Narra Addeline
La mesa adornaba un jardín verde y limpio. Un mantel blanco yacía encima de la mesa esperando a ser puesto.
Detrás, un lago con una pequeña cascada esperando a que alguien se metiera para refrescarlo.
Todo era perfecto.
Mis manos temblaron al posar el cuenco en la mesa. Todavía no podía creer todo lo que había conseguido en tan poco tiempo.
Unos pasos se escucharon detrás mía, pero por la tranquilidad que me transmitía el sitio no tuve la obligación de darme la vuelta.
—Va a quedar precioso, Addeline. –Opinó Angie mientras le daba de comer al pequeño Kian.–
Era travieso como lo era el padre. Con tan solo dos años que tenía atraía toda la atención.
Sus ojos mieles me recorrieron de arriba a abajo y yo solo me permití sonreír.
Este dejó el cuenco lleno de comida triturada y se safó de los brazos de su madre para correr a los míos.
Lo alcé rápidamente porque no era la primera vez que me lo hacía, y me lo esperaba.
—¡Titaaaa! –Gritó el enano mientras se pegaba mas a mi.–
—Hola precioso mío, ¿cómo está tu papá? –Le pregunté acercándome a Angie.–
—De putas. –Murmuró con dificultad.–
Los ojos se me abrieron como si fueran dos platos. Era normal que él hablara así, pero jamás diría algo así.
Es lo que tiene tener a Dan de padre.
—Esta con el tito Ale –Sonrió este como si se alegrara.–
—Esos dos granujas seguro les dijo al niño que dijeran esas palabras. –Dijo entre dientes Angie.– Cariño, esas palabras nunca las vuelvas a decir, ¿vale?
—¿Cuá? –Preguntó con dificultad.– ¿Puuuta? –Alargó la u.–
—Si esa precioso, esa no se dice. –Le regañé.– ¿Por qué no vas a jugar?
Este rápidamente saltó de mis brazos y se fue corriendo. Entró por la gran puerta de cristal hasta que lo perdimos de vista.
—¡Dónde estarán esos dos golfos! –Se quejó Angie mientras se sentaba en una de las sillas.– Ese hijo de puta de Dan debería estar aquí dándome un masaje en los pies.
—Opino lo mismo que tú. –Me senté al igual que ella.–
—¡De ellos fue la idea de hacer una barbacoa! ¡Y ahora cogen y se van!
Al recordar cuanto nos insistieron sonreí. Llevaban mucho tiempo pidiéndonos una barbacoa todos juntos. Siempre poníamos escusas porque sería mucho trabajo.
Mi padre y mi madre estaban en California. Mike había conocido a una chica en España y seguía ahí.
Chris nos abandonó tiempo después de que todo pasara. Siempre llamaba dos o tres veces a la semana para saber cómo estábamos.Dan, Angie, Alexandro y yo habíamos decidido quedarnos en Italia. Con la escusa de que mi esposo tenía la mansión.
Si, mi esposo.
Nos habíamos casado.
En mi boda no se presentó ninguna chica a reclamarme por ser su esposa. Tuve más suerte que Angie. Pero si hubo problemas.
Dan se emborrachó tanto que subió al escenario y comenzó a cantar una canción que llamaba maricones a todos.
La suerte es que nadie se lo tomó a mal y se rieron hasta rabiar.
El problema fue cuando comenzó a quitarse la ropa. Angie tuvo que subir completamente roja para poder sacarlo de allí.
Habían pasado dos años desde ese momento. Dos años lleno de felicidad.
Levanté el cuenco que acababa de posar en la mesa y con la ayuda de Angie pudimos poner el mantel. El viento lo levantaba haciéndonos reír por los intentos fallidos de ponerlo perfecto.
El grito de Kian nos asustó a las dos, pero al ver a mi padre y a mi madre en la puerta cogiéndolo por los pies me calmé.
—Este granuja estaba comiendo gominolas antes de la comida.–Informó Rand de manera divertida.–
—Como se nota que a salido al puñetero del padre. –Se quejó Angie.–
Aún no me acostumbraba a ver a mi madre viva. Verla era como un regalo que mis ángeles más fieles me habían dado. Al ver que la miraba fijamente esta sonrió y se acercó a mí.
—Te veo muy pensativa. –Opinó Wendy sentándose en una de las sillas.– ¿Dónde están mi yerno y mi hijo adoptado?
Mi madre adoraba a Dan tanto o más que yo. Amaba su manera de hacernos reír a todos. Tanto, que lo había acogido como si fuera un hijo más.
—De putas. –Murmuró el niño en los brazos de su madre.–
Al ver la reacción de Rand comencé a reír. Este se había puesto pálido y miraba hacia todos sitios.
—Que esos dos estén por ahí no me sorprende. –Escupió Wendy con cansancio.– Pero jamás os haría eso a vosotras dos. Antes les corto la polla.
—Wendy, esa boca. –Le regañó Rand como si mi madre fuera una niña pequeña.–
Todos comenzaron a reír por la cara que había puesto mi padre.
Este avergonzado, se levantó para encender el fuego de la barbacoa donde se haría la carne.—¡Hemos llegado! –Gritó alguien dentro de la casa.–
El cuerpo de Mike y de Chris se asomaron por la puerta. Cuando comenzaron a andar hasta nosotros pudimos ver cómo dos muchachas iban tras ellos.
—Os presento a Raquel. –Dijo Chris mientras me abrazaba.– Mi novia.
—Y yo os presento a Tris. –Sonrió sonrojado Mike.–
Rápidamente comenzamos a hablar con ellas como si fuera de nuestra familia. Si ellos dos habían decidido traerlas era por algo en especial: se habían enamorado.
Un golpe nos sorprendió a todos. Alexandro y Daniel entraron en el jardín lleno de bolsas.
—¿Qué pasa familia? –Gritó Dan como saludo.– Veo que Rand está muchísimo más joven. Como se nota que Wendy le da bien a la cama.
Alexandro le golpeó el cuello para que se callase. Rand rió y le seguimos.
Mi esposo se acercó a mí y posó sus labios con los míos. Me abrazó por la cintura y me pegó a él.
—Nunca vayas a comprar con ese desgraciado. Mas de dos bolsas son de champús anti caída de pelo. Dice que se va a quedar calvo. –Murmuró Alexandro en mi oreja.–
Sonreí con todas mis ganas.
Esto es lo único que necesitaba para ser feliz.
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Liberada © [EDITANDO]
AcciónTercera temporada de Atrapada Los ojos se me cerraban del cansancio que mi cuerpo tenía. La preocupación se había vuelto costumbre para mi. Pero la culpabilidad jamás abandonó mi cabeza. La cárcel no era tan mala como decían. Si te hacías respetar...