No hay mal que por bien no venga.

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Finalmente el día había llegado, hoy pondría en acción todos esos trucos que las películas y libros me enseñaron respecto al coqueteo. Sí iba a pasar toda una tarde con Nicholas de perdido tenía que hacer algún movimiento, sino tal vez la única oportunidad que tendría en toda mi vida se iría a la basura debido a mi torpeza.

Ayer después de que Nick me trajo a casa, pasé el resto del día adolorida y pensando en que haría hoy para que por lo menos me dejará de ver como a una hermana menor. Al final después de tanto pensar, me quedé dormida y sin ninguna idea en mente, así que esperaba y la improvisación fuese lo mío y se me ocurriera algo de último momento.

- ¡Layla se te hace tarde para el trabajo!- en cuanto escuché la ruidosa voz de mi madre gritarme muy de cerca, me caí de la cama, dándome un buen golpazo y reviviendo los moretones que me había hecho el día anterior.

- Y yo que pensaba que la torpeza sólo aparecía cuando tenías a Nick en un radio menor a kilómetro y medio.- En lugar de ayudarme a levantarme, Liza sólo se limitó a burlarse de mi, mientras se ponía el terrible uniforme que la obligaron a utilizar. Desde hace años le había contado sobre la manera en la que veía a Nick y como me terminaba comportando la mayoría de las veces cuando se encontraba a mi alrededor o cerca.

- Calladita te ves más bonita- le dediqué una de mis más duras y expresiones, y con lo que supuse era la mayor dignidad que podría tener ante la caída que acababa de realizar, me levanté y me dirigí al baño. Obviamente hoy no era mi día, pues literalmente me levanté con el pie izquierdo, así que de camino a mi destino, tropecé dos veces y al llegar me di en el dedo meñique con el marco de la puerta, causándome un dolor de esos que te llegan hasta el alma y que logran que sin querer salga una que otra lágrima rebelde.

Por fin, después de una más que larga y desastrosa mañana, me logré bañar, vestir y desayunar sin morir en el intento y justo a tiempo para que mi madre me alcanzará a dar ride al trabajo. Había decidido que sí iba a querer lograr mi objetivo de que Nick me dejará de ver como su hermana menor, debería vestirme como si de verdad lo quisiera, por lo que opté por ponerme unos skiny jeans que nunca antes había usado y un tank top azul con puntitos blancos.

Respecto a mi atuendo, yo no era la única que se sentía incomoda, mi padre no me quería dejar salir de casa hasta que me pusiera algo encima, según él su bebé no podía mostrar tanto en la calle. Pero, de algo sirve tener una madre y una hermana tan femeninas, que hasta parece que sus poros transpiran florecitas y el color rosa a donde quiera que van, pues se encargaron de una distraer a mi papá mientras la otra me sacaba de la casa antes de que me arrepintiera y quisiera regresar a cambiar mi atuendo.

Al llegar a la cafetería mi madre se encargó de abrir mi puerta y sacarme literalmente arrastras del automóvil, pues al verlo parado frente al local, mi valentía se había ido por el caño y mi cobardía, como siempre en los momentos más desafiantes de mi vida, había vuelto como el fiel compañero de que era.

- ¿Si sabes que hoy también vas a tener que pintar la fachada, no?- bueno esa no era la respuesta que esperaba, pero al menos sabía que no era indiferente a mi vestimenta.

- Si, pero creí que no por ello iba a dejar de lado el estilo- le sonreí tratando de recordar alguna frase de película o libro, que me fuese ayudar en este nuevo ámbito para mí, el arte del coqueteo.

- Eso lo tengo en claro, pero, ¿no crees que hace mucho calor como para el maquillaje? Digo lo más seguro es que con el sudor termines con una plasta de químicos en tu rostro.- Genial, ni todo el esfuerzo que mi hermana había puesto en arreglarme, porque en menos de tres minutos mi querido amigo ya me había dicho que al final del día luciría como un payaso asqueroso.- Jajaja tampoco era para que pusieras esa cara, era solo una broma.- en cuanto su carcajada resonó en mi oídos sentí que mis mejillas se habían encendido en tiempo récord. Me dio pena sentir que había hecho una mueca y que para acabarla de amolar él la había notado y se había burlado.

Serás míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora