XII: Herida

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Editado: 16 de agosto del 2018.

Hikaru:

Me desperté sin sentir la incomodidad del sofá o mis huesos quebrándose, no estaba en el sofá. Miré debajo de mí y estaba sobre sabanas arrugadas... Es decir, que estoy en una cama... La cama de Zero... Entre en pánico y grite abrazándome a mí misma.

— ¡¿Pero qué rayos te pasa tan temprano en la mañana?! —pregunto una voz media molesta y adormilada, supuse que era mi secuestrador.

— ¡Malnacido, devuélveme mi pureza! —solloce, no podía imaginar cómo llego a pasar esto, cómo llegue a esta cama.

¿Qué clase de somnífero habrán utilizado para que terminara aquí? Yo estaba con Zero. ¡Ese maldito me había vendido!

— ¿De qué diablos estás hablando monstruo de las croquetas?

Ah, era Zero.

—Mírate, estas igual que cuando te dormiste en el sofá. Solo te traslade porque te caíste y tengo la obligación de cuidarte hasta que dejes de ser tan imprudente —explicó y en efecto estaba en lo cierto, aún conservaba mis ropas y no sé por qué aquello me molestaba.

—Tal vez porque recibiste una visita anoche.

Me senté en la cama. No me inmute en mirarle, sabía que ahora me juzgaba.

— ¿De qué rayos hablas? —preguntó.

Yuuki —pronuncie lo último tratando de duplicar su voz.

Entonces lo vi tragar en seco.

— ¿Estabas despierta? —preguntó acercándose a mí con los puños apretados, la barbilla tensa y sus ojos fijos en mi rostro.

—Tienen que aprender a no ser tan ruidosos, tienen la delicadeza de un elefante al caminar. —Me crucé de brazos desafiándolo de la misma forma que él lo hacía.

Vamos, si quieres hacer esto un duelo de miradas no eres el único de ojos grandes.

— ¿Por qué no hiciste nada? —preguntó.

No soy ninguna mata pasiones para interferir en su calentura.

—Disculpa, no soy tu niñera ni ningún tipo de guardaespaldas para proteger lo que tú puedes evitar. Quiero decir, era ella o yo y no tienes una idea de lo nauseabundo que me resultaría la idea de... —guardé silencio inhalando con fuerza. Le deje saber con la obviedad que representaba la oración marcada en mi voz, él se echó para atrás casi inmediatamente—. Siendo honesta, tampoco es como si pueda meterme en medio de ustedes y decir: "Espera no la muerdas" —alcé mis manos como una heroína haría—. Tú eres libre de hacer lo que quieras, eso sí, le reportare al director lo ocurrido... Rayos, mi aliento apesta, ¿me puedes prestar pasta dental? No te me acerques mucho —comunique evitando volver a tocar el tema, yo era excelente saltando de un tema a otro.

Me levanté de la cama haciendo un moño desordenado y desaliñado.

—No, alto ahí. —No me permitió levantarme y me mantuvo en mi sitio colocando su mano derecha en mi hombro, empujando hacia abajo—. Ni creas que saldrás de aquí sin negociar tu silencio.

—Ah, ¿no? Mírame el trasero saliendo por esa puerta, te lo permitiré de forma legal terroncito de azúcar.

Le guiñe un ojo usando un tono dulzón apretándole la mejilla. Le empujé por el estómago con ambas manos con la fuerza suficiente, lo desestabilicé y me moví por debajo de su brazo. Corrí hacia la puerta de salida. Pero volvió a detenerme. Hoy era el día de los empujones, ya que me empujo contra la puerta chocando con la puerta a mis espaldas. No lo hizo con delicadeza ya que me hizo toser por el impacto.

No espere esa agresividad de su parte y sería una mentirosa si negara que me gusto. Un Zero rudo y dominante, que interruptor para calentar las cosas.

—De acuerdo, eso dolió —admití.

—Déjame explicarte algo... —susurro. Hizo una pausa escrutándome con la mirada—. Yo no estoy para más dramas ni para hacer que te diviertas. Tampoco para escuchar tu risa... a honestidad no te soporto —escupió casi en mi rostro.

Escuche algo romperse dentro de mí, no podía hacer que se diera cuenta de que tan profundo clavaban esas palabras en mi ser.

—Din-din~ —canté como campanita de concurso con respuesta correcta—. Pensé que nos llevamos cada vez mejor, ya sabes empezando a coincidir en ciertas cosas, compañero... —palmeé su hombro de forma amigable. Él junto las cejas alterándose de a poco—. Ahora si me permites, tengo que cambiarme y bañarme... Apesto a tus sabanas sucias.

—No te dejare ir hasta que prometas no abrir tu boca...

—Zero...

—No tienes derecho de llamarme por mi nombre, no nos conocemos.

Tuve que tragarme las palabras. Solo le observe como si estuviera loco, como el más grande mentiroso, imaginándome sacando la flecha del blanco en el que había pegado.

—Como si me importa lo que digas —sonreí y juré que se puso un poco rojo del enojo—. Zero-kun, estas en una situación en la que no tienes que estar amenazándome, en primera instancia no iba a decir nada...

—Si serás...

— ¿Hija de puta? Sí, pero no es como si tenga madre, no me importa. No me importa lo que pase entre tú y aquella pura sangre. Solo te advertiré, que si vuelve a pasar algo semejante y no en el dormitorio luna donde es común... Iré, aunque tenga que dejarte inválido a decirle al director, es mi última palabra —continúe—. Ahora muévete o te pateare. Seré la responsable de que tu trasero duerma en otro dormitorio.

No dijo nada y se apartó de mí dejándome salir.

El marcador había quedado:

Hikaru: 02 Zero: 02

Salí de su habitación y el pasillo estaba vacío, lo cual no me extrañaba, esta parte de los dormitorios no está ocupada. Salte por la ventana cayendo en el pasto con suma suavidad y me dirigí a mi dormitorio. El sol ni bien había salido, son tempranas horas de la madrugada y hace un frio soportable. Me encantaba este clima. Me recuerda mi "hogar".

Suspiro y miro el cielo perdiéndome entre las esponjosas nubes. El día de hoy mi corazón sentía pequeños pellizcos y no me resultaba extraño, las palabras de Zero se incrustaron en un sitio en el que nunca debieron de alojarse. Él no me recordaba... No lo podía culpar, era muy joven y no creo haber dejado una huella en su vida, ojalá hubiera sido reciproco.

— ¡Hikaru! —gritaron a mis espaldas.

Me volteé y me encontré a Sayori con el rostro pintado de alivio.

—Sayori —la salude feliz.

Ella salto encima de mí, haciéndome caer.

—No sabes lo preocupada que estaba, no volvías y por un momento pensé lo peor... —Su voz sonaba realmente preocupada.

Debo de discúlpame con esta persona.

—Lo siento, me perdí en la ciudad —mentí sonriendo y luego riéndome.

— ¡Estúpida, tuviste que haberme avisado así te hubiera acompañado! —grito golpeando mi frente con su palma derecha.

Me reí, pero no esperaba que se pusiera a llorar por mi culpa, la mire con total confusión.

— ¿Pero por qué lloras? Soy una desconocida.

— ¿Desconocida? Soy tu amiga —se ofendió.

—Vaya, nunca nadie se había preocupado por mí de esta manera... Gracias. —La abrace la deje lloriquear en mi pecho.

Esos pellizcos ahora fueron reemplazados por esta calidez. Había conseguido otro objetivo y era proteger a esta persona.

Estaba feliz. Este lugar me hará experimentar cosas desconocidas y no estoy asustada, solo impaciente por descubrirlo.



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Aquí se acaba este capitulo, pobre Hikaru, ese Zero que amamos le tiene una tirria.  

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Lo prometo {Vampire Knight}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora