This is gonna hurt [2nd Season/TERMINADA]

Scene twenty four.

Maratón 2/?

Días de trueno.

—¿Por qué dices eso?— cuestiona curioso mi hermano Rodrigo. Demonios, hace tanto tiempo que no lo miraba ni escuchaba, me había sumido tanto en mi depresión que inclusive olvidé a mi propia familia y ni hablar de mis amigos, acababa en discusión con ellos. Se miraba muy distinto, a diferencia de mí, tenía su barba bien cuidada ¿yo? Apenas iba saliendo de ese hoyo negro para ver la luz—. Deberías estar feliz, hace un año que no sabía de ti y ahora que te veo, me siento contento pero parece ser que tú no lo estás, ¿sucede algo?— enarca una ceja.

Al parecer me voy a quedar lo que resta del día aquí, contando como mi vida fue en decadencia hasta ser miserable y como de pronto fue a la cima pero poco después algo hizo que enseguida se fuese directo a la mierda.

—¿Por dónde quieres que empiece a contarte mi tragedia de vida?— suspiré.

—Desde el principio estaría bien, ¿no crees?— dice entre risas.

Asentí esbozando una sonrisa amplia. Tomé asiento en una de las sillas giratorias mientras que mi hermano y Jorge se sentaban en el sofá de mediano tamaño en tono negro, al principio me quedé en un silencio que invadió todo el lugar, uno de esos que hasta llega a incomodar pero no era porque quisiera sino que, de verdad no me salía el contar cómo es que la había pasado tan fatal todo este tiempo, aunque luego me armé de valor y me dije ¿por qué no? Ya venía siendo hora de quitarme ese peso de encima que hasta ahora me vivía atormentando todos los malditos días de mi vida.

Empecé desde el momento en que ella había accedido en vivir conmigo en un mismo departamento, con la condición que ella puso: que ambos diésemos la mitad de la renta, pues no quería ser una mantenida, menos cuando había conseguido un trabajo con un sueldo bastante bueno que le permitiría solventar varios gastos, a pesar de que eso me disgustó un poco, terminé aceptando, ya eso era lo de menos, lo importante para mí en ese entonces era tenerla a mi lado, durmiendo conmigo y despertando del mismo modo, todo se volvía como una locura ¿cómo coños podía vivir así sin estar un minuto volviéndome débil ante su belleza o no enojarme por el hecho de que no podía robarle algún beso si todo apenas era reciente? Ni yo mismo lo sabía pero acabé acostumbrándome, después de todo, conforme los días iban transcurriendo, ella me comenzaba a gustar mucho y luego terminé enamorándome, sé que ella igual.

Todo iba tan bien, pareciera que esta vez el habernos reencontrado y empezar una nueva historia juntos, había sido una magnífica decisión de la que no acabaríamos arrepentidos, después de todo ¿qué podría salir mal? Nada; los dos acabamos como amigos con beneficios, y se sabe que hay reglas, la más esencial e importante es que ninguno debe de enamorarse, puede haber de todo menos compromisos pero yo decidí mandar al diablo esa puta regla, es decir, lo ameritaba, además de que iba a ser imposible no enamorarme cuando desde un principio ya la conocía y sabía bastante de ella o viceversa.

No hubo inconvenientes con ello, éramos tan felices así... Hasta que llegó ese día que aún me hiere de sólo recordar, admito que fue lo que más trabajo me costó en relatarles, tuve que ser fuerte y reprimir las lágrimas para poder seguir. Relatar el día en que le pediría que fuese mi novia, dolía muchísimo, más por el hecho de que lo había planificado tan bien, hasta lo visualizaba en mi mente, nada iba a hacerme más feliz que eso pasara pero no, nunca falta el percance que se presente, les conté que ella de pronto no contestaba las llamadas o mensajes, ni mucho menos las regresaba, quería sentirme tranquilo, digo, pues desde un inicio me había dicho que estaría presente en donde acordamos, quizá unos diez minutos tarde pero ahí la vería; cuando no pude más, fui a buscarla y para mi sorpresa me dijeron que ella se había salido antes de la junta que tuvieron, así que supuse ya se encontraba en camino hacia donde acordamos pero cuando llegué, ella no estaba, volví a llamarle, no respondió.