Capítulo 30: Un hueco.

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Décimo comentario, le dedico el capítulo:)


Narra Alexandro

Gruñí al verle tan cerca de Addeline.
Lo odiaba por haberla alejado de mi, pero más odiaba que se premiara simplemente porque ella esté aquí.

—No me interesas imbécil. –Ladré bastante enojado.– Lárgate de mi casa, no eres bien recibido.

—Alexandro.. –Me regañó Addeline, pero el estúpido la interrumpió.–

—Déjalo preciosa, los perros siempre serán así. –Sonrió este triunfante.– Me iré para dejaros hablar tranquilamente. Tienes mi número y todo eso, cuando quieras que te venga a buscar avísame.

Ella asintió y este después de bajar la cabeza de modo de despedida, caminó hasta la puerta.

—No hace falta que me enseñes a la salida, Alexandro. –Se burló este.–

Di un paso para ir a reventarle la cabeza, pero Addeline me agarró de la camiseta empujándome hacia ella.

Este sonrió y salió por la puerta cerrándola.

Dan se acercó a Addeline y la abrazó con fuerza. Bajó la cabeza perdiéndose en el pelo de ella y le susurró algunas palabras que ni Angie ni yo pudimos escuchar.

Mi mejor amigo se alejó de ella y se acercó a Angie agarrándola de la cintura.

—Amor, vamos a la cocina que quiero unas cuantas cervezas. –Pidió Dan.– Espero que si te vas no te vayas sin despedirte de nosotros, Addeline.

—No creo que se quiera despedir de ti cuando estés borracho, Dan. –Le regañó ella.–

—Unas cervezas no hace mal a nadie. Total, una vez al año no hace daño. –Sonrió mostrando sus dientes.–

—¿Una vez al año? Si todas las noches te tengo que llevar a la habitación porque no te puedes mantener en pie. –Dijo Angie confundida viendo como a Dan se le abrían los ojos como platos.–

—De eso no se tiene que enterar nadie, listilla. –Murmuró este cruzándose de brazos.–

Sin decir nada más, y de mientras que Dan regañaba a Angie entre murmuros, salieron de la habitación cerrando la puerta.

Addeline clavó su mirada en mi y yo hice lo mismo con ella. Esta se notaba bastante nerviosa. Sus manos no paraban de refregarse con sus pantalones.

—¿Por qué estás aquí? –Empecé hablando yo.–

No quería ser borde, sonó más borde de lo que yo pensaba pero esta no lo tuvo en cuenta.

—Los extrañaba. –Confesó.–

Que ella hubiera vuelto había sido un golpe favorable a mi ego de hombre.

Sabiendo como era ella y con el carácter que tenía, jamás hubiera pensado que se plantaría en la mansión.

Asentí citando a que siguiera hablando.

—Realmente fue Matheew quien me convenció a venir. –Murmuró sin dejar de mirarme.– El estar sin vosotros me estaba haciendo bastante mal.

—Pero aún así te fuiste. –La interrumpí.–

Ella asintió y sentí como se puso mas nerviosa. Amaba verla así.

Eran pocas las ocasiones en las que ella se ponía nerviosa. Solía ser una persona bastante segura de si misma a la hora de hablar.

Verla así de nerviosa era una privilegio.

Liberada © [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora