14 de Agosto 2015
- ¿Qué tengo que hacer para que me perdones?- había pasado una semana desde la fiesta de mi padre y María y su familia se habían mudado al apartamento que en su momento sería de Nicholás, y a pesar de que creía ya haberme librado de él, eso no evitaba que me tratara de embargar cada que me lo "topaba" en la universidad.
- Nada, porque no hay nada que perdonar- me crucé de brazos.
- Claro que si, sino no me hubieras dejado de hablar.
- Yo no te he dejado de hablar- sabía que no era tan distraído como para creerse aquello.
- Claro que si- me siguió el paso en cuanto comencé a caminar de nuevo.
- ¿Estamos hablando ahora, no?
- Si, pero...
- ¿Entonces? No se porque dices que te dejé de hablar.
- Sabes a lo que me refiero, todo por la culpa de tu amiguito.
- No, todo por tu culpa, si no te hubieras comportado como lo hiciste mi percepción hacía ti no hubiera cambiado.
Desde aquel día me la pasaba preguntándome si realmente lo conocía, o si todo lo que creía que él era no era más que una imagen que le había construido a lo largo de los años. Con el poco tiempo que convivíamos una o dos veces al año, no era suficiente para conocer a una persona y mucho para enamorarse como yo lo había hecho.
- Si me disculpas tengo que llegar a clase- al ver que ya no tenía nada más que decir, decidí apresurar mi paso y encaminarme lo más pronto posible al edificio de Derecho.
Pasé todas mis clases desconcentrada, pensando en sí debería de dejar de estar enojada por una imagen que yo misma cree y volver a hablarle para ver si a lo largo del tiempo había más partes buenas que malas. Finalmente decidí darle el beneficio de la duda y la próxima vez que lo viera ya no sería tan cortante con él.
- ¿Qué tal todo con la profesora más estresante de toda la facultad?- se sentó a mi lado.
- Tu madre es la persona menos estresante que conozco- me reí al verlo rodar los ojos- ¿A qué se debe el honor de tu visita?- desde el lunes en que me disculpé con él por lo del sábado no lo había visto.
- Qué la tengas que ver una hora por día, no quiere decir que la conozcas del todo.- se rió sonoramente de un chiste, que definitivamente yo no había captado- Contestando a tu pregunta, ya tenía rato con ganas de sentarme sobre libros y, ver a una linda chica sentada a un lado de la banqueta, me incitó a no solo quitarme las ganas, sino también de tener la oportunidad de coquetear con ella.- sentí mis mejillas arder en cuanto dijo aquello, sus ojos estaban clavados en los míos y yo sólo sabía que varios cables en mi cerebro se habían desconectado y no podía articular ninguna respuesta.- Después me acerqué más y vi que eras tu, así que ya nada más me quedaba la parte de sentarme sobre libros- soltó una tremenda carcajada y yo sólo quería que la tierra me tragara- No te enojes sólo era una broma- seguía riéndose el muy maldito.
- No estoy enojada- traté de sonreír, pero la vergüenza me ganaba y sentía mi semblante serio.
- Eso no es lo que tu rostro me dice- sí no estaba enojada, ver su sonrisa cada vez más ensanchada me hacía enojar.
- Mi rostro no habla- una carcajada volvió a resonar en mi oídos- ¿Se puede saber porqué andas tan feliz hoy?- me crucé de brazos y lo mire seria.
- ¿Qué no puedo ser feliz?- la sonrisas que me estaba comenzando a sacar de quicio seguía en su rostro.
- Si me vas a estar molestando, no, no puedes ser feliz.
- Quita ese puchero- en cuanto sentí su mano pellizcar mis labios le dí un manazo para que las quitara- ¿Qué tal si en lugar de pegarme, aceptas ir a comer conmigo y te cuento?- al ver que se sobaba la mano y la tenía roja, caí en la cuenta de que tal vez se me había pasado un poquito la mano.
- No puedo-hoy era día de visitar la casa hogar y no quería volver a fallarles a Sera y Lucas.
- No seas mentirosa.
- No te miento, de verdad tengo cosas que hacer.
- Bueno, entonces ¿Qué tal si te llevo a donde tengas que ir y cuando termines vamos a comer?- se paró y sin esperar respuesta ya había recogido mi mochila y me tendía su brazo para que lo tomara.
