Diferentemente Rara

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- Los niños si que te aman- me sonrió, después de divertirnos la mayor parte del día en la casa hogar, Diego prácticamente me había obligado a acompañarlo a cenar y a aceptar que me llevara a casa.

- ¿Estas loco?, en cuanto te vieron todos cayeron rendidos a tus pies.- era cierto, literalmente había sido ignorada por todos y cada uno de ellos, especialmente por Sera. Sí había conseguido interactuar aunque sea una vez con ellos, se debía a que, o se estaban burlando de mí y me tenía que defender o a que Diego me hacía colaborar a la hora de convencer a Sera sobre las cualidades que tenía y lo buen esposo que sería cuando se casarán.

- Tu envidia alimenta mi ego- a pesar de que había soltado una pequeña carcajada pude notar que un leve tono rojizo se había albergado en sus mejillas.

- ¿Acaso te acabas de sonrojar?- al verlo en esta faceta tan diferente y desconocida a mis ojos no pude evitar que una sonrisa se ensanchara en mi rostro.

- No me picoteos salvaje, ¿quieres que nos accidentemos o que?- me dio un leve manazo en el dedo con el que le estaba picando la mejilla.

- ¿Para que te sordeas? No tiene nada de malo que te sonrojes.

- No me sonrojé, es más ni siquiera tengo porqué sonrojarme.- su negación no me terminaba de convencer y menos cuando no dejaba de sonreír e ignorar mi mirada.

Entre plática y plática el tiempo rumbo al local de comida se pasó rápido, y al discutir sobre si pedíamos la comida para llevar o para comer en el local, terminamos comiendo en el auto de camino a mi casa.

Sin dudarlo podía decir que había sido un gran día, sin planearlo había dejado que Diego entrará a una parte de mi mundo que muchos desconocían y otros no eran invitados a entrar.

Prácticamente es algo así como el lugar donde puedo hacer algo que me gusta y además puedo ser envidiosa con ello y no compartirlo con nadie, era hasta hoy mi lugar secreto para ser yo misma.

Ahí no me importaba si parecía una niña pequeña, me daba igual hacer el ridículo, bailar como nunca haría frente a mis amigos, hablar como me daría pena frente a los demás y sobre todo, podía comer sin preocuparme de que mi madre se quejase sobre mis eructos no retenidos o por llenarme la boca de comida sabiendo que no iba a poder ser masticado de manera fácil.

- Me gustó que me acompañaras hoy- solté en cuanto aparcamos frente a mi casa. Llevaba todo el camino buscando el momento para decírselo, pero debido a que el muy aborasado casi se me ahoga dos veces en el camino, preferí esperar hasta que el auto no estuviera en movimiento.

- A mi también me gustó.- posó su mano sobre la mía, por inercia la quise retirar de la palanca de cambios, pero al ver sus ojos noté que, ni él ni yo queríamos perder aquel contacto.

A pesar de habernos adentrado en un silencioso y por más que esté me pareciera tenso, no tenía como deshacerlo y sus ojos posados en los míos me estaban comenzando a hacer que la seriedad de alejara de mí y una gran ola de nervios acompañada de risas me embargara.

- ¿De qué te ríes?- me miró con una ceja arqueada.

- De la incomodidad del momento.- no sabía porque pero no podía dejar de reír.

- Eres rara- de un momento a otro tenía una mano posada en mi mejilla.

- Dicen que lo raro es pariente de lo feo.- no desvíe mi vista de la suya.

- ¿Y qué es pariente de lo bonito?

- No sé, supongo que diferente.

- En ese caso, eres diferentemente rara.- con cada palabra que daba se iba acercando un milímetro más.

- ¿Entonces soy bonitamente fea?- levanté mi ceja y solté una risa tonta que no supe ni de dónde salió.

- Diría que eres más como hermosa- en cuanto dijo aquello no pude evitar sentir que todas mis emociones se concentraban en mi pecho, era de esas veces en las que no las puedes contener y sientes que tienes que gritar para sentirte ligero de nuevo, en mi caso, sonreír fue lo más cercano a gritar.

Aún y con el shock que me había embargado había notado como cada vez Diego se iba acercando más a mí, y no fue hasta que lo tuve a pocos centímetros de mi rostro que me reprendí a mí misma por no haberlo apartado antes.

Es decir, casi podía asegurar que me gustaba pero no estaba segura, hasta hace poco creía estar profunda e irrevocablemente enamorada de Nicholás, y sabía muy bien que los sentimientos no cambiaban de un día para otro, por lo que llevaba dándole vueltas al asunto de Nick desde hace tiempo, pero también había entrado en mis pensamientos Diego y por más que tenía unas inmensas ganas de besarlo, mi cerebro me daba muchas razones no hacer de este embrollo en mi cabeza un remolino de ideas y sentimientos que conforme pasaba el tiempo me confundían más y más.

- Lo siento- se disculpó en cuanto gentilmente me separé de él.

- Nos vemos mañana.- le di un beso en la mejilla y salí dándome golpes no tan mentales en la cabeza.

No tenía sentido que lo disculpara por algo que si no fuera por mi cerebro, yo gustosa hubiera aceptado. Ver el rubor que se había apoderado de sus mejillas hicieron que me dieran ganar de arrepentirme en el instante y abalanzarme sobre él, afortunadamente la cordura llegó a mi y mí manera de apartarme había sido salir corriendo antes de perder el control.



18 de Julio 2015

Tenía desde el lunes sin ver a Diego y según mi hermana desde entonces lucía algo paranoica ante cualquier cosa, pero no era simple loquera, era más el pensamiento ante creer que tal vez se había dado cuenta de que yo no valía la pena ni para ser su amiga y se alejaría de ahora en adelante.

Probaría suerte de nuevo,

Asumiría la culpa,

Me llevaría un disparo por ti,

Y te necesito como un corazón necesita latir.

Ni si quiera para lamentarme en la soledad de mi cuarto podía, ahora había una ruidosa música sonando afuera de mi habitación. Y entonces la capté, nadie nunca toca música afuera de mi cuarto, encendí las luces y levanté un poco la cortina para ver de que se trataba el asunto.

Afuera de mi casa estaba Nicholás con una grabadora y música sonando, pero no cualquier música, era nada más y nada menos que la canción de Apologize, pero con la versión de Luke Bryan, algo country como él.

- Baja el sonido que mis padres me van a regañar.- fue lo primero que dije en cuanto salí.

- No hasta que me perdones.

- Ya te había dicho que estabas perdonado.- me apuré para que apagará la música lo antes posible.

- No quiero que me disculpes por compromiso, quiero que lo hagas de verdad. Qué me dejes hablar y no sólo decir que me perdonas para después darme el avión.

- Esta bien, pero ahora no puedo hablar. Es muy noche y será mejor que hablemos mañana.-a estas alturas haría lo que fuera para que le bajara al volumen o se fuera de mi casa, lo que fuera más sencillo.

- Apenas son las diez de la noche, pero viéndote creo que lo dejamos para mañana.- en cuanto su vista me recorrió de arriba a abajo caí en la cuenta de que estaba en pijama. No era como si tuviera una muy escotada, pero vamos, el estampado de florecitas que tenía no me ayudaba de mucho.-Paso mañana temprano por ti- y sin decir nada mas se fue.

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En multimedia les dejo a como me imagino a Nicholás

Serás míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora