27. Mi segunda Familia.

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Para poder estar a las diez de la mañana en el aeropuerto de San Salvador a las diez de la mañana, Bruno me despertó a las cuatro de la madrugada para que pudiéramos estar listos para el vuelo de las cinco, fue muy difícil despertarme ya que nos dormimos a la medianoche. Al parecer hablar del problema mayor de nuestro pasado le abrió el apetito sexual a mi novio como un guerrero ya que por eso fue que nos acostamos tan tarde. Bruno me llevaba prácticamente arrastras a la salida para montarnos en el auto que James iba a conducir, tenía tanto sueño que no cargaba conmigo la suficiente fuerza coma para preguntarle a Bruno si todos nuestros guardaespaldas nos acompañarían; como iba durmiendo en el camino hasta San Salvador no me fije si ellos estaban, sólo sabía que James conduciría hasta llevarnos a la mansión de los Walker.

Con un tierno beso Bruno hizo que me despertara para que saliera del auto, ya habíamos llegado a la mansión y apenas sentía que habían pasado unos segundos desde que salimos del aeropuerto. Me quedé en el auto con los ojos cerrados mientras sacaban nuestro equipaje del maletero, escuchaba a mi novio dar instrucciones a nuestros protectores con seguridad y autoridad, ellos sólo lo escuchaban en silencio absoluto. Abrí los ojos enseguida cuando sentí que Bruno me estaba sacando del auto en brazos, al mirarlo él me sonrió dándome a entender que hiciera lo que hiciera él no me bajaría para permitirme caminar con mis propios pies; así que me acomodé más en sus brazos para disfrutar de la sensación de los fuertes músculos de Bruno contra mi piel, le rodeé el cuello con mis brazos y me acomodé en su firme pecho.

- ¿Estás cómoda? – Me preguntó con su boca a centímetros de mi oreja.

- Mmmmmm.

- ¿Eso es un sí?

- Mmmmmm.

Su pecho se removió con una risita, eso hizo que sonriera, pero no que se me disipara un poco el inmenso sueño que estaba teniendo. Me di cuenta que entramos a la casa por el cambio de aire fresco al aire frío dentro de la casa, este diciembre estaba resultando muy caluroso en ambos países, sólo cuando entraba la noche era que se podía sentir algo de frío. Aunque debió parecerme extraño que Bruno estuviera subiendo las escaleras y que ninguno de sus hermanos o padres haya venido hacia donde nosotros para saludarnos no me importó en lo absoluto, el cansancio que tenía no me permitía pensar con claridad.

Bruno me depositó en la cama con sumo cuidado, por no abrir los ojos no sabía exactamente en qué cama, pero me imagino que lo hizo en la que antes le pertenecía cuando vivía aquí con su familia. Me quitó los zapatos que tenía puestos y para mi gran agrado se acostó a mi lado arropándonos a ambos con algún cobertor.

***

Moví mi mano para poder abrazar a mi novio que se suponía debía estar a mi lado, pero no lo encontré por ningún lado por lo que abrí los ojos con pesar y me senté en la cama para poder buscarlo; bostecé y me estiré un poco para desperezarme un poco, aún continuaba cansada. No sé cuánto tiempo había dormido, pero por lo relajado que sentía mi cuerpo podía decir que no mucho tiempo.

- Perdón si te desperté. – Al escuchar esa voz, miré a un rincón de la habitación donde había una delgada y hermosa mujer que parecía menor que yo, pero ambas sabíamos que ella me llevaba dos años.

Sonreí.

- No me despertaste, Bri. – Le dije con gran felicidad, me encantaba recordar la gran amistad que tenía con ella.

- ¡Me llamaste Bri! – Inquirió en voz más alta de lo que hubiera preferido. – Entonces... es verdad que recuperaste tus recuerdos. – Dijo y se lanzó a la cama para abrazarme.

Aunque la que saltó a abrazarme fue ella, no quiere decir que no la extrañara como ella a mí, recuerdo como si fuera ayer todas las cosas que me enseñó, esas grandes travesuras que le hacíamos a sus hermanos o a sus padres, fue como la hermana mayor que nunca tuve y que soñé tantas veces tener. Dejó de abrazarme y tomó mis manos, cuando la tuve tan cerca y en frente de mi fue que noté que en sus ojos habían lágrimas que se escapaban sin aviso.

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