Capitulo 32 (El Alta)

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—Hey que haces ahí trepada, bájese ahora—. Unos cuatro médicos habían entrado a mi habitación por que ya tocaba sedarme. Doy mil gracias que pude ver a mis amigos antes de que me durmieran o me embobaran.

—Solo me asome por que escuche la alarma, paso algo?— pregunte a los médicos como si yo no supiera de que se hubiese tratado.

—Eran unos muchachos intrusos que entraron al estacionamiento sin permiso, unos locos de seguro—. Los médicos parecían sacados de ondas, eso los había desconcentrado. Las agujas eran largas pero no dolían tanto como los colmillos de los vampiros que ya me habían mordido.

—Y valla que loco— dije sin pensar. Los médicos me miraron raro como si yo hubiera tenido que ver con lo que paso allá afuera.

—Que?— dijeron dos de los médicos mirándome como si fuera una loca mas de las que atienden aquí. Mientras los otros dos preparaban las agujas y los medicamentos.

—No nada solo digo que para meterse así a un lugar como este deben estar locos—. Me dieron los medicamentos y los bebí tranquila con un poco de agua que me alcanzaron. Uno de los médicos se acercaba a mi dándole pequeños golpesitos a la aguja que traia en su mano izquierda. Yo trataba de convencerme de que esto era lo mejor para mi locura, sabiendo que lo mejor para mi locura eran aquellos intrusos de los que hablaban los médicos. Toda la habitación daba vueltas y vueltas. Por un momento todo se calmo y yo cerré los ojos y lo único que vi fue oscuridad.

En la mañana tocaban mi puerta para otro tipo de medicamento que me mantenía tranquila mas no dormida.

—Buenos días señorita. Levántese que ya amaneció—. Los médicos venían con las bocas tapadas como si yo tuviera cuidado especial o algo así. Restregué mis manos contra mis ojos y luego bostece. Tres médicos de nuevo, no se para que tantos si uno solo puede hacer el trabajo.

—Que hora es?— pregunte. Se me hacia muy temprano y yo solo quería seguir durmiendo, ademas ya me estaba cansando de las pastillas y de la comida de aquí, no podía comer dulce yo que tanto lo amo. Aveces era un fastidio estar aquí aunque yo sabia era por mi bien. 

—Es hora de ir a casa señorita, pronto vendrá el doctor a darle el alta y podrás regresar a casa. Pero primero los medicamentos—. Mi corazón no cabía en mi pecho y latía muy fuerte. Los medicamentos esta vez estaban en una bandeja tapada, y cuando el medico levanto la tapa estaban mis chocolates favoritos.

Chocolates?, aquí no dan chocolates.

Cuando mire al medico que levantaba la bandeja tenia los ojos grandes y de color marrón el se quito la mascarilla y sonrió. Los demás hicieron lo mismo.

Nickolas, Steven, Axel. 

— Que hacen aquí si los ven los encarcelaran, están locos— .Me alegraba verlos pero esto me hacia pensar que estaban mas locos que yo, que era la medicada. Axel sonreía como nunca y Steven mas aun. Steven se acerco y comenzó a acariciar mi cabello. Tenia algo con acariciar mi cabello que no se le quitaba. Lo asocie a los cachorros que les gusta que los acaricien. Steven era como uno y supongo que a el le gustaba y por eso lo hacia.

—Como te sientes?—. Los ojos de Steven brillaban, se notaba contento y nervioso. Su cabello castaño se veía muy peinado como siempre.

—Estoy feliz de verlos—. Fue lo único que pude decir. Una semana sin saber de Ryan y mi corazón y mi mente se autodestruian. Por momentos me ponía triste pensando en el. Como pude confiar en el, como pude darle mi confianza.

—Ahí viene el doctor—. Su bata blanca, un estetoscopio, su tabla y su bolígrafo. Muy elegante y profesional pero ese doctor no estudio esta profesión, ni siquiera a entrado a la universidad.

El Chico Vestido De NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora