta allí. Logré ver el rostro de la chica, se veía molesta y destrozada.
Me bajó una vez dentro, me fui hasta el fondo, alejándome de él. Necesitaba espacio.

―¿La amas aún? ―le pregunté.

Me miró.
Negó.

―¿Entonces?

―No puedes echar a la basura seis años así nada más, Grey. 

―Yo lo hice con cuatro. Dos más sólo es más de lo mismo.

Llegamos al piso nueve, me bajé del ascensor. Saqué la llave, abrí la puerta. Era una habitación hermosa. Pequeña, pero completa.
Me quité los zapatos con cuidado, y me quité el pasador del cabello. Se soltó. 

―Quédate quieta ―dijo.

Y no me moví.
Llegó hasta mí. Levantó mi brazo. Había algo de sangre allí.

―Creo que te hice daño.

Y vi la aguja, de nuevo. Cerré los ojos, apretando mucho los párpados.
Fue al baño, buscó el botiquín y volvió a limpiar hasta que dejó de sangrar. Golpearon la puerta.
Danny fue a ver por el ojo de la puerta. 

Novios Falsos 1: Nunca dices lo que sientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora