13. Viejo amigo... Invitación.

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Gracias a las que ignoraron el aviso anterior y no comentaron nada.

Estaré de vacaciones y quizás no suba capítulo el domingo próximo.

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¿Por qué tiene que hacer estas cosas y ponerme la situación más difícil? teníamos unos minutos parados uno frente al otro mirándonos a ver quién cedía primero, él se mantenía con la puerta de su auto abierta mientras que yo sostenía mi bolso en el hombre y las flores que él mismo me regaló con fuerza en mis manos, no tenía intenciones de subirme a su auto, estaría otra vez contradiciendo las palabras que le dije hace un rato, pero tampoco quería quedarme aquí de pie toda la noche ya que la noche estaba muy fría y ya comenzaba a castañetear los dientes. Respiré  hondo y le pasé por el lado como si nadie estuviera frente a mi, necesitaba sacar el celular de mi bolso para poder llamar a una agencia de taxis, pero las flores eran demasiadas y me impedían el movimiento de mis manos, suspiré por estar pasando esto delante de quién se ha ofrecido a llevarme.

- De verdad, no me molesta llevarte. - Dice con la voz tranquila detrás de mi.

Se supone que a este hombre le acabo de decir cosas hirientes, pero al parecer él no logra comprender mis palabras o mejor dicho no quiere entenderlas.

- Gabriela, no creo que como estás debas de estar tomando este sereno.

- Estoy pensando, Bruno. - Le dije un poco más brusco de lo que pretendía.

No escuché respuesta de su parte, por lo que entiendo yo que ha accedido a dejarme pensar el tiempo que yo encuentre necesario, pero esta situación comenzaba a molestarme, estaba muy agotada y me imagino que él está peor que yo ya que él no sólo debe ver todos los planos que corregimos sino que debe supervisar todas las construcciones que están en curso, debe asegurarse que todos los agentes inmobiliarios hagan el trabajo de publicidad como se debe, debe lidiar con los clientes más inconscientes y pesados que pueden existir... ¿qué debería hacer? no quiero que se enferme otra vez por estar cansado y continuar esforzándose más de la cuenta. Me di la vuelta, él estaba junto al auto con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en la llanta del auto, su rostro se veía un poco pálido de seguro por tanto trabajo, a pesar de que es un hombre fuerte y grande se veía indefenso.

- Bruno, por favor deja de hacer estas cosas.

- No dejaré que te vayas sola, menos sabiendo como estas.

- No quiero que te enfermes, vete a casa, yo llamaré un taxi para ir a casa...

- ¡Gabriela, entra al auto ahora! - Exclamó con fuerza, vi por el rabillo del ojo que el guardia de seguridad sacó un poco la cabeza para ver qué pasaba.

Me quedé con los ojos bien abiertos y sorprendida ya que en todo el tiempo que llevo conociendo a Bruno es la primera vez que me alza la voz y me mira tan enojado; y como si fuera una pequeña niña a la que le acaban de sermonear por portarse mal me subí obedientemente al auto poniéndome el cinturón de inmediato, unos segundos después el se sentó en el asiento del conductor y soltó el aire de sus pulmones con exasperación, encendió el motor, por un largo rato se quedó apretando el volante con ambas manos... yo sólo me dedicaba a mirarlo, así enojado como estaba se veía más guapo. Luego de suspirar comenzó a conducir por las calles iluminadas de Los Ángeles, todo el transcurso a mi departamento fue en un rotundo silencio que ninguno de los dos quisimos romper, se estacionó sin apagar el motor, cuando me bajé y le dije gracias sólo movió la cabeza sin mirarme, entré, subí las escaleras y entré por fin a mi departamento algo nerviosa, puse las flores y mi bolso en la encimera de la cocina.

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