Capitulo 1

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Aviso: Los primeros capítulos están muy mal escritos, a partir del capítulo 10 está más leíble. Lo editaré en cuento tenga tiempo.

Estaba sentada frente a la pequeña ventana de mi apartamento, observando como aquel camión de mudanzas y aquellos señores, bajaban mueble tras mueble, electrodoméstico tras electrodoméstico y caja tras caja.

Aquel camión de tamaño gigante, llevaba alrededor de dos horas plantado en la acera de la calle de mi edificio; por no comentar que esa gente subía las escaleras como simios y dejaban el mueble de golpe contra el suelo del piso de al lado.

Sí, tengo vecinos nuevos.

La antigua parejita de ancianitos se marcharon hace varios meses, desocupando el lugar.

Ahora, los futuros dueños del apartamento de al lado, no daban ni presencia en toda la mañana de la mudanza.

En cada planta de este pequeño edificio, hay dos apartamentos, uno más grande y otro más pequeño. Como imaginaréis, yo me apoderé del pequeño.

Mi vista se volvió a conectar en el camión de mudanza, vi como cogían una cama, y otra. Después otra, otra y otra. Cinco camas de dos plazas.

Sí, cinco camas.

Supuse que mi cara sería máxima, ya que ahora mismo no sé qué pensar.

¿¡Cinco camas?!

Los hombres no paraban, parecía que el camión fuese el bolsillo de Doraemon. Sacaban mueble tras mueble, todo el rato.

Empecé a pensar que se les quedaría la casa muy pequeña con tanta cosa.

Un Todoterreno aparcó bruscamente sobre la acera haciendo un freno brutal y estruendoso.

De ahí dentro, cinco chicos bajaron corriendo, y en concreto, un chico castaño le gritó al señor que estaba controlando los muebles haciendo que éste encogiese la mirada y asintiera.

Los cuatro restantes siguieron al castaño claro y entraron al piso.

Para aparentar maduros, sus quejas sobre la falta de ascensor se escuchaba hasta dentro de mi casa.

''Que asco de escaleras''

''Me dará un patatús subir tres pisos todos los días''

''¡¡No os quejéis, panda de vagos!!''

Esos diálogos, -algunos con bastantes insultos- retumbaban las paredes de mi casa.

Estaba segura de que ni habían llegado al piso correspondiente, y ya estaban agotando definitivamente mi poca paciencia.

Soy una persona, en la cual me altero con lo más mínimo, y con cada cosa que me molesta, me es imposible callarme.

Sobre todo con chicas plásticas y falsas, me es totalmente imposible. Prácticamente odio todo aquello que proceda de ese tipo de gente.

Por supuesto, los chicos mujeriegos, inmaduros, pijos, ricos y maleducados, tampoco se salvan de recibir mis chillidos cuando me hacen explotar.

Ahora mismo, estoy aguantándome mis ganas de salir por esa puerta, chillárles hasta quedarme bien agusto y cerrar la puerta frente a sus narices.

Las quejas y más quejas se aproximaban hacia mi piso, y cada vez se les escuchaba mejor. Pero claro, mi paciencia ya estaba agotada.

Mi pobre almohada estaba siendo víctima de ser estrujado fuertemente por mis dedos y también, siendo golpeado bestialmente por mis puños.

Gruñidos y maldiciones ahora salían de mi boca.

Cogí la almohada y la aplasté fuermente contra mi cara para soltar un chillido.

Éste no se escuchó mucho debido a que el cojín amortiguó el fuerte sonido.

-Harry, esa no es nuestra puerta.

-Que sí, me dijieron derecha.

-Pero ésta es la izquierda.

-No, ésta es tú izquierda.

-El señor dijo izquierda -añadió una voz distinta.

-No, dijo derecha -replicaron otras dos voces.

-No, dijo IZQUIERDA -contestaron otras voces.

-¡Derecha!

-¡Izquierda!

Caminé -corrí- hacia la puerta hecha una furia.

-¡¡Esta es mi casa!! ¡¡La vuestra es la otra, idiotas!! -chillé.

Cerré la puerta con la furia que me quedaba. Pero volví a abrirla.

-¡¡No chilléis más!!

Ahora sí, cerré la puerta definitivamente y me lancé al sofá.

Malditos vecinos nuevos.

Why? (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora