34. Despedidas y descubrimientos

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Aquí un capítulo acabado de salir del horno. Espero lo disfruten.

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Me quedé mirándolo por un momento, su piel estaba más pálida que la otra vez y a sus labios les faltaba color, parecía como si estuviera pasando por una terrible deshidratación; me tomé el atrevimiento de prepararle algo de comida con muchas vitaminas y un jugo de manzana para hidratarlo y alimentarlo un poco, él con gusto se comió lo que le preparé mirándome como si le hubiese hecho el mejor manjar. Mi padre pasó varias veces para ver lo que hacíamos y en una de esas ocasiones que vino se sentó con nosotros a hablar con Bryan para preguntarle cómo le estaba yendo en los negocios, por lo que él le contó, todo le estaba yendo muy bien, dijo que todos los clientes con los que ha trabajo han estado muy satisfecho con su trabajo, en ningún momento mencionó los clientes actuales que tenía a conjunto con su hermano, pero no quise mencionarlo porque él tendrá sus razones para no hacerlo. Unos minutos más tarde mi padre se fue y nos dejó a solas, me dijo que lo acompañara a un lugar especial antes de irse adonde sea que fuera.

Subí a mi habitación, primero llamé a Martín para decirle que por el amor que le tiene al Dios enorme que está en el cielo que no le dijera a Bruno que su hermano estaba aquí, no quería que esto se convirtiera en una pelea de hermanos, él por algún milagro me entendió y me prometió que no se lo diría, pero con la condición de no pedirle más favores como este ya que podrían costarle su trabajo. Colgué. Me puse mis tenis negros, llevaba puesto una camisa gris manga larga con un pantalón de mezclilla del mismo color; fui a la habitación de mi padre para avisarle que saldría con Bryan, luego enseguida bajé para encontrarme con él e irnos en su auto. Por la ruta en la que iba me fui dando cuenta hacia dónde íbamos, pero al no estar segura no quise decir nada hasta ver realmente el sitio que me estaba llevando. Pude ver por el espejo retrovisor que Martín y James nos estaban siguiendo en un auto negro en una distancia suficiente como para que Bryan no se diera cuenta que lo estuvieran siguiendo.

Aunque estaba muy cambiado sabía perfectamente cuál era este lugar: la pizzería de su padre en la cual nos conocimos. Ahora entiendo por qué dijo que me llevaría a un lugar especial. Aparcó en frente, salió para abrirme la puerta, cuando salí del auto me miró con una sonrisa tímida y me invitó a entrar por las puertas que ahora eran automáticas, cuando entramos este ya no era un establecimiento de sólo pizzas sino que además servían comidas internacionales, ya que por el tipo de decoración de diversas culturas se podía notar. El lugar era más grande, pero sabía que la mesa que escogió para que nos sentásemos estaba en el mismo lugar que estaba esa en la que estaba sentado el día que lo vi por primera vez, una chica se nos acercó, pidió nuestra orden con tanto respeto que podía imaginar que ella sabía que estaba hablando con el hijo de su jefe. Bryan ordenó dos limonadas para ambos, lo que me pareció extraño ya que él siempre que tenía oportunidad de beber alcohol no lo malgastaba bebiendo líquidos normales.

Su sonrisa de lado me distrajo. Cuando comenzó a hablar de cómo fue que nos conocimos comprendí por qué se me quedó mirando tan absorto.

- Te me quedaste mirando como todo un chico que estaba acostumbrado a conseguir lo que quería.

- Eso que dices es verdad. Las chicas que conocía caían a mis pies con sólo decir que eso era lo que quería. Pero me encontré con esta niña que me puso el mundo de cabeza. Me interesaste desde que te vi.

- Lo dejaste bien claro cuando me preguntaste si yo estaba en el menú.

- Es que te quería para llevar. Esos hermosos ojos jade me hipnotizaron enseguida. – Me sonrió. – Eras y sigues siendo una preciosura de mujer, Briel.

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