- No es necesario, puedo tomar el metro- le dije mientras me sacudía la tierra que se me había pegado en el trasero.
- No se diga más, seré tu chofer por el día de hoy- ¿acaso estaba sordo? Parecía que lejos de oír mi respuesta negativa el oía una positiva.
Opté por la decisión más razonable y le di la oportunidad de llevarme a visitar a Sera y Lucas, el camino era un tanto silencioso, por lo que sin pedir permiso opté por poner la radio y cambiarle a una de las estaciones que más me gustaban. Durante el recorrido no hablamos más que cuando me pidió las indicaciones para llegar a nuestro destino, aparte de aquello lo único que se oía era la música y mi voz tarareando las letras de las canciones, los sonidos de los instrumentos y cualquier onomatopeya que sonara mientras tanto.
Al llegar al lugar le dije que podía retirarse y cuando terminase le avisaría pero al parecer la terquedad era más fuerte, porque insistió en querer entrar y ver porque era que visitaba este lugar, por lo que después de tantas objeciones de mi parte, decidió ignorarme y entró antes de que siquiera pudiese evitarlo.
En cuanto entré noté que no sólo había acaparado la atención de las trabajadoras sociales, sino que también tenía a casi todos los pequeños rodeándolo, creo que no solo tenía una cara bonita, sino que también tenía carisma porque no encontraba explicación alguna a aquello de lo que era testigo.
- Layla mira quien nos esta visitando hoy- llegó Sera corriendo y de un tiron me tomó de la mano y me hizo seguirla.
- ¿Lo conocen?- pregunté extrañada a la familiaridad con la que hablaba.
- No es necesario, desde que entró supe que iba a ser mi futuro esposo- se abrió paso entre la multitud de niños hasta llegar al frente- Layla te presento a mi futuro esposo Diego, Diego te presento a mi mejor amiga Layla- una gran sonrisa salió de mis labios en cuanto escuché a la pequeña llamarme mejor amiga.
- Un gusto conocerla señorita- me tendió la mano siguiéndole la corriente y cargándola.
- El placer es...
- ¡Layla viniste!- antes de que pudiese contestar tenía a Lucas abrazado a mis piernas.
- Es lunes, todos los lunes vengo- esté niño nunca me recibía tan entusiasmado, algo comenzaba a oler mal aquí- ¿Qué hiciste ahora mocoso?- le pellizque la nariz, a lo que él se quejó y yo sonreí.
- Lleva todo el fin de semana molestando a los grandes y después no se aguanta.
- ¡No seas chismosa Serafina!- se cruzó de brazos enojado, pero en cuanto escuchó a los niños mayores gritando su nombre se escondió entre el espacio que había entre Diego y yo- Por favor no digas nada- me susurró suplicante.
- ¿Nos trajiste algo?- preguntó la pequeña.
Después de regañar a Lucas por sus acciones y hacerlo arreglar sus problemas con los mayores, Sera se enteró de que Diego y yo ya nos conocíamos y nos obligó a sentarnos para cuestionarnos y asegurarse de que su futuro esposo era el adecuado.
- Les traje galletas caseras- saqué la vasija de mi mochila.
- ¿Otra vez galletas quemadas?- se quejaron al unisonó.
- ¡No están quemadas!
- Si niños, como creen que Layla les va a dar algo incomestible- me defendió Diego tomando una de las galletas, y lo que comenzó con una sonrisa, termino con una mueca al terminar de comer la galleta- ¿Qué les parece si a la próxima les traigo galletas de la panadería que esta cerca de mi casa?- había sido traicionada.
- ¡Si! ¿Escuchaste Layla seré alimentada por mi esposo?- Diego y yo comenzamos a reír, y ese fue el comienzo de una tarde en la que aprendí más de él, y con todo y sus traiciones, nos la habíamos pasado entre risas y peleas gran parte de la tarde.
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Serás mío
RomanceEn cuanto su madre se contactó con una vieja amiga de la infancia, la vida de Layla dio un giro de 360°. Pues lo que al principio era sólo un amor platónico y el constante deseo de sentirse notada, terminó siendo el inicio de una etapa, por la cual...