IX: Colmillos.

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Editado: 16 de agosto 2018.

Hikaru:

Cuando estaba a punto de hacer del tal Housen uno con la naturaleza, algo así como un abono. Una mano sostuvo mi tobillo y el resto de mi pierna derecha. Aparte con mis manos el pelo colado en mi rostro, no me permitía ver a quien había osado a detener mi gloriosa patada mortal.

Casi reí cuando me encontré con la "persona" más molestosa de la academia, mi "compañero". Como siempre estaba con el cuello de la camiseta manga larga blanca sin abotonar, la corbata floja y la chaqueta abierta. Al parecer le cuesta ajustarse al código de vestimenta tanto como a mí. Su pelo platinado brillaba aún más con la luna y desordenado con la corriente nocturna le daba el toque rebelde que sus ojos lilas se esforzaban en personificar. Me observo molesto, frunciendo el ceño.

— ¡Zero, suelta! —grité furiosa.

Seguro pensará: "¿A quién crees que le estas gritando?".

— ¿Planeabas matarlo y que yo me encargara de los cargos? —pregunto e ignoro al vampiro detrás de él.

Housen desvió la vista de mis nalgas a las cuchillas. «Maldito depravado sexual, cuando te agarre te corto el pene». Zero sostenía mi pierna y apretaba con demasiada fuerza, me sorprende que no me subestime. Cuando vio las cuchillas su cara fue un poema. Soy una cazadora que pelea más cuerpo a cuerpo, aunque las armas de fuego se me dan bien, prefiero escuchar cómo se quiebran los huesos. Me encanta el sonido que hacen los huesos al salirse de lugar y quebrarse. Sí crearan una orquesta que se dedicara a recrear los sonidos de los huesos quebrándose y su nombre sería "Tu dolor me fascina", compraría las boletas más caras para estar en primera fila.

—Tienes una forma muy peculiar de exterminar —comentó con una leve sonrisita adornándole los labios, aleje mi pierna de él.

Realmente necesitaba un poco más de entrenamiento sorpresivo. Ahora lo único que veía era el suelo rocoso. Empecé a patalear. Mis reflejos frontales están flojos, me atacan más fácil del frente que de atrás y Zero ahora me lleva sobre sus hombros como un saco de papas. No importaba que hiciera, me tenía bien agarrada de las rodillas y tampoco le podía hacer daño con mis armas porque «desgraciadamente» era mi compañero.

No quería otra sesión con el director.

Dejé de moverme como lombriz electrocutada y resignada le grité al jodido chupa cabras:

— ¡Housen, usted y yo no hemos terminado!

Golpeaba la espalda de Zero cuando este empezó a caminar para alejarme del vampiro, entre gritos claro está. El pelo verde sonrió con diversión aún con el fantasma del susto en la cara por cómo me libere, más en cuestión en segundos desapareció de mi campo de vista. Los vampiros no son magos... no, son criaturas del diablo que les gusta jugar con la mente humana como forma de entretenimiento con el fin de obtener alimento.

En el camino a no sé dónde, ya que no conocía tanto los alrededores y Zero tampoco ayudo eligiendo irse por el camino más rocoso —el más poblado de árboles. De vez en cuando lo golpeaba en la parte baja de la espalda, no con mucha fuerza, pero si la suficiente como para que se enojara. En respuesta, él fingía tropezarse para golpearme con el tronco de un árbol en la cabeza.

Lo mejor de este viaje era el ángulo, me sentía tentada a apretarle el trasero. El movimiento de nalgas nos distrae. Todas las mujeres tienen una debilidad, una de ellas, es las posaderas de los hombres.

«Vaya que te gusta verle el trasero a tu compañero, ¿esto tiene que ver con tus intereses pasados?».

¿Qué intereses pasados ni que nada? Todas las mujeres miramos el trasero bien formado de los hombres, así que cierra el pico.

Lo prometo {Vampire Knight}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora