Capítulo 6

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DO KYUNGSOO

No puedo decir que estuviera cansado y hasta un poco irritado con la atención que recibía porque de algún modo esto me convenía y la ayuda de ellos, incluso de la señorita ahí, era necesaria.

―¡Por aquí! ―gritó Yifan desde el otro lado de la tienda.

Estábamos en un cotillón. Era una tienda demasiada colorida, incluyendo que la mujer que nos atendió desprendía mucha amabilidad. Antes de perseguir a Jongin, tropecé con el rollo de tapizados y como una ligera pluma volteé hacia la mujer que reía. Ella al verme comenzó a jugar con un mechón de su cabello y en sus ojos se reflejaba la curiosidad, en ese momento decidí que sería mejor ignorarla; porque aquella mirada no es digan para clientes.

―¡Esto es fantástico! ―exclamó, mostrándome un estuche con diferentes tipos de pinceles―. ¡Por Dios, hay muchos!

A veces creía que Kris era más alegre que Jongin y yo, bueno yo dejé de serlo. Jongin solo asentí a cada cosa y por mi parte trataba de no mostrar cansancio porque sé que Kris utilizaría eso en mi contra para hacerme aceptar a todo lo que quisiese.

―¿Hay una sección de pinturas? ―volteé hacia la mujer quien se encontraba detrás.

Fruncí el entrecejo al verla sonriendo ante mi bruta forma de hablar.

―Girando a la derecha, cariño ―contestó señalando el último pasillo.

Regalándole una última mirada a sus dientes blancos, me dirigí hacia donde indicó. Pasé por varios estantes de útiles escolares y llegué hacia un pilar de tarritos pequeños de pinturas. Había nuevas marcas, sin embargo busqué las más antigua.

Me rozaron la espalda y casi pierdo el equilibro, y si lo hacia el tarro caería a suelo, logrando que la tapa de abriera por la fuerza. Calmé la respiración al ver a Jongin detrás, optando por trasmitir mi molestia cuando me toca.

―Kyungsoo ―se colocó a mi lado―. ¿Qué recuerdas sobre la conversación en la cocina?

Digamos que nada. Estaba perdido en la imagen de cuando era yo quien disfrutaba de aquello festivales. Ayudaba a muchas personas allí y vendía mis libros antiguos para recaudar dinero, y entregárselo al dueño de las fundaciones. No obstante, había algunas veces que nadie se acercaba a mi puesto para ojear siquiera los libros. Siempre iban a los pabellones más divertidos y todos iban por la comida.

Por ese motivo no capté ninguna palabra que vino después de aquella conversación. Negué y saqué dos tarritos de color negro, y le pasé uno azul a Jongin.

―Aceptaste exponer tus pinturas ―soltó.

Alzando una ceja, lo miré. Eso sí que no me lo esperaba, es que no era mi idea vender algunas de mis pinturas y ni siquiera he pintado una decente. Los niños no tienen la culpa de mi pasado, y debería poner un poco de mi esfuerzo e intentar pintar con colores vivos. La cuestión de todo esto es que, por muy poco que sea, alcanza para regalar algo a esos niños con tal de verlos sonreír. A veces no me entiendo, odio a mis padres mostrar afecto entre ellos, odio a Jongin por verse muy feliz junto a su prometido y me odio a mí mismo por no sentir de nuevo aquella felicidad.

Llegamos al mostrador y le señalé a la mujer unos artículos de pinceles de brocha gruesa. Ella asintió y sacó dos para luego meterlo dentro de la bolsita negra.

―Esto también ―Kris metió dos estuches de pinceles, una caja con más de cien acrílicos y dos bastidores.

―Es demasiado ―digo fijándome en la sonrisa que Yifan tiene y también Jongin.

Heaven «KaiSoo»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora