Cables Cruzados

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23 de Agosto 2015

Seguía cuestionándome el porqué si quiera me habían puesto clases el miércoles, digo sólo tenía dos clases ese día, pero entre ambas había cuatro horas en las que no hacía nada, y en las cuales tampoco me podía ir a casa porque para cuando estuviese llegando allá, ya tendría que estar regresando para llegar a tiempo.

- ¿Y ese milagro?- la voz de Diego me saco de mis pensamientos. Digo, no es como que realmente estuviese muy metida en el libro de historia que tenía frente a mi.

- Sé que soy bonita, pero tampoco para ser llamada milagro- al levantar la cabeza, hice un pequeño ademán empujando mi cabello hacía atrás y con una sonrisa simulando tener mi ego por las nubes.

- Me refería al hecho de qué milagro encontrarte, pero tienes razón, también luces como un milagro- lo último hizo mi rostro encender como un semáforo y su sonrisa cínica me confirmaba que aún antes de decirlo él ya sabía la reacción que despertaría en mi.

- ¿Me habías estado buscando?- lo mejor era no seguir con ello y evitar terminar más roja de lo actual, por lo que lo mejor era enfocarme en la primera parte de su oración.

- ¿Eh?- y mi cambio de enfoque había sido efectivo.

- Bueno dijiste que era un milagro encontrarme, por lo qué supuse que me estabas buscando.

- Si bueno ayer llame a tu casa para ver si podía pasar a recogerte e ir a desayunar antes de entrar a clases, pero tu madre contestó y me dijo que Nicholas te había traído porqué se había quedado a dormir en tu casa.- si que a Alicia le gustaba dar feria de más.

- Es algo difícil de explicar- solté un suspiro.

- No te preocupes, tu madre me dijo que te había dado un episodio de estrés y que Nicholas se había quedado a cuidarte. Se nota qué le agrada mucho.- al llegar a casa debía darle unos consejos a Alicia sobre cuando debía evitar hacer sus comentarios fuera de lugar.

- Tu también le agradas- sonreí a modo de apoyo.

Era cierto, pero creo que mi madre no se había dado el tiempo de conocer a fondo
como era Diego.

- Layla no te preocupes, no es como si quisiera o necesitara la aprobación de tu madre. Digo no es cómo si tu y yo seamos o fuéramos a ser algo más que amigos.- de alguna manera sus palabras se clavaron en mí y se comenzaron a repetir una y otra vez en mi mente. En cierta forma y sin esperarlo aquello me había dolido.

- Era un simple comentario, tampoco es cómo si quisiese ser algo más que tu amiga- mi declaración sonó más seca y dura de lo que esperé.

- ¿Y porqué te enojaste entonces?- ahora lo tenía muy sonriente frente a mí, pero ahora se encontraba de brazos cruzados y recargado en el respaldo de la silla como si la situación fuese de lo más comóda.

- No estoy enojada- la sonrisa de boca cerrada era de lo más hipócrita, digo ni siquiera soy de las personas a las que les gusta sonreír así.

De alguna manera lo mío siempre había sido una sonrisa mostrando los dientes, a comparación de mi hermana yo no tenía inconveniente con mi sonrisa, y no porque la tuviese deslumbrante. Muy apenas podía decir que era una sonrisa regular, pero sentía que cuando lo hacía con la boca cerrada, no era una sonrisa verdadera.

- Yo digo que sí- una pequeña sonrisa trató de escapar de mí en cuanto sentí su dedo picando mi mejilla.

- Suéltame salvaje- le solté un manazo como pude. Creí que aquello de picarle la mejilla para molestarlo era lo mío, pero aparentemente mi prominentes cachetes se habían convertido en parte de su entrenimiento y lo que comenzó como un pequeño picoteo en mi mejilla se convirtió en un apretón de cachetes, que terminó haciéndome sentir mis mejillas adormecidas y sabía que probablemente se encontraban rojas de lo entumecidas que estaban.

Serás míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora