XXVIII: Sombras.

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—Que el canto de la doncella de puros sentimientos lleguen como los ladridos del perro del infierno.

Las sombras se apoderaban de la voluntad de los presentes mientras ella viajaba en el mundo de sombras con suavidad y parsimonia. El abismo se expandía con infinitas tentaciones y el descanso era la trampa dentro de la espesa niebla en la que estaba sumergida su figura.

—Tiembla con el odio que emanan las almas que tus fauces han devorado —gritos desconocidos y murmullos empezaron a resonar por la mansión—. Han llegado a mí las plegarias de los inocentes, he de vengar con la espada de la justicia al pecador, quien desobedezca mis palabras supremas ha de temblar aún más pues misericordia no hay en esta espada empuñada.

— ¡Para por favor! —rogaba la sangre pura al ver como sus súbditos se arrancaban el corazón a mano limpia y apretaban el órgano frente a sus ojos estupefactos para desvanecerse en la nada. Las lagrimas bajaban con fiereza por el hermoso rostro "inmortal".

Desesperada la sangre pura corre despavorida hacia el bosque. Ella recordaba estar tranquila en la sala de su hogar, acababa de almorzar a una joven chica que había sido invitada a pasar la tarde con una celebridad solo para encontrarse con un triste y doloroso destino. Los súbditos la desmembraron apenas su ama terminó de beber casi toda la sangre de su cuerpo, apretaban la carne aun palpitante en busca de gotas de sangre exprimiendo los músculos y lamiendo los huesos. La escena grotesca y vulgar no era del agrado de la sangre pura, pero era lo único que divertía a sus súbditos. Además, también facilitaba la acción de ocultar y deshacerse del cuerpo.

Ella leía el periódico mientras ellos limpiaban los restos de repente todas las ventanas de su hogar se rompieron y una niebla negra como la noche invadiera la mansión con rapidez. Los súbditos parecían estar ciegos ya que aturdidos y desorientados, se chocaban entre sí gritando por ayuda.

— ¿Qué es esto? ¿Qué jugarreta es esta? ¡Deja a mis guardias! —ordenaba entre gritos enojados, pensaba que era un vampiro noble el que había interrumpido en sus aposentos, por lo tanto, ella no tenía miedo.

Entonces se fijó en como veía sus súbditos trataban de buscarla o a cualquier compañero, pero se evitaban estando tan cerca el uno del otro.

—Cuando mueras sabrás por qué, no podrás ser salvada, has sido abandonada.

Una ventisca le azotó empujándola hacia atrás. Confundida trató de preguntarle algo a la voz tapándose el rostro con las manos, pero justo en ese momento, antes de siquiera abrir la boca; todos sus guardias al mismo tiempo se clavaron la mano en el pecho y extirparon sus propios corazones. Ahora realmente el miedo había logrado perforar cada hueso y cada entraña, se sintió que solo tenía un siglo de vida y estaba débil e indefensa. Empezó a retroceder mientras la voz del ser que se había encargado de asesinar a los suyos se acercaba. No podía verla, era otra mujer, estaba segura.

Solo una mujer podría hacer tanto daño con tal sutileza y letalidad.

¿Pero cómo luchas contra algo que no puedes ver ni tocar?

Solo huyó pensando que dejaba detrás a la amenaza.

—Tiembla porque el Dios de la muerte está cerca, retuércete en la desesperación de que sabes que está cerca y es inevitable. Que la ansiedad llene tus pulmones y que mi sentencia sea justa para tus pecados porque el día de hoy seré quien lleve a cabo su mandato.

Un grito de pavor genuino se escapó de sus labios pintados al ver que de un solo golpe perdió sus piernas, gritó hasta dejar sus pulmones vacíos. Empezó a arrastrarse olvidándose de sus habilidades regenerativas, de su familiar, de su poder sangre pura.

Lo prometo {Vampire Knight}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora