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En alguna parte del planeta Tierra.

-¿Ya empacaron sus cosas? -preguntó su madre.

-No -dijo cansada su hija-. Acabo de venir de las practicas de voley.

-No me importa. Te irás sin nada por idiota -su hija revolea los ojos. La señora al ver aquello no duda en pegarle una cachetada.

-¡Te dije mil veces que no hagas eso!

-¡Mamá ya basta! -grita su hermano saliendo de su ex habitación-. Aprovecha y empaca tus cosas, enana.

-Bien -seca las lágrimas que le cayeron.

La joven se acerca a su recámara y comienza a empacar al mismo tiempo que comienza a sollozar.

¿Por qué le había tocado una madre así?

Hoy comprobaba una vez más que su hijo era el favorito.

Sebastián esto, Sebastián lo otro. Y ella sólo era Victoria es mala, Victoria no sirve.

Aveces pensaba en partirlé la cara a aquella mujer que decía ser su madre. Era como que su conciencia le recordaba que era mucho más fuerte que ella.

-Siento mucho lo de mamá -dijo su hermano.

-No te preocupes, Sebastian. Estoy acostumbrada -cerró su maleta y se sentó la cama.

-No puedes acostumbrarte al maltrato, enana. Sí mamá no entiende tus gustos no tiene porqué tratarte así. Con el tiempo empezará a aceptarlo no te preocupes -revolvió su pelo.

-Tal vez tengas razón.

-Dame tu maleta, la pondré en el auto.

-Bien.

***

-Espero que les guste -exclamó su padre.

Miraron por la ventana del auto. Era un pueblo que quedaba al lado del bosque. Habían muchas personas al igual que casas. Todas eran diferentes -tal como lo habría describido su amigo, Junior- ya sea de tamaño o forma. En su antigua ciudad, las casas eran de la misma forma y color.

-¿Iremos al instituto verdad? -dijo la chica.

-Sí, Victoria. No me quedaría en casa todo el día contigo -rodó los ojos la señora.

-Madre -advirtió el chico.

-Lo sé.

-¡A elegir las habitaciones! -gritó el padre.

-¡Me quedo con la más grande! -gritó Victoria llevando un gran bolso lleno de libros.

-¡No sí yo llego antes! -dijo su hermano.

Entraron a la casa y se detuvieron. Era grande y moderna. Llena de muebles con colores azules y blanco. Subieron por la gran escalera pulida y comenzaron a abrir puerta por puerta.

El hermano gritó que se quedaría con una que daba al bosque, mientras que su hermana eligió una que daba con la calle.

Ordenaron sus cosas. Por un lado, Victoria, puso sus libros en un gran estante, en el escritorio, obviamente, coloco la computadora y un lapiceros que había creado ella sola con un envase de papas fritas además de unas cuantas chucherías.

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En cambio, Sebastian, no tuvo mucho por hacer

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En cambio, Sebastian, no tuvo mucho por hacer.

En cambio, Sebastian, no tuvo mucho por hacer

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Se puso a mirar por la ventana. Cualquiera que quisiera entrar por allí lo lograría sin ningún percance.

El bosque le resultaba familiar. Como si hubiese vivido allí, pero sería imposible. Que él recuerde, toda su vida vivió con sus padres y su melliza (aunque no se parecieran en nada, pero, así son los mellizos, ¿verdad?). El bosque era bonito, se lo veía tranquilo y un poco tenebroso. Había flores y una sombra al lado de un árbol siguió mirando pero paró. ¿Una sombra? Se preguntó. Volvió a mirar pero no había nada. Que raro.

-¡Chicos vengan a comer! Hay que ir a comprar las cosas para el instituto -gritó su madre

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-¡Chicos vengan a comer! Hay que ir a comprar las cosas para el instituto -gritó su madre.

-Voy -gritó cerrando la ventana con algo de miedo.

¿Mate o Beta? © TERMINADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora