Capítulo 30

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DO KYUNGSOO

Dos horas y contando. Y Jongin se va a ir.

Debía ir, pero no podía ahora...

Trato lo mejor posible de no mirar a la persona a mi lado, cuya expresión me revolvía el estómago.

Nunca creí que lo volvería a ver, es decir, pensé que Junmyeon no se aparecería ante mí sin memoria o no, pero ahí estaba pidiéndole al barman una bebida para mí. Las ganas por ir a por Jongin se me fueron de inmediato cuando su rostro apareció en mi campo visual cuando me asaltó en la salida de casa.

— ¿Qué te trae por aquí? —Pregunto aceptando su trago—. En serio, ¿qué haces aquí?

—Pedir perdón —anuncia, mirándome de reojo.

Sus palabras me enviaron una electricidad penetrable al cuerpo, sintiéndome de pronto molesto e irritado. No podía mirarlo, me molestaba verle la cara y descubrir que aún seguía irradiando perfección.

Pensé en Jongin y en la posibilidad que tenía con él, pero incluso sintiéndome que debía hacer algo para ir con él, no hice otra cosa que aceptar la conversación que estaba por venir. Aceptar el hecho de que Junmyeon pensaba disculparse por algo que él precisamente no recuerda.

— ¿Y elegiste un bar para hacerlo? Bien por ti, chico —digo con sarcasmo, negándome a beber ya que aún no me fiaba de él.

Cuando lo miré de soslayo, él se veía nervioso y el vaso que sostenía entre las manos estaba a punto de caer al piso.

—Yixing-shi me había dicho que disculparme en tu entorno sería lo mejor.

— ¡Este no es mi entorno! —le grito y él se encoge en su lugar.

No era de salir ¿Por qué Lay debía decirle aquello y que el idiota le hiciera caso? ¡Genial! Habría preferido mantener una conversación en un lugar tranquilo y así poder tener la oportunidad de arremeter contra él, pero estando en un lugar público era imposible quitarme el odio.

—Lo lamento mucho, no recuerdo exactamente los hechos, pero quiero disculparme por ese pasado —Intenta tomarme de las manos, pero me niego a tocarlo. Él quemaba con sus gestos y acciones, y no era bueno—. ¿Aun-aún me temes?

Abro los ojos y luego arrugo la nariz. Observo los rápidos movimientos del chico de las bebidas mientras mi estómago se retorcía de la molestia. Odio, sí, precisamente no le temo pero lo odio más que nada en este mundo inclusive la bebida dejó de ser mi mayor odisea para odiar. Aun así, y pensando aquello, mis entrañas se corrompían al tenerlo y sentirlo cerca, al oír su voz áspera y su rostro tan ruborizado.

Heaven «KaiSoo»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora