25 de Agosto 2015
A pesar de no haber dormido la noche anterior, me sentía con toda la energía del mundo, no quería cerrar los ojos ni perderme el más minímo detalle. Desde que me subí al auto de Diego ayer por la noche, no pude evitar hacerme a la idea de que irremediablemente se iría en un futuro próximo, y que lo más que podía hacer era aprovechar al máximo los día que me quedaban a su lado.
Habíamos pasado toda la noche viendo películas, bueno ciertamente eso es un decir, pues dígamos que no soy la mejor compañía para ver una película, me la paso queriendo comentar cada insignificante detalle, lloro en las partes en las que ni siquiera hay material para llorar y me río en las partes en las que tampoco hay material para llorar. Aún así, entre regaños y quejas de Diego, logramos ver cuatro películas a duras penas, eso hasta que nos dimos cuenta de que había amanecido y a él se le ocurrió la idea de que sería bueno hacer una excursión para que yo conociera el lugar.
Y aquí nos encontrábamos, en medio del pequeño bosque que se encontraba encima de la pequeña loma, me sorprendí al ver que eso de pequeña era sólo la impresión que daba desde lejos, porque en cuanto comenzamos el camino hasta la cima me di cuenta que no era tan pequeña.
De hecho, a un lado de ella, había un pequeño arrollo escondido entre los árboles, donde hicímos una pequeña parada, porque según Diego, lo mejor sería tener una experiencia completamente rústica y que mejor que conseguir la comida con nuestra propias manos. Si bien habíamos pescado dos mojarras, la parada en el lugar nos había tomado más de lo esperado, pues a pesar de que el no había tardado mucho en pescar la suya, no se quería ir del lugar hasta que yo pescara la mía con mérito propio, y tomando en cuenta que eso de la coordinación no es lo mío, estuvimos un largo rato en el que él me trataba de enseñar a pescar y yo sólo lo hechaba todo a perder una y otra vez, logrando exasperarlo.
Aún así habíamos logrado nuestra meta, estábamos a una distancia algo profunda en el bosque, y él encedió una pequeña fogata en cuanto llegámos, yo por mi parte acomodé los sleeping bags a una distancia prudente para que el plástico no fuése a calentarse de más con la fogata tan cerca.
El sol ya se escondía por el horizonte y las estrellas y la fogata se convertían en nuestra única iluminación, las mojarras tenían rato de haberse cocido, y debido a nuestra larga excursión nos las habíamos comido casi al instante, por lo que ahora sólo nos quedaba reposar y disfrutar del bello paisaje que nos acompañaba.
- ¿Qué se te perdió?- le pregunté casi en broma al ver que casi volteba toda su mochila en busca de algo.
- Mi arco.
- ¿Arco?
- Si, lo tenía dentro de mi estuche, pero desaparecio.- seguía buscando sin sacar su cabeza de la mochila.- ¡Lo tengo!- en cuánto levantó el arco como un pequeño trofeo, comprendí que, aquello y lo del estuche estaban relacionados con un violín y no con el otro tipo de arco que me imaginaba.
- ¿Sabes tocar el violín?
- Se tocar muchas cosas.- su mirada me decía que ya estaba hablando en doble sentido, logrando que mis mejillas se calentaran y me quedará sin palabras al no saber como sacar adelante la conversación sin hacerla incómoda.- Se tocar el acordeón, la trompeta, la bateria y la guitarra- la risa que vino acompañanada de aquello, me contagió pero a la vez me dio ganas de darle un golpe, por que el muy maldito se estaba burlando de mi.
- Si supieras tocar algo más, serías considerado un multinstrumentista.
- Sé tocar otras cosas, pero no son considerados instrumentos musicales.- me susurró muy cerca del oído y sin dejar de verme a los ojos, haciendo que mis piernas flaquearan y que tragara en seco.
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Serás mío
RomanceEn cuanto su madre se contactó con una vieja amiga de la infancia, la vida de Layla dio un giro de 360°. Pues lo que al principio era sólo un amor platónico y el constante deseo de sentirse notada, terminó siendo el inicio de una etapa, por la cual...