Incómodo

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15 de Junio 2015 

- ¡Layla!- en cuanto entré a la casa hogar Lucas se aferró a mis piernas, tenía tanto tiempo sin verlos que realmente me alegré. La última vez que los vi no me había podido despedir de ellos así que me sentía mal de tan solo recordar que los decepcioné.

 - ¿Cómo han estado pequeño revoltoso?- comencé a buscar a Sera entre todo el mar de niños pero por más que me esforzaba no lograba encontrarla- ¿Y Sera?- sabía que mi voz sonaba más preocupada de lo que me gustaría admitir.

- Después de que te fuiste vino una familia y la quiso adoptar, pero ella se portó mal e hizo más berrinches de los necesarios y ya no la quisieron, desde entonces se la pasa en su cuarto para que no la vallan a volver a elegir y ahora si la separen de Lucas.- me informó Daniela, la encargada de la casa.

- ¿Lucas te parece si vamos a buscarla?- en cuanto asintió nos encaminamos al segundo piso pues era ahí donde se encontraban las habitaciones de las niñas.

El corredor era más grande de lo que imaginé que sería, había puertas en ambos lados y cada una contenía un cuarto con mínimo dos literas en cada una, por ser de día y no tener permitido estar en sus habitaciones, las luces estaban apagadas y déjenme decirles que para alguien que le tenía miedo a casi todo, ya tenía la piel de gallina e inconscientemente había tomado la Lucas.

- Layla me estas apretando la mano y me duele.- se quejó haciéndome sentir avergonzada.

- Perdón.- retiré mi mano tan rápido como pude.

Finalmente llegamos al cuarto de Sera que desgraciadamente quedaba al final del pasillo, en cuanto Lucas abrió la puerta sentí un escalofrío recorrer mi espalda, para ser la habitación de una niña de cinco años daba algo de miedo, estaba oscuro, las paredes tenían la pintura descarapelada y aunque había juguetes y muñecos en buen estado, los que nos daban la bienvenida eran unas muñecas mutiladas tiradas en el piso y un peluche con un brazo descocido, a decir verdad, sí yo fuera la que duerme aquí, me la pasaría en vela la noche entera con miedo a que algo me estiré las patas o a que mis juguetes despertaran en la noche y se vengaran de lo que les hice.

- ¿Serafina?- me sorprendí en cuanto la vi sentada en una de las esquinas de la cama inferior de la litera- ¿Cómo estas? ¿Todo bien cariño?- no sabía ni que decirle ni que hacer, sólo sabía que estaba preocupada y es que desde que la había visto con su pelo enmarañado, con una mirada perturbada y como sí no se hubiera bañado en días, mis manos habían comenzado a temblar, mis lágrimas amenazando con salir y un nudo se había instalado en mi garganta de tan solo sentir que todo había sido mi culpa.

- ¡No! ¡Vete!- me gritó en cuanto intente acercarme para abrazarla.- ¡Nos mentiste, dijiste que nos ibas a llevar a tu casa aunque sea una vez y nos abandonaste! ¡Dijiste que ibas a estar aquí y te fuiste! ¡Vete!- en cuanto las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas la abracé sin pensármelo dos veces y comencé a llorar con ella.

Duré más tiempo del que imaginé en la habitación de Sera, después de que la pequeña había dejado de llorar me contó como después de mi habían llegado tres o cuatro ayudantes más y que ninguna había durado mucho pues al final del día no aguantaban a los niños como presumían en sus referencias. Después de un rato y ya logrado el hecho de recuperar poca de la confianza que me tenía, me contó sobre la nueva película de Barbie que habían visto la semana pasada en la tele y como le seguían gustando más las que yo le  había traído, pues aunque eran viejitas, en la de Barbie en el lago de los cisnes, Barbie en Rapunzel, Barbie en la Princesa y la Plebella, Barbie y la magia de pegaso; según ella Barbie siempre se quedaba con el chavo y en ese tiempo no los dibujaban tan feo.

Serás míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora