Parte 36

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Acabó de bajarlo. No había ropa interior.
Me besó el hombro, y luego se alejó de mí, mientras se quitaba la ropa. Se sentó en la orilla de su cama luego de apagar la luz.

―Lindo trasero ―dijo, desde su lugar.

Me volteé, ya estaba completamente desnudo. Fui a sentarme en sus piernas, pero él hizo que le diera la espalda. Abrió mis piernas con las suyas, y comenzó a tocarme.
Gemí despacio.

―Estás muy tensa ―dijo.

―Ha sido una noche algo torcida.

Sonrió. Buscó su sudadera, sacó una caja de dulces pequeños que duraban cinco minutos.

―Abre.

Abrí la boca, echó varios ahí.

Luego siguió tocándome. Lo detuve. Me volteé. Lo hice hacia atrás y me arrodillé, apoyándome en sus piernas. 
Me dio el preservativo. Lo había sacado sin que me diera cuenta.
Lo abrí con cuidado, y lo puse.

―Nunca lo he hecho arriba ―dije susurrando―, tendrás que comprender si no me va bien.

Acomodé el asunto, sólo tenía que presionar hacia abajo, pero era un poco doloroso.

―¿Necesitas ayuda? ―preguntó.

Lo miré.
Y lo hizo desde abajo. Di un gemido.

―¿Estás bien?

Asentí.
Me moví despacio al principio. No paraba de mirar su rostro. Al parecer estaba disfrutando.
Recordé un video de Nicki Minaj, y comencé a moverme como cuando hacía aseo en casa y la escuchaba. Mamá siempre se reía de eso.
Gimió.

―Más fuerte ―susurró.

Comencé a presionar más al bajar, intentaba ir rápido, pero era bastante cansador.
Él gimió.

―Ay, Grey, para.

Me detuve. Él se quedó quieto y luego se clavó desde abajo y con sus brazos me presionó hasta él.
Gimió de nuevo.
Fueron menos de dos minutos.
Me dio una vuelta rápida y se apartó de la cama. Fue al baño.
Volvió sin el preservativo.

―Lo siento, no sé qué pasó ―dijo―, no me había pasado jamás.

―Es agotador ―me quejé.

―Otra vez.

Se acostó otra vez en la cama luego de sacar un preservativo, tuve que tocarlo un poco antes de ponerlo.
Volví a sentarme sobre él, volví a hacerlo como anteriormente.

―Dios, ahí viene.

Y lo hice más rápido y más fuerte. Él se clavó en mí de nuevo, y yo presioné más hacia abajo.
Gimió de nuevo.
Me acosté a su lado.

―¿Lo harías otra vez? ―me preguntó, agitado y sonriente.

Asentí.
Lo dejé poner sus manos sobre mí. No costó mucho que volviera a calentar su motor.
Hice todo tal y como la vez anterior.

―Vamos, Grey ―susurró.

Sin embargo, duró más de lo que tenía pronosticado. Me detuvo, me dio una nalgada y luego hizo que me levantara. Me dejó debajo de él, y comenzó a hacer el trabajo. Tomó mis piernas y las dejó sobre sus hombros. Comenzó a presionar. Luego, comenzó a acercarse a mí desde su lugar, sentía que me llenaba completamente.
Gemí.
Sonrió.

―Vamos, Grey...

Se acercó más y más entre penetración, y cuando llegó a besarme, pasó.
Me quedé quieta, con los ojos bien abiertos, y me encogí por dentro.
Lo hizo un par de veces más, y lo sentí de nuevo, y de nuevo...
Después soltó mis piernas, y fue a besar mis pechos. Y lo sentí de nuevo.
Siguió haciéndolo hasta acabar.
Se quedó sobre mí, y luego fue al baño.
Me quedé ahí, quieta, con la respiración entrecortada y totalmente agotada.
Al salir, fue por su ropa interior, y fue a mi cajón, a buscar un pijama.

―Novia sexy ―dijo―, ven aquí.

Hizo que me sentara y levantara mis brazos. Puso el pijama por mí y luego me arrastró hasta que apoyé mi cabeza sobre las almohadas. Me dormí antes de que él fuera a su lado de la cama.

Sonó la alarma a las seis.
Estaba muy cansada.
Me levanté sin despertarlo, y entré a la ducha.
Al salir, noté que mis costillas comenzaban a notarse.
Él entró al baño.

―¿Un rapidito?

Me colocó contra el lavabo, y comenzó a hacerlo desde atrás.

―Eres un tramposo, ya venías listo.

Sonrió.

―Es que cuando despiertas por la mañana la naturaleza te dice algo.

Era duro conmigo.
El preservativo sonó.
Salió.

―Ah, se rompió.

Se lo quitó, y continuó sin él.

―¿Has tenido sexo sin globito?

Negué.
Y siguió.

―Me odiarás.

Luego del sexo, él estaba en la ducha y yo sentada en el inodoro, intentando botar su descendencia.
Dolía.
Cuando acabé, él salió de la ducha.

―¿Quieres otra vez? Eres insaciable, Bancroft.

Me llevó hasta la cama, y lo hizo desde atrás otra vez.
El sexo con él era agotador.
Me vestí, y bajé. El ama de llaves tenía el desayuno listo.

―Señorita Grey, ¿Quiere un café?

Asentí.

―¿Se siente bien?

―El trabajo y Danny me agotan ―dije, apoyándome en el mesón.

Y llegó Danny, poniéndose una playera.

―Buenos días, señor, ¿Desea el desayuno?

―Sí. ¿Sabes algo de mi madre y de Andy?

―Su madre se ha ido al trabajo hace diez minutos, y el señor André no ha salido de la cama, señor.

―Gracias.

Me dio unas tostadas.

―¿Queda algo de pastel?

―Sí, sólo de chocolate ―dijo.

―Dale un poco a Grey.

Luego de desayunar pasamos a mi casa, saludó a mi familia y tomó algunas de mis cosas.

―¿Qué?

―¿Por qué te llevas mis cosas?―le pregunté.

―Dormirás en mi casa mientras ese bastardo esté libre.
Estaba agotada.

Fuimos a clases. El salón estaba lleno de hombres vestidos de negro afuera, y otro estaba en la puerta por dentro.
Cuando fuimos a la cafetería nos siguieron todos ellos. Saludé a Sonny.

―Buenos días, Grey. Siento lo de tu video ―dijo.

Arqueé las cejas.

―¿Qué video?

Novios Falsos 1: Nunca dices lo que sientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora