32. Bebés.

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No podía entender el porqué de la actitud de Bruno, pienso en todo lo que le dije y no creo que lo haya ofendido con las opiniones que le compartí, sin embargo, me puse de pie y salí de su oficina para dirigirme a la mía ya que tenía mucho trabajo que hacer, al cerrar la puerta me encontré con Mónica, tenía las manos ocupadas con dos vasos de limonada. Le iba a decir que seguramente Bruno ya no las necesitaría, pero me contuve de decírselo y fui directo a mi oficina... cerré la puerta, no pude caminar más adelante y me quedé de pie pegada a esta. Bruno nunca me había tratado de manera indiferente, ni siquiera cuando comencé en aquel tiempo que comencé a salir con su hermano.

Tomé una bocanada de aire y me dispuse hacer el boceto de lo que sería la casa de los padres del mandatario de Francia, debía concentrarme sólo en mi trabajo y olvidarme de que Bruno estaba en la oficina de al lado. Mientras hacía pequeños bocetos en una hoja en blanco me fui dando cuenta que no era tan complicado como había pensado en primer lugar, entonces, por lo visto no necesitaré la ayuda de otros arquitectos en este proyecto... pensar en eso me hace recordar lo bien que trabaja Malcom, cuando tenía dificultades con el último diseño del señor Miller fue él que se dispuse ayudarme y lo hizo de maravilla. Aún no sé cuál fue la decisión que Bruno tomó referente a ese tema, estoy segura que nada bueno, ya que en los vídeos que encontró Bruno pudimos ver que, aunque él estaba siendo amenazado por la insípida ex secretaria, estaba disfrutando mientras me toqueteaba por todas partes. Tampoco estoy enterada de cómo ha estado después de la paliza que le dio mi novio – ahora enojado – increíblemente protector que tengo.

Al terminar los pequeños bocetos en la hoja de papel en blanco, tomé el material en dónde haría el borrador que luego se pasaría a computadora y realizar el plano. En cuanto me puse hacerlo, sentí como si tenía un siglo sin hacer un diseño y apenas ha pasado una semana desde la última vez que terminé el proyecto del señor Miller. Trataba de estar concentrada haciendo líneas en la hoja de mantequilla, pero mi mente no dejaba de divagar en el pequeño ser humano que llevaba dentro de mí y que el padre de la criatura aún no está enterado de su existencia; otra cosa a la que mi mente no deja de darle vueltas es que debo tener una fuerte e importante charla con mi madre, eso de no decirme que estoy embarazada puedo dejarlo pasar y actuar como si ella no lo sabía, pero me enoja mucho que su odio por Bruno la haya cegado tanto que no quiso compartir la información de mi embarazo con la persona que debía saberlo desde el principio, aunque... no puedo juzgar tanto a mi madre ya que todavía no le he dicho a Bruno que lo estoy, pero, no se lo he dicho por una buena causa así que no debo recriminarme.

Tocaron la puerta y enseguida vinieron los nervios, todavía no estaba preparada para encarar a mi jefe por lo que pasó antes. Como no hablé, la persona que tocó la puerta abrió la puerta y entró, me tranquilicé cuando vi que sólo era una de las chicas de la cocina trayéndome el almuerzo. Dejó la comida y Salió por donde mismo vino, respiré hondo y me senté detrás de mi escritorio. No estaba muy segura si estaba tan afectada por la actitud llena de desdén de Bruno hacia mí o porque las hormonas hacen que me sienta peor de lo que debería, pero mis ojos se cristalizaron en el momento que menos lo esperaba, no quería que algo tan insignificante otra vez me hiciera llorar, odiaba sentirme tan sensible a todo.

Me senté en el sofá y destapé la comida que me habían traído: era pasta con salsa de tomate y albóndigas, acompañado con un jugo de fresas. De sólo verlo se me revolvió el estómago, tuve que correr al baño para devolver todo lo que había comido esta mañana, intentaba detenerme, pero no dejaba de arquearme por las sacudidas que me provocaba. Escuché que alguien entraba a la oficina, sin embargo, la comida que estaba devolviendo al retrete me tenía tan ocupada que no tuve tiempo de pensar en quién estaría rondando por mi oficina.

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