2: ¡Te odio!

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El sol se había filtrado por la ventana haciendo que me levantara algo sobresaltada. Dos segundos después mi despertador comenzó a sonar anunciando el comienzo del día y las corridas diarias para llegar a tiempo al instituto. Hora de arrancar. Fui directo al lugar donde había dejado preparado la noche anterior mi uniforme por si llegaba a quedarme dormida, lo que efectivamente había pasado, y corrí al baño para llegar primera.

Sin embargo, había sido demasiado tarde. Tendría que haber mirado en dirección a su cama antes de acércame. Suspiré y miré la hora en mi celular para ver cuánto tiempo me quedaba.

— ¡Isabella necesito el baño!

— ¡Ya salgo! —Gritó desde adentro— ¡Te hubiese levantado antes! ¡Es mi horario!

— ¡¿Desde cuándo tenemos horarios para usar el maldito baño?!

— ¡Desde hoy! —La iba a asesinar lentamente por esto— ¡Tu horario está anotado en la pizarra! ¡Grábatelo en la memoria!

— ¡Eres lo peor que me pasó en esta vida! ¡Te odio!

Enojada como estaba, salí de la habitación y di un portazo para darle énfasis a mis palabras. La odio, la odio, la odio. Cada día la convivencia se hacía más difícil cuando de Isabella se trataba sobre todo por sus actitudes insoportables y berrinches de niña chiquita cuando las cosas no salían como ella quería. Era consciente que lo del horario del baño hubiese sido producto de mi último pedido para que se apresurara en las mañanas para llegar a tiempo al instituto. Usarlo primera le daba la posibilidad de usar mis palabras en mi contra.

Por lo general, no nos cruzábamos en todo el día y, por esa misma razón, las mañanas eran una batalla campal diaria. Sobre todo cuando decidía producirse para pasar seis horas sentada en un aula estudiando rodeada de los mismo compañeros. Eso sí que no lo entendería jamás.

El aroma a café me inundó las fosas nasales a medida que me acercaba a la cocina haciendo que se me hiciera agua la boca y el enojo se disipara un poco.

—Buen día hermanita.

La sonrisa de mi hermano junto a la taza humeante con la que me estaba esperando era todo lo que necesitaba para mejorar mi día. Julián Jones era el mejor hermano que se podía tener y era una suertuda de tenerlo todo para mí.

En una casa donde la mayor parte del tiempo los adultos no estaba por estar trabajando, se necesitaba a alguien neutral que pudiera mediar entre Isa y yo, sobre todo en mañanas como esta. Él no sólo era mi hermano, era mi mejor amigo, mi consejero, al que recurría cuando necesitaba algo. Me hacía sentir segura y entendía lo que me estaba pasando solo con una mirada, como en aquel momento.

—Si no fuese porque sé que es el mejor café de la existencia creo que te rechazaría en este momento —Me acerqué a él para tomar la taza—. Ahora mismo tengo ganas de arrancar yugulares con los dientes.

—Nada como un buen sorbo de café para convertirte en una persona racional nuevamente —Su sonrisa se amplió, marcándole pequeñas arruguitas al contorno de sus ojos—. Además, eres demasiado joven para ir a prisión por cometer un asesinato.

—No cuando eso me salvaría de aguantarla todos los días de mi vida. —Murmuré antes de beber un trago de aquel elixir de los dioses.

—Algún días las cosas mejoraran y te reirás de toda la mala sangre que te haces por Isa en estos momentos.

Él no podía estar hablando en serio. Al ver mi ceño fruncido, Julián negó y colocó un plato con tostadas preparadas. Claramente había escuchado a Isa levantándose primero y decidió mejorar mi mañana dejando listo el desayuno, algo que me tocaba hacer a mí. Mi corazón bailaba ante la caricia que le había hecho mi hermano y mi cabeza decidió enfocarse en lo que realmente valía la pena: Interrogar a mi hermano siempre.

—No voy a hablar de estos asuntos contigo, eres mi hermana por el amor de Dios.

—Somos amigos también, puedes contarme sobre chicas Julián no me molesta. —Me burlé de él a ver como se había puesto incomodo cuando le pregunté si le gustaba alguna chica.

—Pero va a llegar el día que quieras hablar de chicos y no me quiero enterar de nada —El chico puso los ojos en blanco, haciéndome reír como una tonta—. A veces abusas porque sabes que eres mi favorita.

—No es cierto, sólo me gusta molestarte. —Sonreí. Mi humor definitivamente había mejorado.

—Entonces comenzaré a interrogarte sobre la razón por la que diste un portazo perturbando mi paz matutina.

—Como si no supieras la razón —Puse los ojos en blanco—. Sólo hay una cosa que me puede poner tan de mal humor y lamentablemente comparte nuestros genes.

—Pero tiene que haber algo más, no puede ser que sean como perros y gatos todas las mañanas que ella se levanta primero. —Julián le dio un sorbo a su café mientras me miraba fijamente esperando a que dijera algo.

—La solución sería que me fuera o se fuera de esta casa —Me encogí de hombros dándole un mordisco a la tostada—. No veo otra solución.

—Te propongo una solución provisoria —La seriedad que tomó su rostro en aquel momento sólo hizo que entrecerrara los ojos en su dirección—, tienes permiso de usar mi habitación y mi baño cuando lo desees. Eres libre de ir y venir cuando no este, ¿Qué dices?

—Que eres el mejor hermano del mundo pero que no voy a ceder mi espacio tan fácilmente —Suspiré—. Obviamente seguiré usando tu habitación como refugio de vez en cuando pero si doy el brazo a torcer a la primera de cambios Isa ganará y no puedo permitirlo.

—Esto no es una competencia Paula, somos una familia.

—Lo es desde que ella decidió marcar las reglas del juego poniéndole horarios al uso del baño por la mañana cuando lo único que quiere es poder decirme que me apure para ir al instituto.

En ese preciso momento Isabella ingresó a la cocina con su mochila en el hombro, su pelo ultra lacio por haberse pasado la planchita y maquillada perfectamente como si estuviese por salir con sus amigas en lugar de ir a clase.

—Tienes el baño. Date prisa que no quiero que se haga tarde.

Le dirigí una mirada significativa a Julián como diciendo "Esto es a lo que me refiero" antes de ponerme de pie para lavar mi taza. La tensión era palpable en el ambiente sobre todo porque estaba intentando por todos los medios no mandar a la mierda a mi hermana.

— ¿Y mi desayuno?

Si llegaba a decirle algo a Julián la asesinaría allí mismo. Me volteé justo para ver como mi hermano le servía una taza de café y le ponía frente unas tostadas que recién había hecho.

—Buen apetito. —Le dijo mi hermano sonriendo como siempre porque él definitivamente era un ser de luz.

No me quedé para escuchar más de los caprichitos de la niña, no tenía tiempo para ello. Me apresuré a alistarme para el instituto y seguir con mi día. La clave estaba en no dejarla ver que me había fastidiado más de lo que ya lo había conseguido. Sólo había una persona capaz de hacerme olvidar por completo los conflictos matutinos y ese era Joaquín trayendo a colación cualquier de sus tontas preguntas o ideas para mejorar nuestras presentaciones. O quizás sólo era mi deseo por verlo, pero eso no tenía por qué saberlo nadie. 

Enamorada de mi mejor amigo. [EDMMA #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora