42. Al borde de la locura (parte 3)

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Bruno

El niño se me quedó mirando por unos segundos, en el rostro se le veía la confusión misma, se puso de pie y lentamente se fue acercando a nosotros tres con timidez al llegar hasta donde nos encontrábamos, él no quitaba su mirada de mi rostro, estaba evaluando cada centímetro de este. Con su pequeño dedo índice de la mano derecha me dijo que me agachara para estar a la misma altura que él, un poco nervioso por la situación tan extraña en la que me encontraba hice lo que me pedía, cuando estuve donde me quería tomó mi rostro con ambas manos y la giró varias veces para verme de diferentes ángulos. Luego de ver cada lado de mi rostro se quedó viéndome por un buen rato incomodo.

Soltó mi rostro y así mismo como se había acercado a nosotros se alejó hasta donde estaba y se puso en la misma posición en la que lo encontramos. Los tres nos quedamos igual de confundidos, no sabíamos si su madre le había dicho que se quedaría con alguien muy parecido a su padre, porque eso es lo único que explicaría la reacción que acabábamos de ver. Gabriela fue la primera en reaccionar, se acercó con cautela y se sentó a su lado en silencio, no sé cuantos minutos tardaron, pero ella sólo se quedó mirando hacia donde él lo hacía sin decirle nada... nosotros nos quedamos viendo en silencio lo que hacía, en pocos minutos el niño la miró con intriga, Gabriela al sentir que la estaba mirando lo hizo también y le regaló esa hermosa sonrisa por la cual me enamoré de ella.

Sin que el niño se diera cuenta nos acercamos a ellos para poder escucharlos.

- Mi nombre es Gabriela... ¿sabes quién soy?

Con un pequeño movimiento de la cabeza asintió.

- Bien. ¿Sabes quién es el hombre al que te le acercaste?

Otra vez contestó de la misma forma.

Me acerqué un poco al abogado.

- ¿No habla?

- No lo ha hecho desde que su madre murió, pero es la primera vez que lo veo interactuando así. No cabe duda que el señor Salvador no pudo elegir mejor los tutores de su hijo.

Volví a poner mi atención a la cara del niño que miraba a mi prometida con notable curiosidad. Gabriela le hacía preguntas en las que él contestaba sólo moviendo la cabeza de arriba abajo si era sí y de un lado a otro si era negativa. Gabriela se puso de pie lentamente y le brindó la mano al niño... él lo pensó todo un minuto antes de poner su minuta mano en la de ella.

- Ahora iremos a mi casa. ¿Quieres venir conmigo?

Asintió.

Gabriela no tuvo que hablar para hacerme saber que ya entendía que era la hora para que volviéramos a la casa. La ayudé para que no tuviera que aguantar todo el peso de su cuerpo hasta que llegáramos al auto, me cercioré de asegurar al pequeño en el asiento trasero para luego acomodar a Gabriela en el asiento del copiloto. El camino al departamento me parecía eterno, no sabía cómo actuar con el hijo de mi hermano sentado en mi auto... nunca pensé que así pasaría la mañana de hoy, creí que me levantaría, le haría el desayuno a mi Chiquita, iría al hospital para ver la mejoría de mi hija y luego conduciría hasta la empresa para perderme en el trabajo y no pensar en nada hasta que llegara el momento de volver al hospital, pero no, mi hermano aún estando en la tumba me da cosas con qué ocupar mi cabeza por un largo tiempo.

Como no sabíamos que esto iba a pasar no estábamos preparados para nada, no había una habitación dispuesta para él, ni comida como para un niño de su edad. No sé cómo haríamos funcionar esta nueva etapa de nuestras vidas, si pensaba que sería complicado con una recién nacida, ahora no sé qué pensar con un niño de seis años que de por sí viene con problemas.

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