Capítulo 4

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DO KYUNGSOO

Pasé casi tres días encerrado y en ningún momento de la noche he salido. La comida que traía mamá u otras veces mi padre, incluso la señora Yerim, estaba seca y sin probar. No tenía hambre. Desde que Jongin preguntó por Junmyeon me dejó desbastado, era como si alguien hubiera desgarrado esa pequeña capa que cubría mi rostro de la traición. Nunca podré olvidar lo que hizo y mis pinturas hablan de lo mucho que me cuesta hacerlo.

Jongin quería ayudarme a salir de ese hoyo, y como él lo quería, mis amigos también hacían todo lo posible por verme sonreír otra vez. Para ellos será una ayuda, pero sé que cuánto más intentaran más perderán toda la esperanza de volver a ver mi sonrisa y terminarán por dejar las cosas así.

Eran las seis de la mañana del otro día y esta vez sí tenía ganas de comer algo. Me debilité durante los días de encierro y me dolía un poco no tener fuerzas para pintar, para expresarme a través de mis manos. También no podía mantener los ojos abiertos para poder mirar el dibujo grandísimo que me costó tres semanas terminar en el techo. Y de verdad ansiaba volver a tener las fuerzas para seguir pintando, además debo ir a ver el sol, el cielo de la mañana.

Me coloqué las pantuflas y una camiseta que me llegaba hasta las rodillas. Quité el pestillo y a paso lento pasé la habitación mi niñez, y luego las otras dos. Bajé las escaleras con mucho cuidado, aferrándome al grueso soporte con la mano lastimada. Desde que he golpeado la pared, ensucié con mi sangre el dibujo y mi mano tenía pequeños hematomas con unos cortesitos sobre ellos.

Me detuve a unos pasos de entrar a la cocina al ver a Jongin preparando el desayuno a su prometido. Ignorando aquel movimiento de cuerpo que salpicaba alegría, me acerqué al refrigerador y me bebí media mitad de una botella de agua. De reojo pude ver que Jongin ha dejado en paz a la tostadora para comenzar a mirarme con ojos llenos de preocupación.

Coloqué la botellita arriba del refrigerador y sin mirarlo saqué una silla. Me subí en ella y busqué como si me habían quitado el alma las galletas. Al no encontrarlas decidí mirarlo.

―¿Has visto dónde están las galletas? ―bajé de la silla con debilidad al sentir un pequeño mareo.

Apreté con fuerza el respaldo de la silla, despistando el temblor de mis piernas.

―Aquí están ―acercó el paquete de galletas por encima del mármol.

Las miré con nostalgia y al tranquilizar la sensibilidad de mis piernas, las cogí con rapidez. Me llegué otra vez al refrigerador y partí una porción de pastel. Necesitaba algo dulce, sino terminaría desmayado sobre la pintura fresca.

―¿Por qué tienes los pies con pintura? ―señaló cada uno de mis pies.

―¿Es algo malo pintarlos? ―alcé una ceja mientras cogía la botella de agua.

―No, ¿pero qué se supone que hacías para tenerlos así? ―preguntó sin quitar la mirada de mis pies.

Suspiré cansado. No soportaba que indagaran en mis acciones, en serio no quiero que lo hagan.

―Estuve jugando en un charco de pintura ―abrí el paquete de las galletas.

―No mientas. Si lo vas a hacer, controla tu nariz ―señaló con un dedo el movimiento de ella.

Me encogí de hombros y con un movimiento de cabeza me despedí de él hasta el otro día o quizás hasta dentro de cinco horas cuando me apetezca comer. Antes de salir de la cocina, me detuve a mitad de la mesa. Si Jongin ha cambiado o sea también debió cambiar sus gustos por la lectura.

―Jongin ―volteé hacia él y como supuse, él me estaba mirando―. ¿Aún sigues leyendo Ciudades de Papel?

Parece que mi pregunta le causó gracia, porque su sonrisa era cada vez más grande y sus ojos se contorneaban por su pequeña nariz.

Heaven «KaiSoo»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora