Prólogo.

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Con los ojos aún cerrados podía sentir como el sol calentaba mi rostro mientras se filtraban los primeros rayos por la ventana. Aquí vamos de nuevo. Estirándome lo máximo que mi cama lo permitía comencé con lo que yo llamaba "la mejor forma de despertar", lo que consistía básicamente en dar un par de vueltas en la cama antes de ponerme de pie definitivamente.

Era sábado, por lo que no tenía que ir instituto y la mayoría de mis deberes estaban hechos así que había sólo una cosa que me apetecía hacer: bailar.

Con una gran sonrisa en los labios, me encaminé hacia el baño para darme una ducha que me permitiera dar un verdadero comienzo a este día y dirigirme a la academia para poder bailar sin molestar a nadie e, incluso, adelantar algo de la puesta que mi profesora había estado preparando.

Al bajar puede escuchar como mi madre tarareaba alegremente alguna canción que no lograba distinguir bien.

—Que madrugadora —Mamá me sonrió antes de apoyar una taza con té delante de mí y una bandeja con tostadas recién hechas—. ¿Y tú hermana?

—No tengo idea, seguramente durmiendo —Me encogí de hombros—. Creo que iré un rato a la academia, me levanté con ganas de entrenar un poco.

—Me parece bien, siempre y cuando hayas acabado con tus deberes. —Dijo mi madre con una sonrisa.

—Sólo me queda un trabajo práctico que no pude acabar porque Isa estaba usando la computadora ayer.

—Pero si ella tiene la suya —Mi madre frunció el ceño mientras lo decía.

—Yo dije exactamente lo mismo pero como no quería discutir tomé mis cosas y me fui a estudiar a otro lado. —Me encogí de hombros.

—Hablaré con ella, no te preocupes —Mamá dejó su taza en el fregadero.

El resto del desayuno fue mucho más tranquilo sobre todo cuando logré desviar la atención de mi madre de lo que había hecho Isabella. No quería arruinar lo que parecía una mañana agradable pensando en lo molesta que podía llegar a ser mi hermana. Lo cierto era que no tenía una muy buena relación con ella y mis padres no estaban muy al tanto de ello.

Susana y Marcos Jones eran los mejores padres que me podían haber tocado aun cuando en la semana casi no los veía. De ahí que no conocieran mis conflictos o lo complicada que se había tornado la convivencia con mi hermana en el último tiempo. Para mi fortuna, tenía a Julián para intervenir cuando las cosas se ponían más difíciles de lo que realmente podía controlar. En cierto sentido, en lo referente a Isabella, se había convertido en mi sostén para que no acabara asesinándola por intensa.

Cuando acabé de desayunar, lavé mi taza y ayudé a mamá a acomodar la cocina para luego despedirme de ella con un beso en la mejilla. Era hora de ir a la academia. Como si mi madre hubiese leído mis pensamientos, encontré mi mochila preparada junto con las zapatillas de ballet listas para poder irme sin tener que dar las vueltas que acostumbraba a dar.

La suerte de tener el lugar donde entrenar cerca de casa permitía que asistiera cuando no tenía entrenamientos pautados. Karen me había dado la libertad de ir y venir siempre que consultara con ella si me llegaba a surgir alguna duda. Era más joven que mi entrenadora anterior y traía ideas que me encantaban. Se había ocupado de que me sintiera en sintonía con mi pasión después de tanto tiempo y dudaba volver a dejarlo.

—Las grandes mentes piensan igual.

Una sonrisa se instaló en mis labios al escuchar esa voz. Cuando volteé me encontré con una maraña de pelo castaño y unos ojos azules risueños. Karen había hecho su magia para juntarnos, lo que ahora lo agradecía porque me había presentado al que hoy era mi mejor amigo. Joaquín traía su bolso colgado al hombro mientras se apartaba del lugar en el que estaba sentado esperando a que abrieran la puerta.

Enamorada de mi mejor amigo. [EDMMA #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora